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Bosch 64: JFK/LBJ y Fidel

"Donde hay verdadera democracia, no se debe temer al comunismo": las reflexiones de Juan Bosch

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Bosch 64: JFK/LBJ y Fidel
Juan Bosch junto a John F. Kennedy. (FUENTE EXTERNA)

Las opiniones de Bosch sobre la cuestión de Cuba surgieron en junio del 64 en una entrevista con el abogado demócrata Lloyd Cutler para la JFK Library, quien durante la administración Kennedy bregó con el candente tema de los derechos civiles. Consejero presidencial de Carter y Clinton, colaboró con Bosch en el experimento democrático del 63.

"CUTLER: Usted pasó mucho tiempo en Cuba. En retrospectiva, ¿qué opina de las políticas del presidente Kennedy hacia Cuba?

BOSCH: Quizás sería absurdo decir que los acontecimientos históricos pudieron haber sucedido de otra manera. Pero estoy seguro de que, si John Fitzgerald Kennedy hubiera sido elegido presidente en 1956 en lugar de 1960, hoy no habría comunistas en Cuba. Quince años antes de que Fidel Castro bajara de la Sierra, escribí, mientras estaba en Cuba, una serie de artículos en los que afirmaba que el camino de la dictadura latinoamericana nos llevaría al comunismo, por muchas razones, como expliqué entonces.

Y aunque nuestros países tienen pocas bases para mantener la democracia, lo cierto es que, con la ayuda decidida y positiva de Estados Unidos, como la que Kennedy brindaba a la democracia latinoamericana, algunos de estos países y sobre todo Cuba, podrían encontrar un camino más abierto hacia un régimen democrático. Creo que, donde hay verdadera democracia, no se debe temer al comunismo; no se debe temer a la democracia. Si hubiera habido una verdadera democracia en Cuba, no habría habido posibilidad de establecer un régimen comunista.

C: ¿Por qué cree que los grupos intelectuales democráticos latinoamericanos, de los que usted es miembro destacado, siempre se han mostrado reacios a que sus gobiernos adopten una postura firme hacia Cuba, similar a la de Estados Unidos tras la invasión de Bahía de Cochinos? Para intentar confinar la revolución a Cuba e impedir que se fortalezca e influya en los demás países.

B: Hay muchas razones. La primera reside en los propios cubanos. Los cubanos están tan divididos y confundidos, y muchos de sus líderes tienen una base democrática tan pobre, que cualquier jefe de Estado latinoamericano debe medir sus pasos con mucho cuidado antes de comprometerse con una acción condenada al fracaso; al fracaso ideológico, quiero decir, no militar. En el caso de República Dominicana, la situación es más compleja, porque los jóvenes dominicanos -la juventud responsable de clase media, que es la clase responsable y por eso mismo la peligrosa- yo diría, que de cada cien que tenían quince años en 1956, noventa y nueve han soñado con ser Fidel Castro.

No Fidel Castro el líder comunista, sino Fidel Castro el líder revolucionario que derrocó a un dictador llamado Fulgencio Batista; la imagen de un guerrillero que subió a las montañas y bajó victorioso. Aún vive en el corazón de casi todos los jóvenes dominicanos y de todos los partidos. Es muy difícil tocar esa imagen sin provocar una reacción perjudicial para la democracia. Pero esos jóvenes dominicanos no saben qué era la democracia. Pensaban que la democracia era Trujillo, Batista y Pérez Jiménez, y todo el espectáculo corrupto de las dictaduras latinoamericanas.

La palabra democracia se asocia en Latinoamérica con los peores períodos políticos de nuestros países porque esos dictadores siempre hablaron en nombre de la democracia, y porque en Estados Unidos, el país verdaderamente democrático, se les consideraba gobernantes del Mundo Libre. Y en la República Dominicana, estos jóvenes tuvieron que aprender qué era la democracia antes de que esta se enfrentara al héroe que admiraban entonces y siguen admirando.

C: ¿Cree que nuestra política actual hacia Cuba es correcta?

B: Desconozco la actual política estadounidense hacia Cuba, pero si la política del presidente Kennedy consistía en aislar a Cuba, se trata de la única política correcta a seguir con respecto a Cuba. Una política de agresión militar produciría en toda Latinoamérica una generación de admiradores que ya no lo serían de Fidel el héroe, sino de los comunistas, porque esa admiración que se siente en los corazones de esos jóvenes iría mucho más allá, y la imagen de Fidel los arrastraría al comunismo.

C: ¿Qué piensa de nuestra política hacia la revolución en Brasil?

B: La revolución en Brasil no es una revolución, es el mero derrocamiento de João Goulart. Sin duda, Goluart tuvo un amplio respaldo del pueblo brasileño. Con Goulart tuvieron una agitación estatal en el país, sin trazar líneas claras, y la situación económica obvio iba de mal en peor. Pero la declaración hecha por el presidente Johnson 24 horas después de la caída de Goulart, fue una declaración que dañará la imagen de la política del presidente Kennedy. Ha habido dos grandes presidentes en los Estados Unidos que han comprendido profundamente a América Latina. Uno se llamó Abraham Lincoln. Su actitud durante la invasión de México fue la de un líder latinoamericano. El otro fue John Fitzgerald Kennedy.

Franklin Delano Roosevelt adoptó una política adecuada para Estados Unidos, pero no para Latinoamérica. Cuando la adoptó, pensaba en Estados Unidos, más que en los beneficios para Latinoamérica. Pero John Fitzgerald Kennedy adoptó para Latinoamérica una política útil para Latinoamérica sin considerar si era ventajosa o no para Estados Unidos. Naturalmente, cuando se piensa con una actitud tan universal y entusiasta, los resultados también son beneficiosos para Estados Unidos.

No seguir las políticas de Kennedy en Latinoamérica traerá tarde o temprano consecuencias trágicas. Latinoamérica, sobre todo, es una región donde los gobernantes regresan al poder. Grau San Martín regresó al poder en Cuba. Rómulo Betancourt regresó en Venezuela. Tarde o temprano, Arturo Frondizi regresará en Argentina. También es posible que Goulart regrese en Brasil, y el movimiento que lleve a Goulart en Brasil tendrá esa marca.

La declaración del presidente Johnson no era necesaria. Militares de toda Latinoamérica se sintieron alentados por ella. Por fortuna, en un discurso posterior, suavizó un poco el asunto, pero considero la declaración muy precipitada y lo lamento por el bien del presidente Johnson y por el bien de la democracia latinoamericana.

C: Nos encontramos una vez más en la misma dificultad de elegir entre las revoluciones militares que nos gustan porque no nos agradaba el gobierno anterior, y las que no nos gustan porque nos gustaba el gobierno anterior. ¿Ve alguna solución a este problema? ¿Cree que deberíamos estar en contra de todas las revoluciones militares, incluso cuando el gobierno anterior fuera muy malo, o muy débil, como en Brasil?

B: Creo que es mejor, aunque Estados Unidos no puede permitirse el lujo de no tener relaciones con un gobierno latinoamericano, porque América Latina es ahora un escenario de decisiones y todos los frentes diplomáticos deben estar ocupados. Es posible, sin embargo, expresar constantemente, de una forma u otra, la reserva de que si Estados Unidos mantiene relaciones con gobiernos que no han llegado al poder mediante elecciones populares, lo hace porque es una nación y no porque le guste hacerlo.

C: ¿Cree que Kennedy tenía razón al oponerse a los golpes militares como una cuestión moral? EE. UU., como sabe, se pronunció con firmeza contra los golpes en Argentina, República Dominicana y Honduras. ¿O cree que debimos haber ido más lejos intentando revertir esos golpes mediante fuerzas militares o económicas?

B: Creo que lo que hacía el gobierno de Kennedy era correcto. Emitió declaraciones contra los gobiernos militares surgidos por golpes de Estado; y, además, intentó mantener relaciones con esos gobiernos y obligar al sector militar a volver a los procedimientos constitucionales. Fue una política que alentó y estimuló a los demócratas, y además una política que debilitó el poder militar latinoamericano. Creo que esa fue la única vez que Estados Unidos siguió una política correcta en Latinoamérica, y que, si esta política continuara por algún tiempo, podría salvar la democracia en algunos países latinoamericanos.

C: ¿Pero no cree que Estados Unidos debería usar la fuerza para derrocar a un régimen militar?

B: En ninguna circunstancia. Los latinoamericanos tienen dos sentimientos básicos: el nacionalismo y el amor por las libertades públicas. Si el Sr. Johnson ha perdido, como creo, el apoyo de la opinión pública en Latinoamérica y en su propio país, es por la pérdida de las libertades públicas en Cuba. Pero si no ha perdido por completo ese apoyo, es porque se ha mantenido firme como defensor de Cuba frente a las autoridades militares estadounidenses. La fuerza militar de Estados Unidos no debe emplearse en Latinoamérica, porque ese sentimiento nacionalista latinoamericano es más fuerte que cualquier otro. Es, de hecho, una pasión.

C: ¿Qué opinas Juan, de un tratado entre gobiernos democráticos del hemisferio occidental, en el cual estos gobiernos apoyarían a un gobierno como el tuyo, que fue derrocado por un golpe militar? ¿Crees que un tratado así tendría sentido?

B: La única medida internacional e interamericana que podría ayudar a la democracia a nivel internacional sería ese tipo de acuerdo. Pero hay muchos países que no participarían en un acuerdo así. Tendrían que ser acuerdos regionales en América Latina, porque la no intervención es un principio muy sólido en la diplomacia latinoamericana, que ahora ha revivido gracias a Fidel Castro, por ejemplo.

El principio de no intervención no me agrada especialmente, pero ante lo que podría venir de Cuba a países como República Dominicana -como se ha visto en el caso de Venezuela con el envío de armas-, los países latinoamericanos, especialmente los del Caribe, deben volver al principio de no intervención, no por Estados Unidos ahora, sino por Cuba.

Y, sobre la base del principio de no intervención, ciertos países, por ejemplo, México, probablemente Chile y quizás Argentina, se unirían para participar en el acuerdo general para el mantenimiento de la democracia. Se podrían alcanzar acuerdos regionales. Venezuela, Colombia, Costa Rica, Santo Domingo podrían firmar dicho acuerdo; Estados Unidos."

La plática de Bosch y su amigo Cutler se movía a un terreno cada vez más sensitivo...

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José del Castillo Pichardo, ensayista e historiador. Escribe sobre historia económica y cultural, elecciones, política y migraciones. Académico y consultor. Un contertulio que conversa con el tiempo.