Diario LibreMonseñor Agripino
Él se sintió siempre, y así lo decía, un hombre de campo. Sencillo en la conversación, atento siempre al interlocutor, se movía con comodidad en los más diversos ambientes
Poco más queda por decir de Monseñor Agripino Núñez Collado. Por décadas intervino e influyó en la vida de la República Dominicana desde muy diferentes púlpitos.
El de la Iglesia, por descontado, pero es imposible entender la vida política y social del país de la segunda mitad del siglo XX sin estudiar su papel, que él entendió como una misión.
Conciliador y buscador de encuentros y de acuerdos, se movía con soltura y autoridad por los vericuetos de la política, tratando siempre de desenredar los complicados avatares de una democracia que se tomó un buen tiempo en asentarse.
Él se sintió siempre, y así lo decía, un hombre de campo. Sencillo en la conversación, atento siempre al interlocutor, se movía con comodidad en los más diversos ambientes.
Dijo en una conversación, aquí en Diario Libre, que para lograr lo que se le atribuía como mediador oficial, lo que se necesitaba era conocer la naturaleza del dominicano, que a su entender le venía de su campo y de su familia. Testigo y protagonista de la vida política nacional, será siempre recordado.
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