Fallas en la enseñanza y aprendizaje de la lengua y la literatura en la República Dominicana.
Falta de vocación, politización y apatía afectan la enseñanza del español

«El lenguaje funciona básicamente como un sistema de comunicación, por eso se habla de su carácter social. El lenguaje como todo lenguaje (pictórico, musical, gestual) es un código sobre el que se fundamenta el proceso comunicativo. Gracias a él, un sujeto puede codificar (frasear, poner en forma lingüística, verbalizar) el pensamiento que quiere comunicar, y también, gracias a él, el receptor, el que escucha el mensaje emitido, puede descodificarlo, es decir, entender lo que se le ha dicho...»
(Humberto López Morales)
Es mucho lo que se ha escrito acerca de las deficiencias que muestran los estudiantes y profesionales dominicanos en el uso de la lengua. Tales fallas, las cuales parecen incrementarse cada día que pasa, se ponen de manifiesto tanto en su expresión oral como escrita. Para percibirlas basta leer los trabajos que redactan nuestros estudiantes y las crónicas que publican los diarios dominicanos, o escuchar a muchos profesionales y comentaristas de radio y televisión.
¿A qué se deben tales fallas? ¿Por qué hoy se perciben mucho más que en el pasado?
Pienso que entre las principales causas que originan tan preocupantes problemas merecen citarse las siguientes:
1. Ausencia de un científico sistema de supervisión docente. Para las autoridades educativas, todos los profesores son iguales.
2. Una gran cantidad de maestros de lengua española y literatura no cuentan con la debida competencia, pasión y cultura general requeridas para impartir tan importantes asignaturas.
3. Los maestros muestran poco interés por la lectura y la investigación y, merced a ese desinterés, tampoco fomentan tales prácticas en sus alumnos.
4. Escasa participación del maestro en eventos formativos extralaborales (charlas, coloquios, cursos, talleres, etc.) o en cuantas actividades contribuyan a renovar o actualizar sus conocimientos.
5. El maestro ya no muestra la pasión que antes sentía por el estudio y enseñanza de la lengua española y la literatura.
6. Existen centros educativos en los que la lengua española y la literatura son impartidas por profesores especializados en áreas del saber que nada tienen que ver con esas dos disciplinas.
7. La labor del maestro no es debidamente incentivada (aunque a la luz de algunos «aumenticos» de sueldos, parezca y se crea lo contrario). Esta ausencia de motivación le impide al docente ejercer con entrega y entusiasmo su delicado trabajo.
8. El maestro no se interesa, como en tiempos pasados, en marcar las diferencias mediante la pronunciación y escritura correctas de las palabras.
9. En términos de la calidad de la enseñanza, se aprecia que no existe relación entre el título docente que exhibe el profesor y la labor que realiza.
10. El maestro no solo carece de hábitos de lectura, sino también de escritura. En tal virtud, es normal que no incentive una y otra práctica en los estudiantes.
11. El quehacer académico no forma parte de las prioridades del joven posmoderno y, particularmente, de los estudiantes dominicanos. Los intereses de la mayoría de estos se resumen en cinco centros de interés, en los que el «internet» y el placer desenfrenado parecen ocupar los primeros lugares. A todo lo que no forme parte de esos centros, se le prestará atención si sobra tiempo. Por esa razón, ya los estudiantes, con sus naturales excepciones, no realizan las tareas asignadas, no estudian las lecciones diarias en la casa, muy poco estudian cuando tienen exámenes y poco o nada también les importa aprobar o no una asignatura. Y de sus juveniles conciencias se ha borrado el orgullo de ser el mejor.
12. Los estudiantes que estudian la Carrera de Educación: Mención Letras, contrario a lo que antes sucedía, eligen esta, al igual que la especialidad, no por porque les apasione, sino porque quizás carecen de los recursos económicos o competencias requeridas para estudiar otras. O porque tal vez alguien alguna vez les dijo que era la más fácil de estudiar, como así me respondieron, en una ocasión, quince estudiantes, de veinte que en una encuesta que al respecto se me ocurrió realizar. Sus deficiencias e incompetencia para asimilar el contenido programático, así lo ponen de manifiesto. Deficiencias que luego multiplicarán en el aula.
13. Contrario a la realidad de tiempos pasados, se aprecia una elevada incompetencia o débil formación en muchos de los profesores formadores de maestros en el área de Letras, tanto en grado como en posgrado. Así nos encontramos con docentes impartiendo clases en cursos de maestrías, que sobre el área en que ejercen no han realizado una sola investigación ni publicado un solo artículo en la prensa nacional.
14. La politización de la escuela dominicana ha alcanzado niveles desproporcionados en todos los períodos de gobiernos que hemos tenido desde 1996 hasta fecha. Es por ello que, para nombrar un maestro como técnico o dirigente en el sector público de la educación, prima el criterio político por encima de la formación docente. Si realizó campaña en favor del partido en el poder, se le designará, aunque carezca de las competencias requeridas para orientar, supervisar y acompañar. El mismo criterio rige para los ascensos y reconocimientos del personal docente.
15. Los medios de comunicación, especialmente la radio y la televisión, han ejercido una influencia bastante negativa en el uso de la lengua. A través de estos se habla como si se estuviera en la esquina del barrio o en la gradería del estadio.
En fin, los juicios antes expuestos ponen de manifiesto claramente que los únicos culpables de los males que afectan la enseñanza dominicana en general y de Lengua y la Literatura en particular, no son los profesores, como de manera impresionista, maliciosa y no menos con intención política se ha querido fijar la idea en la conciencia de los dominicanos. Además del maestro, culpables son de esas fallas: los estudiantes, los padres de familia, el Estado, el sistema educativo, los medios de comunicación, la sociedad en su conjunto y todos los organismos e instituciones (poderes educativos) que ejercen influencias educativas en el individuo.