Charlie Rangel y la gratitud dominicana
La muerte de Charlie Rangel marca el adiós de un aliado entrañable de la República Dominicana
La muerte de Charlie Rangel marca el adiós de un aliado entrañable de la República Dominicana.
No fue un dominicano de nacimiento, pero pocos como él abrazaron nuestras causas con tanta firmeza y consecuencia desde el corazón del poder estadounidense.
Desde Harlem, su distrito y su cuna, Rangel fue un puente entre comunidades: entre afroamericanos e hispanos, entre inmigrantes y ciudadanos, entre la República Dominicana y los Estados Unidos.
Su respaldo a la comunidad dominicana en Nueva York fue constante: defendió a nuestros trabajadores, a nuestros pequeños comerciantes, a nuestras familias más vulnerables.
Pero su influencia fue más allá de la calle: en el Congreso, apoyó la inclusión del país en la Iniciativa para la Cuenca del Caribe y, años más tarde, en el DR-CAFTA.
Ambas decisiones ampliaron las oportunidades económicas de miles de dominicanos y mostraron su compromiso con nuestro desarrollo.
Recordar a Rangel es reconocer que la solidaridad política no tiene pasaporte. Su legado nos interpela a construir puentes, no muros; a defender al débil, no al poderoso.
La República Dominicana pierde un amigo. La historia, en cambio, lo consagra como lo que fue: un defensor de la dignidad humana, sin adjetivos ni fronteras.