Una revolución traicionada ¿Es ésta la Siria que soñaban?
De la revolución a la tiranía, el fracaso de la Siria de Al-Julani

Desde los primeros días de la Revolución Siria, la comunidad internacional ha luchado por comprender el futuro que le aguardaba a este país clave en el corazón de Oriente Medio. Numerosos observadores y expertos intentaron descifrar la visión del nuevo líder, Ahmad Al-Sharah, más conocido por su antiguo nombre, Abu Mohammad Al-Julani.
Al-Julani se dirigió a la prensa internacional en tonos de moderación, utilizando palabras como "inclusión" y prometiendo representación para todas las sectas y minorías. Pero tras el lenguaje cuidadosamente escogido, siempre se escondía una ambigüedad preocupante. Nunca articuló con claridad si su movimiento estaba llevando a Siria hacia la democracia o hacia un estado islamista radical gobernado por la Sharia.
Bajo el gobierno de Al-Julani, las milicias leales a él —en particular Hayat Tahrir al-Sham (HTS), una coalición de grupos islamistas extremistas— han cometido terribles atrocidades contra las minorías sirias. Cristianos, alauitas y, más recientemente, drusos, han sido blanco de ataques.
En los últimos días, han surgido videos e imágenes inquietantes que muestran brutales ataques de estas milicias en la región sureña de Suwayda. Estos incluyen el asesinato de civiles inocentes —ancianos, mujeres y niños—, todo bajo la falsa bandera de la rectitud religiosa. Un acto impactante y simbólico llevado a cabo por estos extremistas salafistas fue el afeitado forzado del bigote de hombres religiosos drusos, un acto intencional de humillación arraigado en su odio e intolerancia ideológicos.
Por eso, preguntamos al pueblo sirio y al mundo árabe en general: ¿Es esta la Siria por la que lucharon? ¿Es esta la revolución con la que soñaron- tras sacrificar más de un millón de vidas?
Lamentablemente, la Primavera Árabe- desde El Cairo hasta Trípoli y Damasco- tiene un patrón trágico: revoluciones que generan esperanzas en millones de personas, solo para decepcionarlas al final.
Pero la decepción no se limita a las fronteras de Siria. La comunidad internacional también ha fracasado profundamente. En lugar de exigir pasos claros y tangibles hacia la democracia, las potencias mundiales, en gran medida, hicieron la vista gorda ante las vagas promesas de Al-Sharah e ignoraron su negativa a definir el carácter de la nueva Siria. Peor aún, a pesar de la creciente evidencia de crímenes contra las minorías, ha habido poca presión real o rendición de cuentas. Las mismas voces que una vez clamaron por la libertad y la justicia en Siria se han vuelto inquietantemente silenciosas ante esta emergente tiranía islamista.
Siria ha pasado de una dictadura autoritaria a un régimen teocrático que ignora los derechos fundamentales de las minorías, las mujeres y cualquiera que se atreva a discrepar. Han pasado de una forma de tiranía a otra, solo que esta vez, la opresión se justifica no por una ideología política, sino por una interpretación extremista de la religión.
Esta no es la libertad por la que murieron los sirios. Esto no es justicia. Esto no es revolución: es traición.