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Teddy y el contrabando en RD

Cuando EE. UU. controlaba las aduanas de República Dominicana

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Teddy y el contrabando en RD
El Big Stick de Theodore Roosevelt y la deuda dominicana. (FUENTE EXTERNA)

En la aplicación de la política del Big Stick -enmarcada en el llamado Imperialismo Benevolente- por la administración del carismático Theodore Roosevelt (1901/09) en su área de influencia de Centroamérica y el Caribe, la reestructuración y administración del servicio de la deuda externa por parte de Estados Unidos fue materia clave. Junto al peso de su fuerza naval, era un medio eficaz para ahuyentar la presión de las potencias europeas que asomaban sus buques para cobrar las deudas de nuestras repúblicas contraídas con tenedores de bonos o de otras acreencias no honradas, de financistas del Viejo continente.

El Corolario Roosevelt fue el término dado a la interpretación actualizada por Teddy de la famosa Doctrina Monroe y de la ideología del Destino Manifiesto, que reivindicaba desde el siglo XIX un supra derecho de Estados Unidos para actuar en el ámbito global y en particular en el hemisferio ante las potencias europeas que intervinieren en los asuntos domésticos de las naciones latinoamericanas. Con lo cual, la potencia emergente del Norte, en su función tutelar, se abrogaba el derecho a intervenir directamente para estabilizar nuestras "díscolas e inestables repúblicas" y asegurar el cumplimiento de sus obligaciones externas.

Formulado por el presidente James Monroe en 1823, este postulado de política exterior buscaba frenar al colonialismo europeo en el hemisferio, al tiempo de marcar una clara vocación hegemónica regional de EE. UU., garantizando a cambio la no interferencia de Norteamérica en los asuntos internos de las naciones europeas.

Theodore Roosevelt (New York, 1858-1919) fue una de las personalidades públicas más multifacéticas y populares de la escena americana de finales del XIX e inicios del XX. De cuna acaudalada, desarrolló vocación temprana por los estudios naturales, geográficos e históricos, así como interés por el rol de la armada en las guerras internacionales, motivo de su obra The Naval War of 1812, un clásico en la materia. Asimismo, el Museo de Historia Natural de NYC lleva la impronta fundacional filantrópica de los Roosevelt, padre e hijo, quien devino en explorador y cazador en África y América Latina.

Ganadero en Dakota, asambleísta estadual anticorrupción, subsecretario de Marina y coronel del regimiento de los Rough Riders participante en Cuba en la Guerra hispano-estadounidense de 1898 que puso fin al dominio de España en Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Guam.

Comisionado de Policía, gobernador del estado de NY, destacó por su lucha contra el crimen. Vicepresidente en 1901 de William McKinley (1897/1901), a quien sucedió tras su asesinato por un anarquista en la Exposición Panamericana, presidió el gobierno hasta 1909, caracterizándose en política doméstica por la regulación de las corporaciones y los monopolios, reformas favorables a la conservación, los derechos del consumidor y los trabajadores, la educación y la salud públicas, bajo el Movimiento Progresista.

En política exterior, ejerciendo supremacía hemisférica, Roosevelt firmó el tratado que le concedió en arriendo a EE. UU. el estratégico Canal de Panamá, impulsando su construcción, culminada en 1914. Medió en el conflicto de 1902 entre Venezuela, por un lado, e Inglaterra, Francia e Italia, cuyos buques bloquearon los puertos de la nación sudamericana en reclamo del pago de la deuda externa. Arbitró en el diferendo entre Francia y Alemania por Marruecos y contribuyó a poner fin a la guerra entre Rusia y Japón de 1904/05, recibiendo en 1906 el Nobel de la Paz.

Asumió un rol protagónico en el saneamiento, consolidación y servicio de la deuda dominicana en 1905 con el Modus Vivendi que antecedió a la ratificación de la Convención Dominico-Americana de 1907, mediante la cual Estados Unidos pasó a controlar las Aduanas destinando el 50% de los ingresos al pago de la deuda, el 5% a gastos de la Receptoría General de dirección norteamericana, entregando el 45% al gobierno dominicano. Reservándose EE. UU. el manejo de las obras públicas para garantizar su ejecución idónea.

En la organización de un servicio de Aduanas moderno, le tocó al coronel George R. Colton (quien sería Receptor General en Filipinas y Gobernador de Puerto Rico), la tarea de sentar sus bases, bregando contra el contrabando asentado en la Frontera con Haití -para lo cual se formó un cuerpo militar montado integrado por oficiales norteamericanos y personal dominicano- y se estableció una flotilla de guardacostas para enfrentar el flagelo que penetraba a través de los accesos marítimos de la media ínsula. 

Como recapitulara el coronel Colton, en reporte a su gobierno en 31/03/1907, "el progreso logrado para asegurar el reconocimiento de la ley en esa zona agreste de montañas y llanuras áridas que se extiende por la isla de norte a sur a lo largo del límite occidental de la República...se debe a los esfuerzos de ciudadanos estadounidenses que se ofrecieron como voluntarios para ese servicio y que han estado inmediatamente a su cargo". Asumiendo los riesgos de la tarea en plena "tierra de nadie", donde muerde con ferocidad sañosa el contrabando como modo de vida. Para Colton, ese "trabajo y los sacrificios que han hecho para lograrlo, son una ofrenda a la civilización".

Así, en cumplimiento del deber, "durante el año pasado, dos de estos hombres perdieron la vida a manos de forajidos en el centro de un pueblo fronterizo de 1,500 habitantes, quienes, por su ignorancia o su intimidación, no hicieron ningún esfuerzo por prevenir el crimen ni capturar a los criminales. Uno de ellos era el Receptor adjunto Charles P. Thurston, quien había prestado servicio en Filipinas, y el otro, el Inspector John Milbourn, quien llegó desde Puerto Rico, dado de baja del Ejército de Estados Unidos tras un excelente servicio.

El Sr. Thurston era soltero, sin familiares a cargo conocidos, pero el Inspector Milbourn dejó esposa puertorriqueña y tres hijos. A la Sra. Milbourn, el Gobierno dominicano le pagó voluntariamente 5,563 dólares por el fallecimiento de su esposo en el ejercicio de sus funciones como oficial de Aduanas de la República, como pago final de todas las reclamaciones por daños y perjuicios, que ella aceptó y recibió como corresponde.

El ataque que resultó en la muerte de estos dos valientes y eficientes oficiales tuvo lugar en Las Matas, distrito de Azua, el 6 de agosto de 1906, y fue liderado por dos de los contrabandistas más notorios de la Frontera. Inmediatamente después de perpetrarse el crimen, los culpables se separaron y se ocultaron en las montañas de Santo Domingo y Haití.

Sin embargo, los dos líderes fueron capturados en Haití, extraditados de allí y ahora se encuentran en prisión a la espera de juicio en esta capital. La captura de los demás, conocidos por estar implicados, ha sido imposible debido a la naturaleza del país donde se supone que se esconden, pero el Gobierno dominicano garantiza que no abandonará la búsqueda hasta que todos sean llevados ante la justicia.

Como se indicó en la revisión del año pasado, el servicio de Aduanas se encontraba sin transporte fluvial de ningún tipo, y la extensa costa de la República, con sus numerosas bahías y ensenadas, que ofrecen excelentes oportunidades para el contrabando, estaba completamente desprotegida.

Una aplicación más uniforme de la legislación arancelaria en los puertos de entrada y el cierre de la frontera sirvieron para estimular y hacer aún más rentable el comercio ilícito entre las costas de la República y las islas adyacentes, donde los aranceles son meramente nominales. Las mercancías que antes se transportaban de contrabando por tierra desde Haití ahora se transportaban por las costas en pequeños veleros, y el contrabando desde las Islas Turcas Británicas de libre comercio, que durante mucho tiempo ha sido un rasgo regular del comercio en la costa norte, aumentó notablemente, sin medios para interceptarlo o impedir la introducción de armas y municiones.

Para cumplir con estas condiciones, el 1 de junio de 1906 se estableció un servicio temporal de guardacostas. Se fletaron cuatro pequeños veleros y se asignaron a los distritos más sospechosos de albergar contrabandistas.

El efecto de este servicio se notó casi de inmediato por el aumento de la demanda de mercancías en los puertos de entrada, provenientes de lugares que antes se abastecían directamente desde el extranjero. Sin embargo, como los veleros empleados no eran lo suficientemente fiables para cumplir plenamente su función como guardacostas, su uso sólo sirvió para demostrar que el contrabando marítimo estaba afectando considerablemente los ingresos y que se requería un servicio permanente y eficiente para proteger las costas del comercio ilícito.

Por lo tanto, tras una cuidadosa investigación del asunto, previamente realizada, se firmó un contrato el 5 de junio con el Sr. Lewis Nixon, de Nueva York, en virtud del cual este debía construir y suministrar cuatro guardacostas adecuados para dicho servicio.

El último de estos cúteres llegó a Santo Domingo el 23 de diciembre, tras haber demostrado su navegabilidad al completar un tormentoso viaje en pleno invierno de más de 2,000 millas desde Nueva York sin sufrir accidentes ni daños. Construidos de acero, miden 75 pies de eslora, 10 pies de manga, 3 pies de calado, propulsados por motores de gasolina standard de 50 caballos de fuerza, alcanzan una velocidad de 12 nudos por hora y una máxima de 14.

Cada uno está armado con un cañón Hotchkiss de 1 libra de tiro rápido en la proa y un cañón automático Colt calibre .30 en la popa. Su costo en Nueva York, incluyendo armamento y cuatro lanchas auxiliares con motor de gasolina, no incluidas en el contrato original, fue de $14,260 c/u, o sea $57,040 por las cuatro. El costo del equipo y su entrega en Santo Domingo, incluyendo el seguro y demás conceptos, así como el transporte de regreso de las tripulaciones, ascendió a $16,449, lo que hace $73,489 el costo total de las cuatro embarcaciones listas para el servicio en aguas dominicanas. Lo cual considero un gasto muy razonable para la clase de embarcaciones recibidas."

De este modo, el Tío Sam atacaba el contrabando en 1907. Para su beneficio tutelar y para el nuestro como deudor temerario crónico.

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José del Castillo Pichardo, ensayista e historiador. Escribe sobre historia económica y cultural, elecciones, política y migraciones. Académico y consultor. Un contertulio que conversa con el tiempo.