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Santana no se suicidó (y 2)

De la política al lecho de muerte, la lucha médica del general Santana

El general Pedro Santana, según fiables evidencias documentales, padeció múltiples quebrantos de salud que a lo largo de su trayectoria política lo obligaron a renunciar momentáneamente a sus compromisos oficiales para buscar,  en su hato de El Prado, la tan necesaria recuperación física.

Hacia 1861, cuando consumó la Anexión a España, sus médicos ya habían certificado que sufría de fiebres inflamatorias, de discrasia humoral y de repetidos ataques de reumatismo poliarticular que le provocaron lesiones en el brazo derecho, así como parálisis de los dedos anular y auricular de la mano derecha.

Cuando en 1862 dimitió como Capitán General de Santo Domingo, en su comunicación a las autoridades españolas les explicó que el estado de su salud no le permitía "prolongar por más tiempo los esfuerzos que el bien de los pueblos exigía de mí". En esa ocasión, un periódico madrileño reseñó la noticia destacando que el general necesitaba "restablecer su quebrantada salud."

En 1864, de acuerdo con el general La Gándara, durante la permanencia de Santana en el campamento de Guanuma, fue víctima de una "fiebre perniciosa que en pocas horas le puso al borde del sepulcro", viéndose forzado a trasladarse a la capital "con las grandes precauciones que correspondían a un enfermo de tal importancia".

El médico e historiador Santiago Castro Ventura refiere que en esa época era costumbre recurrir a la orientación de curanderos que "planteaban diagnósticos y terapéuticas muy cuestionables". En el caso de Santana, los diagnósticos establecidos eran: fiebres inflamatorias e intermitentes (posible paludismo); gastritis crónica; discrasias sanguíneas; hepatopatía; reumatismo poliarticular; diarrea crónica; hidroceles; poliposis nasal y cirrosis hepática", entre otros padecimientos. La medicación adecuada entonces para tales males era "magnesia y bicarbonato para los problemas digestivos, sales de bismuto para las inflamaciones del estómago e intestinos, así como fricciones y baños para los problemas reumáticos". Es lícito conjeturar que algún brebaje especial de los que tomaba el enfermo fuera "el líquido negruzco" que uno de sus edecanes confundió con veneno. (Ver, Enfermedades de dominicanos célebres, 2004).

En la partida de defunción, que figura en el libro de Óbitos de la Catedral Primada de América, firmada por el presbítero Jaime Agusti, leemos: "Como Cura Ecónomo de esta parroquia de la Catedral de Santo Domingo, provincia y Arzobispado del mismo nombre, a los quince días del mes de junio de mil ochocientos sesenta y cuatro, mandé dar sepultura eclesiástica al cadáver del Excmo. Sor. Teniente General Don Pedro Santana, Marqués de las Carreras, de sesenta y tres años de edad, natural de Hincha... Falleció ayer de inflamación cerebral; habiendo recibido el Sacramento de la extremaunción: hizo testamento ante el Notario Don José Pérez..." (Emilio Rodríguez Demorizi, Papeles del general Santana, 1952).

La versión del supuesto veneno debía descartarse, pues, para el historiador Rodríguez Demorizi, "de haber sido cierto este suicidio, la autoridad militar española, con el General Gándara a la cabeza, hubiera explotado este hecho, dándole abultada publicidad, para deslustrar los méritos del fenecido".

"Lo único cierto -sostuvo-, lo que atestiguaron los deudos cercanos que rodearon su lecho de enfermo y de moribundo..., fue que el General Santana murió de un terrible cólico hepático, el que anteriormente le había repetido dos veces, enfermedad que según la opinión facultativa del mismo Dr. Delgado, podría ser mortal en caso de repetirse..."

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Historiador y ensayista. Especialista en historia dominicana.