Controlando la Frontera en 1907
La guerra arancelaria que definió el Caribe

El coronel George R. Colton, comisionado por Teddy Roosevelt para organizar las Aduanas en el país, reportaba el 31/3/1907 que "las condiciones de agitación existentes durante el último año no han sido del todo favorables para la reforma y sistematización de un servicio que, durante la vida de la República y hasta el establecimiento del Modus Vivendi (31/3/1905), ha sido foco de corrupción y motivo de conmoción. Los revolucionarios han considerado la segregación de los fondos aduaneros para su aplicación a las necesidades de la República como una pérdida personal, y el éxito del Modus Vivendi como presagio de su denegación permanente. El prejuicio y la influencia política se han opuesto a la reforma pretendida."
Quien sería Receptor de Aduanas en Filipinas y Gobernador de Puerto Rico, indicaba: "Pese a los obstáculos, se registran con cierta satisfacción los resultados obtenidos, que muestran una notable mejora y progreso en todos los sentidos. Los principales esfuerzos de la Receptoría durante el año que concluyó el 31 de marzo de 1907 se dirigieron a reprimir el contrabando y a lograr la uniformidad en la imposición de los derechos en los distintos puertos de entrada.
En una reseña de este servicio del año anterior, que se remonta a la fecha de su organización, se mencionó la falta de control aduanero en la frontera terrestre y el establecimiento de una guardia fronteriza para interceptar el comercio ilícito que se realizaba entonces con Haití.
Pero la magnitud de ese comercio y su efecto desmoralizador sobre el comercio de la República no se comprendieron hasta que se intentó seriamente suprimirlo. Poco se sabía, incluso por los dominicanos, sobre la región agreste a lo largo de la frontera con Haití, que forma el límite occidental de la República. Estaba gobernada por jefes locales, algunos de los cuales negaban lealtad a cualquier poder superior, mientras que otros afirmaban derivar su autoridad del gobierno central, pero se negaban a obedecer sus órdenes o a hacer cumplir la ley.
Prácticamente todos ellos y sus seguidores estaban interesados, directa o indirectamente, en el contrabando. Como afirma el ministro de Hacienda y Comercio en su último informe anual, «las transacciones comerciales habituales de la población fronteriza eran el contrabando».
Sin embargo, para una correcta distinción, cabe señalar que quienes más se beneficiaban del contrabando eran los extranjeros, principalmente los comerciantes turcos, sirios e italianos, mientras que los dominicanos involucrados eran meros instrumentos del oficio, que realizaban el trabajo requerido. Estas condiciones fueron permitidas por los débiles gobiernos que se sucedieron como precio de la paz.
Santo Domingo se esforzaba por recaudar altos aranceles de importación en tres lados de su territorio, mientras que el cuarto (frontera haitiana) estaba totalmente abierto al libre comercio.
Los aranceles de importación en Haití eran del 25 % ad valorem, frente al 73,8 % o más que se recaudaban en Santo Domingo. Por lo tanto, antes de la organización de la Receptoría, las mercancías extranjeras importadas a través de los puertos marítimos de esta República pagaban nominalmente un 73,8 % de aranceles y competían en el interior con las mercancías importadas a través de Haití, que no habían contribuido en nada a los ingresos de Santo Domingo y solo en 25 % a los de Haití.
Al investigar, se encontró que esta condición se había convertido en un factor tan reconocido en el comercio, que los importadores dominicanos la consideraban una competencia regular a enfrentar. La cual, al estar basada en el fraude, ejercía una influencia desmoralizadora sobre el comercio legítimo en toda la República, y sin duda indujo muchos de los engaños anteriormente practicados y métodos irregulares seguidos en la organización aduanera existente.
Los comerciantes e importadores de los puertos marítimos de este país tenían motivos fundados para exigir la aplicación uniforme de las leyes fiscales y esperar que, si el arancel aduanero se aplicaba estrictamente a las mercancías que se manejaban por los canales regulares, se eliminaría la competencia del contrabando en la frontera.
Sin embargo, cumplir con este requisito, en las condiciones descritas, ha sido y sigue siendo una tarea peligrosa y difícil, ya que implica interferir con el negocio establecido, pero ilegal, que ha proporcionado empleo a la gran mayoría de la población ignorante y primitiva que reside a lo largo de la frontera haitiana. Requería una acción independiente y el trato directo con los jefes locales en una región sobre la cual ni los gobiernos centrales de Haití ni de Santo Domingo ejercían control.
Sin embargo, la sujeción de la frontera a la regulación aduanera era esencial para la correcta administración aduanera de la República, y la labor para lograr ese propósito ha tenido tanto éxito que hoy en día prácticamente no se introduce mercancía ilegalmente para su venta o comercio a través de la frontera desde Haití.
Este resultado ha sido de suma importancia, no solo para los ingresos, sino también para liberar a todo el comercio del país del carácter especulativo que la competencia del contrabando le imponía anteriormente. Se ha eliminado así la principal causa del fraude que ha permeado el comercio. Y no menos importante, entre los beneficios que ha obtenido la República gracias a esta labor, ha sido la introducción de la civilización, el ejemplo de orden y la demostración de valentía y honestidad de propósito por una parte de su población, hasta entonces considerada incorregible, pero susceptible a la influencia a través del contacto con la auténtica decencia.
Los comerciantes extranjeros que han realizado sus operaciones ilegales en este país están comenzando a irse y, si no se interrumpe la labor de organización aduanera fronteriza, todos lo harán eventualmente, ya que no pueden pagar los derechos legales, más el costo del transporte terrestre en Haití, y competir con la mercancía importada directamente por mar a través de los puertos de entrada más cercanos a los mercados dominicanos que antes controlaban.
La comparación de los registros de 1905 y 1906 de las importaciones regulares de productos de algodón, que constituían una de las mercancías anteriormente importadas de Francia y contrabandeadas desde Haití, proporciona un ejemplo sorprendente de la revolución en el comercio provocada por el cierre de la frontera.
El valor total de estas mercancías importadas por canales regulares durante 1905 fue de tan solo 552,774 dólares, mientras que las importaciones legales de 1906 se valoraron en 1,136,358 dólares, un aumento de más del 100 %. Estas cifras adquieren mayor relevancia debido a que el aumento de las importaciones de 1906 representa más del doble de compras de esta clase de mercancías provenientes de Estados Unidos y Gran Bretaña; el excedente con respecto al año anterior, sin duda, reemplazó en gran medida las mercancías francesas que antes se contrabandeaban por Haití.
Las características generales de la organización aduanera fronteriza no han cambiado mucho desde su establecimiento en septiembre de 1905, pero su eficacia ha aumentado a medida que se ha ido ganando poder y controlando la situación.
La organización está compuesta hoy por la guardia aduanera y fronteriza, integrada por 118 dominicanos armados y montados, distribuidos a lo largo de 150 millas de frontera haitiana; 3 inspectores estadounidenses receptores adjuntos en los puertos del interior que comandan la guardia en sus distritos; 1 inspector general estadounidense y un receptor adjunto estadounidense con control inmediato y mando sobre todo el cuerpo.
Una adición al servicio, realizado reciente, ha sido el establecimiento de la primera comunicación postal terrestre entre los puertos marítimos de Monte Christi, al norte, y Barahona, al sur, conectando así todos los pueblos y barrios del interior con el mundo exterior, lo cual es apreciado por sus habitantes y debería ser de gran beneficio. Ese servicio lo realizan las patrullas de la guardia, que recorren constantemente la línea dentro de ciertos límites, y cada una de ellas recoge el correo de las estaciones de guardia utilizadas como oficinas de correos temporales en su territorio y lo envía a través de sus patrullas de enlace.
En El Fondo, en el extremo sur de la línea, se ha erigido una aduana y fortaleza de piedra de 48 p2, con muros de 20 pies de altura, cuya construcción costará unos $3,000. Este edificio proporcionará oficinas aduaneras adecuadas para el distrito de Tierra Nueva y está construido para usarse como refugio y defensa en caso de emergencia. Se ha autorizado otro edificio de características similares y fines en Comendador, próximo al centro de la línea norte-sur, por un costo de $2,750. El gasto total de aduanas y guardia fronteriza del año pasado ascendió a $55,167.54, y aunque es suma mayor al mantenimiento anual de ese servicio debido a la compra de equipo permanente e imprevistos, es insignificante respecto a los beneficios que se derivan.
Dado que el importe de este gasto se ha deducido de los ingresos brutos antes de la división, se ha pagado en una proporción aproximadamente igual del 45 por ciento que corresponde al Gobierno dominicano para cubrir sus gastos corrientes y los fondos disponibles para el pago de los gastos aduaneros (5 %).
El progreso logrado para asegurar el reconocimiento de la ley en esa zona agreste de montañas y llanuras áridas que se extiende por la isla de norte a sur a lo largo del límite occidental de la República, que rara vez ha sido atravesada por extranjeros y a la cual ningún dominicano de fuera entra voluntariamente, se debe a los esfuerzos de los ciudadanos estadounidenses que se ofrecieron como voluntarios para ese servicio y que han estado a cargo de la obra.
Son hombres valientes, típicos de quienes han atravesado las fronteras salvajes de nuestro territorio, que hablan poco, pero hacen cosas. Que se avergonzarían de un cumplido, pero que se regocijan en su propia hombría. Con ellos, Santo Domingo tiene una deuda que no puede saldar, porque los resultados de su trabajo y los sacrificios que han hecho para lograrlo no se pueden medir en dólares. Son una ofrenda a la civilización."
Otro jalón modernizador.