José Rafael Lantigua
El adiós a un titán de la cultura dominicana

El país acaba de perder en José Rafael Lantigua a uno de sus grandes valores. Erudito, profundo, en dominio del arte de la escritura, dotado de recia calidad humana. Nadie como él llevó un registro tan extenso del latir literario de la época ni profundizó tan hondo en los vericuetos de la crítica literaria, social y política. Su aporte al mundo literario y de la cultura es inmenso. Será referencia inevitable. Irremplazable.
Fue un ser humano cabal, con profundo sentido de la dignidad, elegancia en el porte y corrección en el habla. Creía en la necesidad de transformar la sociedad desde la excelencia y en el esfuerzo de superación individual.
Dirigió por 8 años el ministerio de Cultura durante la presidencia de Leonel Fernández. Impulsó iniciativas y dejó huellas que servirán de guía a la presente y futuras generaciones de dominicanos. En los últimos tiempos tuvo a su cargo la edición de la revista Global, con dedicación en cuerpo y alma, orgulloso de su contenido.
Su patria pequeña, Moca, siente un enorme vacío. El ayuntamiento, presidido por el alcalde Guarocuya Cabral, en acto de justicia declaró dos días de duelo por su partida, pues era un icono de la mocanidad, junto a otros pocos elegidos que dejaron un legado memorable.
En lo que a mí respecta, me distinguió, ofreció sus orientaciones, conocimientos, amistad sin dobleces, por lo cual le estaré siempre agradecido.
En el año 2000, cuando me proponía editar el libro Trujillo ajusticiado, publicó un extenso artículo sobre aspectos de la conspiración del 30 de Mayo, de tal poder explicativo que le solicité, y lo consintió, que me permitiera incluirlo en la obra a modo de introducción. El prólogo estuvo a cargo del historiador Emilio Cordero Michel.
Hace apenas pocos meses tuve el privilegio de que escribiera el prólogo de mi último libro, El complot que tumbó al jefe. Lo hizo en una pieza estelar. Me distinguió con otras colaboraciones de ese tenor.
Solía hacerme comentarios cortos sobre mis artículos semanales. Todo lo que provenía de su intelecto constituía para mí un consentimiento para que siguiera intentando perseverar en este camino que he elegido de escribir artículos semanales, siendo como soy apenas un eterno aspirante a escritor.
En 2013-2014 los mocanos residentes en Santo Domingo, que son muchos, desperdigados, depositaron su confianza en mí para que presidiera su directiva. Se trataba de darle un impulso al organismo con ideas nuevas. Él, Lantigua, lo tomó como responsabilidad propia y me ofreció una valiosa cooperación.
Entre otras cosas, me dijo: Me encargo de organizar varias tertulias en el local del bar del Teatro Nacional y de buscar personalidades de nivel para desarrollarlas. En ese menester hizo viajar a la capital con ese propósito, entre otros, a gente de la talla de Artagnan Pérez Méndez, uno de nuestros iconos. Constituyó un éxito tremendo para satisfacción y gozo de nuestra comunidad.
Y después surgió la idea de organizar una gala de la música mocana. Se escenificó en el Teatro de Bellas Artes con éxito enorme y perdurable, grabada en video y en CD con requisitos extremados de calidad. Es la mejor grabación y recopilación de música de autores mocanos que existe, interpretada por una orquesta organizada y dirigida para la ocasión por el maestro Víctor Taveras, con interpretes de reconocido prestigio como Johnny Ventura, Vinicio Franco, Lucy Vicioso, Musiquito, el Chino Joa, ya todos en el remanso del Señor.
El éxito alcanzado se debió en gran medida al apoyo que recibió nuestra directiva de gente como José Rafael Lantigua y Adriano Miguel Tejada, junto a músicos del talento de Luis Ovalles y Víctor Taveras. Llevados del entusiasmo tanto Lantigua como Tejada sirvieron de maestros de ceremonia del espectáculo, hasta ahí llegaba su capacidad de entrega y de servicio a sus compueblanos.
Tan privilegiado fui en sus afectos, así lo considero, que cuando a partir de 2021 me tocó presidir el Templo de la Fama de la Provincia Espaillat, aceptó ser miembro del Comité Permanente e hizo una contribución de gran valía en la selección de los candidatos a ser exaltados a la inmortalidad, en particular en las áreas de educación y de cultura.
Es extraño. Se marchó en puntillas cuando todos percibíamos que estaba en un momento estelar en que podía esperarse de su intelecto nuevas contribuciones a nuestro acervo cultural.
Presintió su partida. Meses antes de su fallecimiento se encerró en su hermetismo y pidió espacio para desarrollar asuntos propios perentorios, bajo el compromiso de colaborar desde su rincón en lo que le fuera solicitado. Y en eso, inadvertidamente, se nos fue.
Descansa en paz, apreciado amigo, orgullo nacional.