El viejo cuerpo y la mente que habito
Reflexiones sobre el añejamiento vital

Encontrándome en el último umbral donde este yo toma la consciencia del inminente deshacerse, las miríadas de dudas, creencias, supuestos y teorías sobre el qué y porqué de mi vida toman una peculiar tregua y se avienen en conveniente armisticio a una unificación donde lo absurdo, lo ridículo y cómico, junto a lo sutil, lo noble y lo trascendente desvanecen sus finas líneas que otrora creía fuertes vallas, mezclándose para resultar unos de otros, indistinguibles.
Veo ahora los quintillones de experiencias, opiniones y lecturas, como caminos que recorrí y al final devinieron en este postrimero presente, huellas evanescentes de un extenso paisaje en el que finalmente me confronto con la consciencia de una singularidad que es tan solo íntimamente mía.
Mis bochornos corporales se funden alegre y desenfadadamente con los chispazos de inspiración en esta senecta paradoja de perfume y estiércol, que llega a los que involuntariamente sobreextendemos las calculadas probabilidades medias de vida.
Percibo mi cuerpo y esta mente que a veces creo llevar –y otras me arrastra, como maquinarias que se auto reparan de menos en menos, anticipando el término de una "vida útil" en el que mis subsistemas no podrán sostener su funcionamiento integral.
Como remedio, me aferro al amor, a la esperanza de seguir siendo de alguna otra manera, una vez se detenga el viejo cuerpo y la mente que habito, o creo habitar, suponiéndome algo más que la dualidad, que los filósofos y religiosos como Tomás de Aquino entendieron y afirmaron ser "un vestido sin costuras", lo que significa estar inextricablemente unidos.
Ya me tomo como una magnífica seria broma, abjurando de pretensiones y privanzas e intentando compartir en humilde respeto las escasas pinceladas de sabiduría con todo humano viviente que desee recibirlas. Después de todo, entiendo que, igualmente recorrerán como olas el mismo camino en el mar de la vida, antes de encontrar sus rompientes.
La oscuridad, el vacío y el laberinto de la confusión eterna, no me preocupan, pues en esta terminal estación plagada de errores y algunos aciertos, conservo la salvaguarda del afecto de mis amados, que han persistido en amarme y siento que esa inexplicada fuerza en que probablemente esté basado y resida el secreto de la existencia, me permitirá continuar, aunque desconozca la navegación, en el ulterior ´mare ignotum´.
Mientras, mirada adelante, continúo ojos abiertos y discreta sonrisa celebrando la vida, esquivando, en lo posible, las desobediencias corporales y las triquiñuelas de la mente.
Y lleno de confiada, optimista seguridad, espero a mis otros estimados congéneres verse tal como son, a sí mismos, en este misterioso y maravilloso tránsito existencial.