Tiempo
Para la filosofía las preguntas son fundamentales; el estudio continuo no menos; la forma de contestarlas es muy personal
–Papá, ¿dónde está el tiempo? –preguntó la niña a su padre mientras jugaban en el jardín un mediodía de otoño.
El padre dejó de jugar e invitó a su hija a sentarse a su lado en las escaleras de acceso a la terraza.
–Dame un momento para ordenar la respuesta –dijo, quedándose en silencio y adoptando una actitud pensativa.
Aburrida por la apatía de su padre, la niña volvió a sus juegos. La madre encontró a su marido inmóvil y avisó al médico. El médico llamó a urgencias y le llevaron al hospital. Allí opinaron sobre su caso muchos médicos. Como nadie daba con la solución de su inmovilidad lo mandaron a casa. La familia, viendo que su posición no se ajustaba ni a la cama ni a ningún asiento de la casa lo volvió a poner en la escalera de la terraza donde sí ajustaba perfectamente.
Pasaron los años y la figura del padre sólo cambiaba en consistencia: se hacía más dura. Consultaron con científicos que concluyeron que la composición de aquel cuerpo se estaba transformando. La familia se negó a trasladarlo a un laboratorio y se quedó en la escalera: inmóvil, al tiempo que alterable.
Pasaron más años y la niña, que ahora era una cariñosa abuela, seguía cuidando con amor de su padre. Lo abrigaba en invierno y lo aligeraba de ropa en verano; lo limpiaba y le proporcionaba todos los cuidados y afectos que se le ocurrían.
Los nietos visitaban a la abuela frecuentemente. Un día de primavera, ayudaba a uno de ellos a leer un libro en la escalera al lado de la figura del bisabuelo.
–Abuela, ¿dónde está el tiempo? –preguntó el niño con una voz que le recordó la suya muchos años antes.
La abuela miró a su izquierda donde estaba su nieto, luego a su derecha, donde estaba su padre. No pudo evitar que se le saltaran unas lágrimas.
–¿Por qué lloras?, ¿he dicho algo malo?
–En absoluto… lloro porque me has hecho entender dónde está el tiempo.
–¿Dónde?
–En el movimiento –dijo la hija con un contento dudoso–. Más bien, en el movimiento que se entiende.
–Pues, sigo sin entenderlo.
suarcas.juan@gmail.com
PS. Para la filosofía las preguntas son fundamentales; el estudio continuo no menos; la forma de contestarlas es muy personal. Por cierto: el filósofo es el padre.