Sobre la fusión de los ministerios
El costo de la burocracia educativa en República Dominicana
La organización de las responsabilidades del Estado en el campo de la educación, la ciencia y tecnología, la cultura y áreas afines varía considerablemente de un país a otro. En Finlandia, por ejemplo, el Ministerio de Educación y Cultura tiene un ámbito de acción que incluye la educación general, la educación técnica, la educación superior, las artes y la cultura, el deporte y la juventud, la investigación y la ciencia, la religión y los derechos de autor. Las oficinas centrales operan con unos pocos cientos de personas.
Se menciona el caso de Finlandia porque en la República Dominicana, la antigua Secretaría de Estado de Educación, Bellas Artes y Cultos (SEEBAC) tenía competencias muy similares. Sin embargo, algunas de estas competencias fueron gradualmente transferidas a nuevos organismos. Los últimos dos desprendimientos de la SEEBAC fueron la Secretaría de Estado de Cultura en el año 2000 y la transformación del Consejo Nacional de Educación Superior (CONES) en la Secretaría de Educación Superior, Ciencia y Tecnología (MESCYT) en el año 2001.
Aunque las fragmentaciones fueron bien intencionadas, presionadas por grupos políticos, sindicales y empresariales, tanto la SEEBAC como los organismos que de ella se desprendieron han crecido desmesuradamente, hasta transformarse en estructuras mastodónticas y esquizofrénicas, donde las grandes iniciativas se convierten en simples pretextos para nombramientos, compras y contrataciones.
Tómese el caso de la jornada extendida. El currículo de 1995 amplió el horario escolar, pero la falta de recursos impidió su implementación. Cuando finalmente el gobierno decide asignar el 4% del PIB a la educación, también decide introducir una jornada escolar de ocho horas. De estas, cinco o seis horas diarias estarían destinadas al desarrollo de los contenidos básicos del currículo oficial, y dos o tres horas a almuerzo, recreo, planificación y atención a la familia.
Se trataba de una de las iniciativas sociales más trascendentes jamás introducidas en la República Dominicana. Y una de las más complejas y costosas. Para implementarla, ha sido necesario ejecutar un amplio programa de construcción de aulas para convertir escuelas de dos y tres tandas en escuelas de una tanda. Además, contratar a decenas de miles de nuevos docentes, para pasar de profesores de dos tandas de cuatro horas a profesores de una tanda de ocho horas. Asimismo, introducir un nuevo programa de alimentación escolar para más de dos millones de estudiantes. Y, finalmente, reforzar los programas de formación docente para mejorar la calidad del profesorado.
Lamentablemente, como en la educación de los más pobres los aprendizajes no tienen defensores ni dolientes, a pesar de los resultados deficientes en las evaluaciones estudiantiles, alguien decidió que en la jornada extendida los contenidos curriculares se impartirían durante las horas de la mañana y que las horas después del almuerzo serían destinadas a otras actividades desarrolladas no por los profesores regulares, sino por talleristas. Y como el país no tiene los recursos para contratar profesores de jornada completa y talleristas de media jornada, hoy, 2.2 millones de estudiantes reciben desayuno, almuerzo, merienda, uniformes, textos, equipos tecnológicos y transporte, lo cual está muy bien. Pero siguen teniendo las mismas pocas horas de docencia que en la vieja jornada de medio día, lo cual es el mayor desperdicio de talento, de tiempo y de recursos que hoy sufre el país.
Con la formación de los maestros ocurre algo similar. Con el 4%, el Ministerio de Educación ha incrementado los recursos destinados a la formación y capacitación profesional del maestro, tarea que hace más de tres décadas fue transferida a las instituciones de educación superior. Sin embargo, las evaluaciones de licenciados aspirantes a maestros muestran que, a pesar del aumento en el gasto, los profesionales egresan de las escuelas de pedagogía con una formación deficiente. Aunque las instituciones formadoras conocen esas evaluaciones, consideran que hacer más exigentes los programas de formación afectaría sus intereses. Y dado que las instituciones formadoras tienen representantes oficiales en los consejos de los organismos que las regulan, todos los esfuerzos por mejorar la formación de maestros han terminado sin pena ni gloria. Se teme que la misma situación se esté dando en otras carreras universitarias.
Se hace este recuento para ilustrar el tipo de problemas que aquejan a uno de los sistemas educativos de peor desempeño entre las naciones de ingreso medio. A menos que el gobierno esté decidido a poner un poco de racionalidad, desmantelar aquellas estructuras mastodónticas y esquizofrénicas y erradicar deformaciones que claramente obstaculizan el desarrollo de la educación, la ciencia y la tecnología en la República Dominicana, resulta muy difícil vislumbrar cómo estos y otros grandes problemas, incluyendo el despilfarro de recursos, se solucionarán, independientemente de que los ministerios de educación se fundan o se mantengan separados.