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Es tiempo de unidad

El gobierno de Abinader y la firme respuesta ante la crisis migratoria

Hay que ser muy torpe —y aquí pocos lo son— para no darse cuenta de que la situación de Haití, sumido en el desorden y con bandas criminales bien armadas ocupando parte de su territorio, representa una amenaza real para la estabilidad y la seguridad de nuestra nación. La toma, por esas bandas, del local del Consulado Dominicano es una muestra clara de su intención —ya expresada verbalmente por uno de sus líderes— de avanzar hacia la frontera domínico-haitiana. Y, por supuesto, el siguiente paso sería infiltrarse en nuestro país e intentar replicar aquí lo que han logrado en Haití.

La seguridad nacional está en peligro, y es un deber ineludible del gobierno actuar en consecuencia en beneficio de todos los dominicanos.

Ante esta realidad, sumada a la indiferencia de la comunidad internacional —en especial de las potencias económicas como Estados Unidos, China y Rusia— y al desbordado ingreso diario de haitianos por la frontera, el gobierno se ha visto obligado a endurecer la política migratoria, lo que implica el apresamiento y deportación inmediata de todo extranjero que haya ingresado de manera ilegal, incluyendo mujeres embarazadas que buscan en nuestros hospitales servicios de parto. Toda esta acción migratoria del gobierno se ha llevado a cabo respetando los derechos humanos de cada persona, sin excesos ni abusos.

El presidente Abinader está haciendo lo correcto, y por ello, todos los dominicanos de buena voluntad debemos apoyar su decisión.

En una reciente alocución al país, el presidente expresó: "Nuestra nación está actuando con más responsabilidad que nunca ante un problema que parece de imposible solución: una tormenta perfecta en una isla compartida con el país más pobre del hemisferio occidental, cuyo gobierno ha colapsado, mientras nosotros somos el país de mayor crecimiento económico en las Américas". Y agregó con firmeza: "Pero ante esa tormenta proclamo: la República Dominicana no se rendirá ni se arrodillará".

Debemos entender que la seguridad nacional no se limita a la frontera: abarca todo el país. Atentar contra el turismo, las zonas francas, el sistema educativo o el hospitalario, por citar ejemplos, es atentar contra la seguridad nacional.

El gobierno está cumpliendo con su deber. Y también es un deber de cada uno de nosotros.

El momento actual, en materia de seguridad nacional, exige la unidad de todos los dominicanos, sin importar banderías partidarias.

Sería conveniente para el país que el presidente Abinader convoque formalmente, por escrito, a los partidos políticos con representación congresual a un diálogo abierto, sincero y nacionalista, para tratar la problemática migratoria y definir una política de Estado.

El diálogo entre gobierno y oposición no solo es deseable, sino necesario: asegura la estabilidad institucional y proyecta una imagen de madurez política a nivel internacional. Además, desarrollar la capacidad de dialogar y construir puentes entre diferencias políticas constituye un activo invaluable para cualquier nación.

El diálogo permitiría la construcción de consensos en torno a políticas migratorias que requieren continuidad y visión de largo plazo, de modo que no estén sujetas a los vaivenes políticos ni a cambios de gobierno.

La apertura al diálogo fortalece la confianza ciudadana en el sistema democrático. La percepción de que todas las voces son escuchadas y tomadas en cuenta, incluso las de quienes no detentan el poder, enriquece el proceso político y disminuye el desencanto social.

El diálogo entre el gobierno y la oposición es un pilar fundamental de toda democracia saludable, especialmente en temas cruciales como la política migratoria. Ese diálogo sería, además, el ejemplo necesario para cimentar la unidad nacional en torno a un problema que, inevitablemente, estará siempre presente en nuestra existencia.

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