Qué mundo este
Este mundo que vivimos está patas arriba.
Este mundo que vivimos está patas arriba. No sé qué nos pasa a los seres humanos, que insistimos en alimentar nuestro sentido de autodestrucción con una energía tan poderosa, que deprime a cualquiera. Este fin de semana veía a mi hijo de dos años dormir con una paz tal, que me aterró su inocencia. Me puse a pensar en lo que estamos haciendo como sociedad global y simplemente me sentí culpable por pertenecer a una generación que ha sido incapaz de brindarle un mundo pacífico y progresista a nuestros descendientes.
Reflexionaba, por ejemplo, sobre el cambio climático. Mientras se forma el mayor huracán jamás visto para esta fecha en el Atlántico, todavía hay un cúmulo de idiotas que niega los efectos que tiene ese fenómeno en nuestro estilo de vida y en la condena que nos hemos firmado como especie.
Recordaba también el debate presidencial de Estados Unidos y me daba vergüenza ajena ver que ese país, del cual soy ciudadano, tenga como candidatos a un señor mayor, casi senil, que debería estar retirado, y a un delincuente convicto, que intentó dar un golpe de Estado y que tiene detrás a todo un séquito poderoso que le tolera su narcisismo, sólo porque dice lo que quieren escuchar. Encima uno mira para Europa y ve cómo la ultraderecha se apodera de a poco del poder, lo que coloca en peligro una unidad europea que costó dos guerras mundiales y que, sin duda alguna, ha sido buena para el mundo. A ese panorama se suman el reciente pacto de defensa firmado entre Rusia y Corea del Norte, la guerra en Ucrania, la violencia en Gaza y El Líbano, los desparpajos en África, las pruebas de fuerza entre los asiáticos y los atentados a la democracia participativa en América Latina.
¿Qué rayos es lo que nos pasa? ¿Por qué nos traga la simpleza y no podemos entender que vivimos en un planeta que es menos que una pizca de arena en un Universo descomunalmente grande? ¿Por qué no vemos la realidad lógica de que todos juntos y en paz hacemos más que odiándonos y peleando? La humanidad ha comprado el ultranacionalismo y el negacionismo como moneda de cambio. Ya lo hicimos antes y hubo que explotar dos bombas nucleares para acabar con esas ideologías. Ojalá no pase nunca más, ojalá.
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