54 años de vida magisterial
A mi hermano Basilio Caba R.
Sucedió en un lejano y frío lunes, 5 de octubre de 1970. Cuando los impetuosos vientos de la adolescencia apenas habían cesado o dejado de flotar alrededor de su incipiente existencia juvenil, el "muchacho" reunió una que otra prenda de vestir, la "metió" en un pequeño bulto y se marchó... Abandonó así su mocana y bienamada franja campestre para aposentarse semanalmente en la comunidad San José Adentro, del ahora municipio de Baitoa, en cuya escuelita de reducida población estudiantil comenzó a impartir docencia.
Para ejercer tan delicado oficio, el «pichón» de maestro carecía por completo de experiencia y mucho menos de la formación docente requerida para tal fin. Apenas contaba con el título de Bachiller, el deseo de superación, la responsabilidad aprendida de sus mayores y el temprano interés de brindar sus cívicos servicios a la patria.
Así, «como el que quiere y no quiere», poco a poco al bisoño educador se le fue incendiando su pasión docente o ensanchando el amor por la enseñanza. De esa manera comenzó a ejecutar un largo, tortuoso, complicado, apasionante y poco incentivado recorrido por los senderos de un mundo, el magisterial, en el que si bien se cosechan perennes satisfacciones espirituales, no así las justas reivindicaciones que le permitan al maestro resolver, libre de todo tipo de limitadoras estrecheces, sus condiciones materiales de existencia.
Así, con el transcurrir del tiempo, además de la experiencia, fue adquiriendo la titulación que le permitieron un mejor y más efectivo desempeño en el ejercicio de sus funciones.
En la Escuela Normal Salomé Ureña, Santiago (Plan para maestros en servicio) obtuvo el título de Maestro Normal Primario, y en el Centro Universitario Regional de Nordeste (CURNE – UASD), así como en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM) cursó estudios de licenciatura en Educación: Mención Filosofía y Letras. Pero no solo eso. A esos estudios de formación profesional básica hay que añadirle los numerosos talleres y cursos extracurriculares en los que participó en su muy dilatada y no menos fructífera carrera docente.
Una carrera que bien puede resumirse como sigue:
- Maestro en la Escuela Primaria Rural de San José Adentro, Baitoa.
- Director del Núcleo Escolar No. 25, con sede en Carlos Díaz, Tamboril.
- Director del Núcleo Escolar No. 18, con sede en la comunidad de Guayabal, Santiago.
- Director de la Escuela Primaria e Intermedia "Prof. Sergio Hernández", Tamboril .
- Profesor interino del Liceo Nocturno "Tamboril"
- Profesor interino de la Universidad Tecnológica de Santiago, recinto Moca.
- Profesor del Liceo Nocturno "Prof. Fausto Jiménez", Santiago.
- Subdirector del Colegio "San Juan Bautista", Urb. Cerro de Gurabo, Santiago.
- Profesor del programa de educación secundaria "PREPARA", Santiago.
- Profesor Escuela "Ana Josefa Jiménez", Santiago.
- Subdirector del Colegio "Salomé Ureña", Santiago.
Se trata o me refiero al profesor Basilio Caba Ramos, mi hermano, un veterano educador que asumió la enseñanza como una especie de filosofía de vida.
Cuarenta y cinco años permaneció laborando en el sector público de la educación hasta el 2015, año en que fue jubilado por el Ministerio de Educación. Y cuando se pensó que esta medida marcaría el fin de sus intensos ajetreos docentes, por entender de que aún le sobraban fuerzas y faltaba mucho que aportar a la educación dominicana, entonces «le cogió» con ofrecer sus servicios en el área privada del sector educativo, y aquí se mantuvo hasta agosto del presente año, mes en el que decidió desvincularse no solo del último centro educativo (Colegio "Salomé Ureña", Santiago) donde laboró, sino también apartarse de manera definitiva de las aulas a las que cincuenta y cuatro (54) años antes había ingresado.
En esos cincuenta y cuatro (54) años de labor magisterial, nadie como él ejerció con tanto amor e igual entrega y responsabilidad este ennoblecedor trabajo. Nadie como él abrazó con igual pasión la carrera docente. Nadie como él practicó con tantos bríos y entusiasmos el llamado Arte de la Enseñanza. Tal es así, que hasta el último minuto en que se mantuvo vinculado al aula desempeñó su rol con la misma energía vital, con la misma chispa y responsabilidad, con el mismo alto grado de motivación, con la misma capacidad de creatividad e innovación y con el mismo respeto al compromiso contraído.
Merced al juicio precedente, se puede afirmar, sin temor a exagerar, que la fuerza, pasión y entrega que hasta el último instante de su superextendida labor pedagógica mostró el profesor Basilio Caba superaba grandemente a la fuerza, pasión y entrega que exhiben muchos de los jóvenes maestros que no hace tantos años ingresaron al sistema educativo dominicano.
En atención a sus aportes a la educación y cultura dominicanas, el maestro Basilio Caba ha sido objeto de numerosos reconocimientos, entre los cuales merecen citarse: el Reconocimiento al Mérito Magisterial «Prof. Ercilia Pepín», concedido por el Ayuntamiento del municipio de Santiago, 2012) y el Premio «Peña y Reinoso al Magisterio Nacional», otorgado por el Ateneo «Amantes de la Luz», Santiago, (2017)
Sus últimas generaciones de alumnos, más que a su maestro, lo percibían y querían como a un padre. Por esa razón, y ante la ida sin vuelta de este, ya me parece escuchar sus voces de acongojado acento en el momento en que a su guía y preceptor, con las palabras de nuestro Poeta Nacional, le expresan la profunda angustia que les produce su partida:
Maestro:
«Siempre tu voz palpitará en el aula,
como un millón de corazones vivos.
Siempre tu voz acoplará el recuerdo,
con la emoción de desflorar un libro,
y habrá un intenso volotear de angustia,
en el alón de recuerdo vivo»
O en el instante en que le manifiestan que nunca lo olvidarán o siempre mantendrán vivo en el cofre de sus recuerdos entrañables. Es entonces cuando con las mismas palabras del poeta, los pupilos casi le cantan al maestro:
Maestro:
«No te decimos adiós. Tú no te has ido.
Tú estás en el recuerdo palpitante,
y eterno en las raigambres del gemido.
Cada lágrima en flor del estudiante,
apretada en el pecho conmovido,
será como un puñal de sentimiento,
que querrá defenderte del olvido...»
Para concluir, tengo necesariamente que decir que yo no sé si como afirmaba Gardel, todavía «Veinte años no es nada». De lo que sí estoy seguro es de que permanecer durante cincuenta y cuatro años (54) impartiendo docencias es mucho, mucho...
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