Desinterés hasta que...
Ignorar alertas no es prudencia, es negligencia
Nos hemos acostumbrado a mirar hacia otro lado cuando el COE lanza una alerta. Llovió fuerte, se desbordó un río, se incomunicaron barrios, murió un joven arrastrado por una crecida. Todo eso ha ocurrido en los últimos días.
Y sin embargo, las alertas del Centro de Operaciones de Emergencias no ocupan portadas, ni tendencias, ni encabezados de noticiero. Mucho menos las conversaciones cotidianas.
Lo curioso, y preocupante, es que esta indiferencia no se limita a quienes tienen la responsabilidad de informar. También se nota en la ciudadanía.
La misma que luego se queja de que "nadie avisó", de que "las autoridades nunca informan a tiempo". Pero las alertas están ahí, en los comunicados, en los informes diarios, en las cuentas oficiales del COE. Lo que falta no es información. Lo que falta es interés.
Y el interés no debería ser estacional. No solo durante la temporada ciclónica debemos estar atentos. Los últimos años han demostrado que las lluvias extremas, los deslizamientos, los fenómenos que cortan caminos o cobran vidas, ya no tienen fecha fija. Abril, por ejemplo, nos ha sorprendido con lluvias que ya se han cobrado una vida y han dejado sectores inundados.
Cuando un país tiene 16 provincias en alerta por inundaciones y deslizamientos, y el debate público está en otra parte, es que algo falla en nuestra comprensión del riesgo. El COE puede emitir boletines.
Las instituciones pueden desplegar operativos. Pero si nadie los escucha, si nadie reacciona hasta que ocurre lo peor, entonces no estamos haciendo prevención. Solo estamos contando daños.
No se trata de vivir en pánico, sino de asumir la realidad con madurez. Estar atentos a las alertas es un acto básico de responsabilidad. Informar sobre ellas, un deber. Ignorarlas, un error que no siempre ofrece segundas oportunidades.