Santiago dice "¡gracias!"
El milagro económico santiaguero, industria, turismo y desarrollo urbano
A los santiagueros no nos hace eco la crítica al Gobierno de ejecutar pocas obras. En la segunda ciudad del país esa imputación no resuena. Lo escribe uno de origen, residencia y con sobrado orgullo provinciano. Asumo la segura acusación de gobiernista, ¿de qué no lo han hecho? ¡Me da un bledo! Santiago salió del olvido y ¡eso sí importa!
Ni la suma de cinco gobiernos: uno de Mejía, dos de Fernández y dos de Medina consolida la atención que el presente Gobierno le ha dado a esta provincia, que, con una población de 1,058,000 habitantes, aporta calladamente el quince por ciento (15 %) al PIB nacional y un per cápita de US$ 12,626 siendo una de las zonas más prósperas del país.
Luis Abinader es el primer presidente en erigir una casa presidencial en Santiago para hacer despachos y recibir ciudadanos. Pernocta en ella y le da calor. De esa manera, se pierden en la cuenta los fines de semana que pasa en la ciudad agotando encuentros y supervisando personalmente las obras en ejecución.
Se recuerda que el presidente Fernández en sus dos gobiernos pactó una alianza con contados empresarios y contratistas de Santiago, pero sin réditos electorales a favor del PLD. La razón era obvia: ese grupo no tuvo conexión con la base social; fue un pacto de élite que no aprovechó a la ciudad, pero que acrecentó los negocios y las empresas de los implicados. Por eso, durante sus gobiernos, las alcaldías de Santiago estuvieron en manos de otros partidos. Danilo Medina, por su parte, se recodó en los trabajos municipales de Abel Martínez, a quien le hizo episódicos aportes presupuestarios, pero sin grandes ejecuciones del Gobierno central.
La reconstrucción y ampliación del tramo de la autopista de Santiago que da entrada a la ciudad; el remozamiento del centro histórico, con renovaciones al Centro de Cultura y Casa de Arte, la renovación del parque Duarte y el bulevar de la calle Benito Monción, así como el proyectado rescate de la calle del Sol; el monorriel y el teleférico; la construcción de la Circunvalación de Navarrete; la reconstrucción de la autovía de Circunvalación Norte y el remozamiento del Hospital José María Cabral y Báez encabezan la lista de obras.
Y Santiago, ciudad y provincia, se lo merece. Es un acto de equidad fiscal. La ciudad desde 2018 hasta febrero de 2024 aportó al país DOP 165,439 millones de pesos en recaudaciones tributarias, es decir el 49.46 % del total de lo recaudado en el Cibao. Basta recordar que la región norte, de la cual Santiago es su centro económico, contribuye con un tercio del PIB nacional. De modo que cualquier inversión pública en Santiago y la región no es caprichosa ni afectiva, es política de justicia redistributiva.
Santiago despierta con un crecimiento urbanístico e inmobiliario sin par. Su economía, cada vez más desconcentrada, está soportada por una vigorosa base de medianas y pequeñas empresas. Ya no solo son zonas francas ni empresas tabaqueras. Es un concierto económico diverso de producción agropecuaria, industrial, comercio, construcción, metalmecánica, alimentos y bebidas, salud, servicios y más recientemente una notable expansión de la hotelería. Poco a poco la ciudad asume inevitables perfiles de una urbe contemporánea.
Santiago ha articulado y ordenado su desarrollo con sentido racional sobre una plataforma de esfuerzos corporativos y estratégicos. En esa dinámica han contado instituciones claves como la Asociación para el Desarrollo (APEDI); la Corporación de Zona Franca de Santiago; el Fondo Para el Desarrollo (FONDESA) con su banco BANFONDESA, segundo en microfinanzas del sistema de ahorro y crédito; la PUCMM, primera institución de educación universitaria privada del país; la UTESA, una de las universidades de mayor matrícula en el país; la Asociación Cibao de Ahorros y Préstamos, primera entidad mutualista orientada al financiamiento de la vivienda; y el Consejo Para el Desarrollo Estratégico de Santiago y su Plan Estratégico, entre otras. Como se advierte, un sector privado implicado responsablemente en la vida, desarrollo y futuro de la provincia. Por su parte, el empuje de las mypimes ha sido extraordinario (la mayoría fuera de la informalidad) y su contribución a las recaudaciones fiscales de la provincia ha sido decisivo.
Santiago cuenta todavía con oportunidades estratégicas para evitar un crecimiento desordenado como el que ha tenido de forma irreversible la ciudad de Santo Domingo. Entra así a un ciclo crítico de desarrollo urbanístico y vial. Estas obras de capital del Gobierno mitigan en parte ese riesgo y a mediano plazo veremos que eran más que necesarias. Lo que pasa es que en una cultura de apremios y del día toda obra de futuro se ve superflua, tal como en su tiempo se criticaron el sistema del metro y las obras viales en Santo Domingo de los gobiernos de Leonel Fernández. Como santiaguero y en nombre de esta comunidad me permito honrar un adeudo de alta justicia: ¡Gracias, señor presidente!