Bosch 64: Desarrollo y USA
El diagnóstico de Bosch: la fiebre democrática y comunista en América Latina

En la cuarta entrega de la entrevista concedida por Juan Bosch para la JFK Library, efectuada el 9 de junio de 1964 en Washington DC bajo la diestra interlocución del influyente abogado demócrata Lloyd Cutler -asesor de los gobiernos de Kennedy, Carter y Clinton-, se enfocaron temas fundamentales concernientes al funcionamiento de la democracia en América Latina, el desarrollo económico y las relaciones cardinales con Estados Unidos. Reveladores de la catadura democrática del estadista dominicano y su talante como pensador político de sólido dominio de los tópicos tratados, con alcances originales. Un rasgo señero que le acompañaría en su prolongado quehacer intelectual y político, como formidable pedagogo popular que hizo uso efectivo de las ondas hertzianas.
Eran tiempos cruciales para el continente. El reto representado por la revolución cubana y su curso socialista con acercamiento a la URSS, a sólo 90 millas de La Florida en plena Guerra Fría. La fracasada invasión de Bahía de Cochinos en abril del 61 y la traumática crisis en octubre del 62 de los cohetes soviéticos emplazados en la Isla Fascinante, como le llamara Bosch a Cuba. Eventos precedidos por la caída de las dictaduras militares de Rojas Pinilla, Pérez Jiménez, Batista y Trujillo. Seguidos por focos guerrilleros que buscaban replicar la experiencia fidelista.
Al refrescante auspicio de democracia con reformas sociales en los albores de los 60 bajo la administración Kennedy, siguió una tanda de golpes de Estado a gobiernos democráticos en Argentina, Ecuador, Honduras, República Dominicana, Bolivia y Brasil. Arrastrando el destino de la Alianza para el Progreso que JFK concibió como nuevo trato con la región, ultimado en Dallas en noviembre del 63.
"Cutler: ¿Es práctico pensar que Santo Domingo se convierta en una Mancomunidad de los Estados Unidos? Bosch: Imposible. C: ¿Imposible? B: Imposible. Si se consultara a los habitantes de Santo Domingo, la mayoría de los dominicanos diría que sí, pero hay otros puntos a considerar. El público latinoamericano, en general, vería con recelo tal medida, y ustedes no la aceptarían, porque Estados Unidos no tiene por qué cargar con todos los problemas de la República Dominicana.
C: Si te entiendo bien, Juan, crees, como creo yo, que Estados Unidos no puede traer la democracia y el progreso económico a América Latina. Estados Unidos con un simple gesto, o con cientos de millones de dólares en desarrollo económico, o con algunas universidades, o con capacitación técnica. Pero, como las semillas de la democracia necesitan germinar durante muchos años, la solución está en manos de los propios latinos. Si está de acuerdo, ¿qué podemos hacer para influir más en los resultados? Quizás tengamos un 10% de influencia en el resultado de la región latinoamericana. ¿Qué podemos hacer?
B: Antes que nada, Estados Unidos y Latinoamérica deberían trabajar juntos para prevenir golpes de Estado, porque lo más importante es que los habitantes de los países latinoamericanos se acostumbren a que es la mayoría la que puede tomar decisiones. Y luego, algo que nos permita desarrollar los conocimientos técnicos que no tenemos. América Latina produce solo cuatro mil ingenieros al año, y necesitamos producir hasta veinticinco mil para lograr un tercio del desarrollo que necesitamos, y no tenemos los medios para producir los ingenieros, médicos ni economistas que necesitamos.
Ahora bien, me preocupa esto. En 1980, tendremos una población de 400 millones de personas en América Latina. Eso está a solo dieciséis años de distancia. Creo que, si el presidente Kennedy hubiera permanecido en el cargo durante ocho años, habría dejado una tradición de unidad política entre las dos Américas, de trabajo conjunto. No sucedió así. La bala fatal les hizo mucho daño a ustedes, pero aún más a nosotros.
Solo tenemos dieciséis años para preparar el desarrollo necesario para alimentar y educar a 400 millones de latinoamericanos. No creo que nadie en este momento esté pensando en prepararse para esta gran tarea, y si no logramos estar a la altura de este desafío, dentro de dieciséis o veinte años América Latina estará envuelta en una revolución fantástica, y eso significará una revolución para ustedes, para los Estados Unidos.
C: En los últimos cuatro años, ¿cree que la democracia o el comunismo han avanzado más en Latinoamérica? B: El comunismo, obviamente, porque tenemos un país comunista a 90 millas de Estados Unidos, pero con este detalle, que para mí es fundamental: el comunismo no lo establecieron en Cuba los rusos, los chinos ni los políticos, sino los cubanos. Esto significa que los brasileños también pueden establecer el comunismo, y los argentinos y los chilenos.
C: Habría comunismo nacional. B: Puede haberlo, puede haberlo. C: ¿Pero cree que estamos perdiendo terreno? B: Sí, obviamente se está perdiendo terreno. Se está perdiendo terreno, e incluso en un país democrático como Chile se está perdiendo terreno. C: Tenemos la esperanza de que las cosas salgan bien en Chile en estas elecciones. Es un resultado muy reñido.
B: También creo que Frei ganará las elecciones, ya que entiendo que un gran número de chilenos decidió en el último minuto votar por Frei para evitar un golpe de Estado. Pero si eso sucede, será debido al sentimiento democrático del pueblo chileno, que quiere evitar un golpe de Estado. Chile es un país con una antigua tradición democrática. Ahora bien, en los países donde la democracia es desconocida, se debe hacer algo para que la gente se comporte de la misma manera que los chilenos.
Porque si en Chile, con una tradición democrática, se ha temido que Allende gane las elecciones, ¿cuál es entonces la situación de Brasil, Colombia, Perú, Nicaragua y República Dominicana? El peligro es real, y creo que cuando aparece fiebre en un cuerpo humano, es porque hay una enfermedad. Y ya conocemos la fiebre en Latinoamérica. La temperatura allí en Cuba significa que el cuerpo latinoamericano está enfermo y debe curarse.
C: Si miramos hacia el futuro, ¿cree que los tres años demasiado cortos de Kennedy dejarán una huella importante en Latinoamérica? B: Estoy seguro. Estoy convencido de ello, y diría que deberían procurar que algunos estudiantes estadounidenses estudien la política latinoamericana de Kennedy en ciertas universidades estadounidenses con el fin de preparar personas cualificadas que compartan la misma visión que Kennedy y su equipo.
C: En este país, como usted sabe, se escuchan muchas críticas sobre algunos de los objetivos de la Alianza, y muchos de ellos se están modificando o suspendiendo. ¿Cree que la estructura y las ideas de la Alianza eran correctas?
B: Totalmente correcto. Creo que la implementación de esa idea necesitaba una reforma, pero no la idea en sí. La idea debe conservarse. Nadie debería adelantarse a Estados Unidos en la búsqueda de reformas democráticas en Latinoamérica, aunque estas se antepongan a los intereses estadounidenses y a los de quienes creen que la historia se ha detenido en Latinoamérica y que las oligarquías que ahora ostentan el poder perdurarán para siempre. No es así. La historia no se repite.
C: Sí. Muchos creemos, como usted sabe, que, si bien las reformas son muy deseables, si resultan en un mayor número de empresas estatales y una fuga de capital privado del país -no solo de capital extranjero que se aleja, sino también de capital nacional que se marcha a Nueva York o Suiza-, las reformas se frustrarán solas. Estancarán el crecimiento económico, aunque logren una mayor igualdad social. Para mí el principal problema ha sido cómo lograr la reforma y, al mismo tiempo, evitar la fuga de capitales, mantener la confianza de los empresarios y de alguna manera, involucrarlos en el logro de las reformas. Ahora bien, ¿cómo se puede lograr eso?
B: Tenemos el ejemplo de México. México solo tiene como empresas estatales a PEMEX y los ferrocarriles. Sin embargo, México ahora tiene más ofertas de capital de las que necesita. Hay más ofertas de capital extranjero de las que México necesita. Pero México exige que el 51% del capital invertido en cada empresa sea mexicano. Las empresas estatales no son necesarias cuando todas las empresas están controladas por los ciudadanos del país.
Tampoco se permite vender a particulares de forma arbitraria. En caso de ser necesario vender las empresas, se debe procurar que las acciones lleguen al mayor número de personas y, de ser posible, a los trabajadores y demás empleados de esas mismas empresas. Sin embargo, esto no significa que las reformas ahuyenten al capital como tal. ¿Por qué? Porque en México la revolución puso fin al sistema de latifundio y aun así, México cuenta con un capital considerable y muchas ofertas de capital.
C: Y también con mucho capital nacional. B: Y extranjero, ambos. C: Pero en México esto se logró solo después de diez o veinte años de estabilidad política y democrática. B: En realidad, México ha tenido cuarenta años de estabilidad política, y esos cuarenta años han bastado para que México haya cambiado por completo. El México de hoy no se parece en nada al México que conocí en 1939.
C: Curiosamente, México tiene, a todos los efectos prácticos, un sistema de partido único, y también cuenta con una fuerza militar. ¿Encuentra alguna lección en eso? ¿Cree que quizás lo que consideramos democracia y reforma se pueda lograr mejor en un sistema de partido único? ¿Cómo es posible?
B: No, porque en Uruguay hay más de un partido; en Costa Rica hay varios partidos; en Chile también hay varios partidos. Lo que México ha hecho es adaptar la democracia al carácter y la tradición del pueblo mexicano. Pero no es necesario seguir ese ejemplo. En cualquier otro lugar sería un ejemplo muy peligroso. Tener un partido único en México nunca ha significado la desaparición de las libertades individuales. Sin embargo, en otros lugares la existencia de un partido único podría significar la desaparición incluso de las libertades individuales, y de ahí al comunismo, solo se necesita un cambio de liderazgo. Un cambio de líderes, y tendremos un estado comunista en funcionamiento."
Era Bosch, el visionario catedrático democrático.