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Encrucijada democrática en América Latina

De dictaduras a democracias frágiles, la encrucijada latinoamericana

Durante las décadas de los sesenta y los setenta del siglo pasado en las que prevalecieron las dictaduras militares en una gran parte de los países de América Latina, el principal objetivo de amplios sectores en esas sociedades era que se produjera una transición a la democracia, lo que en esas circunstancias significaba la celebración de elecciones libres y competitivas, la subordinación del poder militar al poder civil y el respeto a los derechos de las personas. Cuando se produjo dicha transición en los años ochenta y noventa, al punto que, con excepción de Cuba, llegó un momento en que todos los países de América Latina tenían gobiernos democráticamente electos, se generó una gran ilusión en nuestra región de que esa transición pondría en marcha procesos que conducirían a regímenes políticos funcionales estructurados sobre los principios, las normas y las instituciones de la democracia.

En ese contexto se creó un consenso, el cual resultó efímero, sobre el valor de la democracia y el compromiso con su defensa de manera colectiva cuando esta fuera amenazada o colapsara en cualquiera de nuestros países. En la literatura académica se discutió mucho sobre los factores que condujeron a esa transición democrática, no así, en cambio, sobre las condiciones que harían posible su avance y consolidación. El autor argentino Guillermo O´Donnell llegó a hablar de dos transiciones: la primera, que estaría marcada por el fin de los gobiernos autoritarios y la celebración de elecciones libres; y la segunda, que consistiría en la consolidación de las instituciones del sistema democrático -soberanía popular, división y contrapeso de poder y protección de los derechos fundamentales-, pero sin profundizar mucho sobre cuáles factores harían posible llevar a cabo esa segunda transición.

Si bien hubo avances no desdeñables en el camino de la democratización en la mayor parte de los países latinoamericanos, también es cierto que muy pronto los sistemas de gobierno que se habían constituido a partir de las transiciones a la democracia comenzaron a confrontar problemas y desafíos que pusieron en entredicho las bases de sustentación de los nuevos regímenes políticos. El más directo e inmediato de esos problemas fue la crisis económica que impactó a América Latina en la llamada "década perdida" de los años ochenta, período en el que, precisamente, tuvieron lugar muchas de las transiciones en nuestra región.

No bien entrada la década de los noventa, Alberto Fujimori en Perú articuló un discurso populista de derecha en un contexto de crisis económica, hiperinflación y violencia terrorista, lo que le dio legitimidad para adoptar medidas económicas y de seguridad drásticas, a la vez que reconfiguró el sistema institucional luego de llevar a cabo un autogolpe. Aunque tuvo un éxito indiscutible en la implementación de sus medidas, muy pronto el régimen comenzó a tomar un giro autoritario que terminó generando una grave crisis política una década después tras las acusaciones de fraude en su tercera elección y grandes violaciones a los derechos humanos que llevaron a su renuncia del poder en el 2000.

A su vez, Hugo Chávez en Venezuela articuló, a finales de la década de los noventa, un proyecto político de orientación de izquierda centrado en la crítica a la democracia representativa y en la defensa de la llamada democracia directa o participativa. También con un discurso populista, pero de orientación ideológica distinta al de Fujimori, Chávez cuestionó a las élites políticas y económicas, las instituciones representativas, los partidos políticos y el orden constitucional en general, lo que dio inicio a una corriente política alternativa que tuvo sus ramificaciones en Bolivia, Ecuador y otros países. Ese régimen, ahora encabezado por Nicolás Maduro, no ha colapsado, pero perdió el apoyo popular que tuvo Chávez y se sustenta en un control total de las estructuras del poder militar y del resto de las instituciones.

Esos dos ejemplos -uno de derecha y otro de izquierda- fueron los más emblemáticos de cómo la democracia en América Latina fue minada desde el comienzo mismo de la llamada ola democratizadora. No obstante, el apoyo a la democracia siguió siendo fuerte en la mayoría de los países de América Latina, con instituciones como el Grupo de Río, Mercosur y la propia OEA en las que la defensa de la democracia era parte de su programa de acción. Desde hace un tiempo a esta parte, ese compromiso con la defensa colectiva de la democracia se ha prácticamente desvanecido en el contexto de instituciones regionales que han perdido toda relevancia y capacidad para actuar de manera concertada.

Con el paso del tiempo surgieron otros problemas que han puesto a prueba a los sistemas democráticos de América Latina. El auge de la criminalidad y la consecuente inseguridad ciudadana han creado un terreno fértil para soluciones autoritarias. Un caso emblemático es el régimen de Nayib Bukele en El Salvador, el cual ha puesto en práctica medidas draconianas contra las pandillas que, si bien violan derechos y garantías del debido proceso, son muy populares en la población. También hay regímenes autoritarios de otro tipo, como el de Maduro en Venezuela y la dictadura grotesca de Ortega-Murillo en Nicaragua. En otros países también se recurre, cada vez con más frecuencia, a medidas autoritarias para lidiar con los problemas económicos y sociales.

Así, en lugar de las democracias consolidadas a las que se aspiraba luego de las experiencias autoritarias en la mayoría de los países de América Latina, lo que se presenta ahora es una tendencia hacia regímenes que, si bien algunos tienen sustento popular, son fuertemente iliberales en tanto niegan derechos y libertades fundamentales en nombre de un supuesto bien superior, del tipo que sea. De modo que podría decirse que en América Latina se vive una especie de encrucijada democrática en la medida en que, si bien quedaron atrás los golpes de Estado a la vieja usanza, no menos cierto es que el apoyo a la democracia ha disminuido, la confianza en sus instituciones se ha erosionado y, cada vez más, muchos gobiernos recurren a medidas autoritarias para lidiar con los problemas que enfrentan.

Esta realidad debe llevar a repensar la democracia en nuestra región con el fin de plantearse cómo esta puede ser capaz, respetando sus reglas y los derechos de las personas, de enfrentar problemas que afectan sensiblemente a amplios segmentos de nuestras sociedades. Si la democracia no da respuestas eficaces a problemas como la violencia y la inseguridad ciudadana, el desamparo de tantas comunidades, la debilidad de los Estados y la falta de oportunidades económicas para muchos, esta dejará un vacío, como en efecto está sucediendo, que será llenado por formas autoritarias de poder. Aunque no estamos en una situación similar a la de las dictaduras militares de los años sesenta y setenta, hay un ambiente político sumamente cargado y enrarecido en el que la democracia, desafortunadamente, está perdiendo apoyo y legitimidad.

TEMAS -

Abogado y profesor de Derecho Constitucional de la PUCMM. Es egresado de la Escuela de Derecho de esta universidad, con una maestría de la Universidad de Essex, Inglaterra, y un doctorado de la Universidad de Virginia, Estados Unidos. Socio gerente FDE Legal.