Las empresas y el mito de las edades
Juventud + Experiencia, la fórmula ganadora que muchas empresas ignoran

De forma general, existe la creencia de que hay una relación inversa entre la edad de las personas y su capacidad para generar valor agregado en las organizaciones. Por esta razón, muchas empresas no consideran a personas mayores para ocupar puestos laborales y, por el contrario, centran su atención en la contratación de personal joven.
Este comportamiento parte de la premisa de que los jóvenes son más creativos, innovadores, resilientes y disruptivos en la gestión y, por ende, más competitivos y con una contribución marginal más favorable en los resultados financieros de la empresa.
Este planteamiento podría considerarse un mito complejo, ya que resulta difícil establecer o medir la productividad de una persona únicamente desde la óptica de los atributos mencionados.
Es cierto que dichos factores son necesarios para impulsar la creación de nuevas ideas y concretar proyectos capaces de acelerar los cambios que el mercado exige. Sin embargo, la pregunta obligada es si estos factores son suficientes para asegurar el éxito de una empresa. No tengo dudas: no necesariamente lo son.
Es indudable que la prudencia que otorgan los años, el sentido de compromiso y lealtad, la disciplina, el criterio lógico, la capacidad reflexiva y de discernimiento, la razonabilidad en la administración del tiempo, y la madurez emocional en la gestión de conflictos, entre otros aspectos cualitativos, conforman una matriz de experiencias que resultan vitales para el buen funcionamiento de una organización.
Desde mi experiencia gerencial, ambos perfiles —dentro de límites razonables— no deben verse como excluyentes, sino como complementarios. La verdadera disyuntiva radica en cómo lograr esa complementariedad. En este sentido, considero importantes los siguientes aspectos, los cuales, desde luego, no son mandamientos inamovibles:
a. El papel del liderazgo gerencial y su capacidad para inspirar.
b. Los criterios de selección de personal y las políticas de gestión orientadas a la superación y el desempeño.
c. El concepto de trabajo en equipo y su aplicación efectiva.
d. La definición clara de los valores de la empresa, en los que la disciplina y el respeto son esenciales.
e. La formalización y documentación de los procesos.
f. La comunicación efectiva en todos los niveles de la organización.
g. La estructura organizacional bien definida y la delimitación clara de funciones por puesto.
Un modelo organizacional exitoso es aquel que logra un equilibrio adecuado entre la capacidad creativa que ofrece la juventud y la experiencia acumulada de quienes han sido privilegiados por el trabajo y el tiempo, y están en posición de transmitir las enseñanzas de sus aciertos y errores.
No debemos ver a los adultos como activos pasivos o depreciados. Por el contrario, forman parte esencial del tejido social y de la memoria histórica de cada organización. Están llamados a jugar un rol protagónico en los procesos de relevo generacional, los cuales deben darse de forma gradual, no abrupta ni circunstancial, ya que lo contrario suele derivar en conflictos costosos, dolorosos y de alto riesgo para la continuidad del negocio.
La desaparición de muchas empresas en su tercera generación es un fenómeno recurrente. Es probable que una de las causas sea la ausencia de un plan de continuidad que priorice la razón de ser de la empresa y sus valores como organización. La edad, por sí sola, no limita la capacidad de trabajo del ser humano, siempre que exista una actitud positiva hacia el cambio y la disposición para reaprender habilidades y destrezas.
En sociedades con bajo nivel educativo, alto desempleo y leyes laborales poco flexibles, parte de la rotación laboral se justifica, aparentemente, por razones de edad. Sin embargo, esa no suele ser la causa real. En el fondo, se trata de los niveles salariales y los pasivos laborales acumulados. Generalmente, las personas desvinculadas por su edad terminan aceptando trabajos de menor jerarquía y con salarios reducidos. Una prueba irrefutable del mito de la edad.