La cultura de la trampa
Procesos electorales de RD han estado marcados por fraudes y pactos extraños
Como dominicanos, creemos que tenemos la habilidad de hacer "trampa" y que los demás no se van a dar cuenta y vamos a escapar ilesos.
Alterar resultados forma parte de la historia de los procesos electorales de nuestro país. Entre 1966 y 1974 todos fueron violentos y definidos por la trampa.
Y en las elecciones de 1994 las artimañas fueron tan vulgares que ese sufragio terminó con un extraño pacto que recortó el período a dos años.
Más cerca, hace unos años, el consulado de los Estados Unidos en el país reportó que solo en China, que tiene más de mil millones de habitantes, se presentaban más casos de falsificación de documentos que en la República Dominicana, que solo tiene once millones.
En la provincia La Altagracia, el presidente del Colegio Dominicano de Profesores no tiene título de maestro y en el Colegio Dominicano de Periodistas hay un dilema por un candidato que aspira a presidir ese gremio que ejerce el periodismo, pero no ha terminado la carrera.
Y en las calles nos vamos en rojo, impunemente, violando el semáforo. En el deporte, las falsificaciones en los documentos de peloteros para restarles edad han sido un problema eterno.
Además, somos el país que más casos de dopaje presenta entre sus jugadores en el béisbol internacional, por mucho.
En adición, recientemente, dos lanzadores dominicanos están siendo investigados por supuestamente hacer trampa y confabularse con apostadores para ganar un dinero por la izquierda. Es decir, prácticamente en todo, hacemos trampa.
Si en República Dominicana no comenzamos a hacer las cosas como se debe y somos honestos con nosotros mismos, ¿cómo es que pretendemos avanzar unos cuantos pasos? No lo lograremos si seguimos haciendo trampa.