Angela Merkel, Libertad (1 de 2)
Una vida entre muros y libertades, las memorias de Merkel

Angela Merkel, excanciller alemana, acaba de publicar su libro titulado Libertad. Lo empieza de manera sugestiva:
"Era jueves, 9 de noviembre de 1989, cuando Gunter Schabowsky, secretario de Información, declaró en la televisión de la República Democrática Alemana (RDA): _Se pueden solicitar viajes privados al extranjero sin necesidad de presentar condiciones especiales (motivos del viaje y lazos familiares). De aplicación inmediata y sin demora_. Aquel jueves acababa de anunciar de hecho la caída del muro de Berlín. Me uní a la procesión de gente que se dirigía al paso fronterizo...".
Con esas palabras describe uno de los cambios profundos que tomaron por sorpresa al mundo: la caída del muro de Berlín y la disolución pacífica de la Unión Soviética.
La estadista alemana enhebra en su obra los hilos de su vida desde cuando era una estudiante, hija de un pastor protestante, residente en Alemania oriental (RDA), graduada en ciencias físicas, investigadora en la Academia de Ciencias, hasta que al caer el muro de Berlín se sintió atraída por la política, militó en el Partido Cristiano Demócrata, fue su presidente, función que le facilitó convertirse en canciller de Alemania (jefe de gobierno) por un período consecutivo de 16 años, desde 2005 hasta 2021, y en una de las personalidades más respetadas de su época.
En el momento en que el muro se diluyó tenía 35 años. Aquel acontecimiento fue un punto de inflexión que la transformó. Los 35 años posteriores los dedicaría a consolidar los cimientos de una Europa en libertad, unida, próspera, solidaria, y a dejar su propia impronta.
Conocer cómo una mujer sometida al adoctrinamiento más estricto, a la vigilancia de los aparatos de seguridad soviéticos, huérfana de libertad, pudo llegar a dirigir a la Alemania reunificada, modelo de democracia funcional, rompiendo prejuicios, con visión social, es lo que nos ofrece la doctora Merkel en esta obra de 793 páginas.
La lectura de su libro permite hacerse una idea de los pensamientos claves que guiaron su trayectoria, así como de la perspicacia, profundidad, talante y humor de los principales líderes mundiales con quienes interactuó en el desarrollo de su gestión (Bush, Obama, Trump, Putin, dirigentes europeos, chinos, la India y de otras latitudes).
Siendo una de las mujeres de mayor proyección y de fuertes convicciones no resulta chocante que opine diferente a la corriente de moda: "Me di cuenta de que, para Simone de Beauvoir, el feminismo y una visión socialista del mundo iban de la mano. A mí me parecía que ese feminismo era una ilusión. Para mí no era una opción viable. La lucha por una mayor participación de las mujeres nunca fue una lucha básicamente en contra de los hombres...".
La obra está llena de anécdotas. Una de ellas luce cercana. Dice: "Los pastores (religiosos) no ganaban mucho dinero. Por contra, solo tenían que abonar un pequeño alquiler por una vivienda oficial. Además, recibían ayuda material de occidente (ayuda fraternal). Para nuestra familia ascendía a unos 70 marcos alemanes al mes. Mi tía nos enviaba paquetes con regularidad... Para nosotros fue una ayuda inestimable... Los paquetes también eran especiales en otro sentido, los reconocíamos de inmediato al abrirlos y exclamábamos: _Esto huele a occidente _. Nos referíamos a la fina fragancia de un buen jabón o al aroma del café. Por el contrario, el Este olía marcadamente a productos de limpieza, cera para el suelo y aguarrás. Aún hoy puedo olerlos".
U otra anécdota que recuerda los nefastos días de la tiranía trujillista, en los que el temor a la represión paralizaba hasta el pensamiento de los dominicanos. Exclama: "De hecho, vivíamos en dos mundos. No podíamos hablar libremente con todos nuestros compañeros de clase...". Por eso, relata, su madre la aconsejaba que mantuviera sus conversaciones delicadas en el bosque cercano porque el sistema telefónico estaba pinchado (intervenido).
Llegó a comprender que el Estado no entendía de bromas. Es la razón, según alega, por la que estudió ciencias físicas: "No había sido la asignatura más sencilla para mí, pero había otras razones para mi elección. Se trataba de una ciencia natural y ni siquiera la RDA podía tergiversar los hechos. Dos más dos eran cuatro. Así que podía hablar de lo que aprendía sin censura".
A diferencia de la vida en democracia, afirma que "el individuo no contaba con ninguna protección legal para reclamar, el Estado actuaba arbitrariamente y sus castigos se extendían no solo a la persona afectada, sino a toda la familia o grupo. Esta es la esencia de una dictadura".
Con ese trasfondo, no había otra opción que hacer caer el muro, como efectivamente ocurrió.
s, recibían ayuda material de occidente (ayuda fraternal). Para nuestra familia ascendía a unos 70 marcos alemanes al mes. Mi tía nos enviaba paquetes con regularidad... Para nosotros fue una ayuda inestimable... Los paquetes también eran especiales en otro sentido, los reconocíamos de inmediato al abrirlos y exclamábamos: _Esto huele a occidente _. Nos referíamos a la fina fragancia de un buen jabón o al aroma del café. Por el contrario, el Este olía marcadamente a productos de limpieza, cera para el suelo y aguarrás. Aún hoy puedo olerlos".U otra anécdota que recuerda los nefastos días de la tiranía trujillista, en los que el temor a la represión paralizaba hasta el pensamiento de los dominicanos. Exclama: "De hecho, vivíamos en dos mundos. No podíamos hablar libremente con todos nuestros compañeros de clase...". Por eso, relata, su madre la aconsejaba que mantuviera sus conversaciones delicadas en el bosque cercano porque el sistema telefónico estaba pinchado (intervenido).
Llegó a comprender que el Estado no entendía de bromas. Es la razón, según alega, por la que estudió ciencias físicas: "No había sido la asignatura más sencilla para mí, pero había otras razones para mi elección. Se trataba de una ciencia natural y ni siquiera la RDA podía tergiversar los hechos. Dos más dos eran cuatro. Así que podía hablar de lo que aprendía sin censura".
A diferencia de la vida en democracia, afirma que "el individuo no contaba con ninguna protección legal para reclamar, el Estado actuaba arbitrariamente y sus castigos se extendían no solo a la persona afectada, sino a toda la familia o grupo. Esta es la esencia de una dictadura".
Con ese trasfondo, no había otra opción que hacer caer el muro, como efectivamente ocurrió.