Policía, emoción y legitimidad
Mano dura vs. inteligencia emocional, el dilema que define la seguridad
La renovación de las fuerzas policiales es una necesidad impostergable en América Latina. En un mundo donde el crimen organizado evoluciona con rapidez tecnológica y estrategias transnacionales, las policías que no cambian se convierten en espectadoras. El caso dominicano es ilustrativo. Esfuerzos por profesionalizar, modernizar y capacitar a los agentes han avanzado, pero no han bastado para sanar la relación entre la institución y la ciudadanía.
La desconfianza persiste. No por prejuicio, sino por memoria. Décadas de abusos, ineficacia e impunidad han dejado una huella difícil de borrar. Y cuando el sistema responde al delito con ejecuciones extrajudiciales —aunque sean aplaudidas por parte de la población— lo que se confiesa es su impotencia. La campaña de "mano dura" no sustituye a una justicia que funcione ni a una policía respetada.
En ese contexto, que desde la OEA se subraye la inteligencia emocional como componente clave de la formación policial es un acierto y un recordatorio muy oportuno de que no se trata solo de equipamiento o protocolos, sino de personas que deben aprender a ejercer la autoridad con empatía, criterio y límites. Sin ese cambio humano, cualquier reforma será solo cosmética. La seguridad no se impone: se construye.