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Mal de remesas

El impuesto a las remesas obliga a repensar nuestras vulnerabilidades, pero es posible que en R.D. no decaigan como en otros países

Recientemente recibió aprobación congresional el presupuesto para 2026 de los EE.UU. el cual incluye un impuesto de 1 % sobre las remesas que no originen en cuentas o tarjetas de débito o crédito emitidas por instituciones financieras estadounidenses.

Esta medida fue recibida con preocupación en la región latinoamericana que recibe unos USD$160,000 millones, un quinto del total, de las remesas mundiales, la mayor parte desde EE. UU.

Según el Banco Mundial, las remesas mundiales se han duplicado desde el año 2000 a USD $818,000 millones en 2023 representando aproximadamente el 0.8 % del PIB mundial.

En Latinoamérica, las remesas familiares superan varias veces las ayudas intra-gubernamentales para el desarrollo y compiten en valor con la inversión extranjera, el 40 % del cual se concentra en cinco economías emergentes.

Así, las remesas distribuyen riqueza de manera más amplia y asisten directamente a los ciudadanos más necesitados.

El principal beneficiario en la región es México que recibió en 2024 unos $62,529 millones, de los cuales el 96.6 % proveniente de EE. UU., principalmente desde California y Texas. Su presidenta planteó reiteradamente que el impuesto de 5.0 % originalmente propuesto sería altamente dañino.

Este 5.0 % solo aplicaba a remesas realizadas por extranjeros en efectivo. Lo anterior sugería que la medida estaba orientada más a limitar los flujos de fondos ilícitos - otros grandes beneficiarios son La India, China, Filipinas y Pakistán - ya que el solo el 38 % de las transferencias se realizan por medios electrónicos.

Ante la oposición del sector financiero, los países afectados y la posibilidad de evitar el impuesto canalizando pagos a nombre de ciudadanos, el impuesto se rebajó primero a 3.5 % y luego a 1.0 %, pero aplica ahora al total de los envíos, aunque los estadounidenses que utilicen medios digitales pueden solicitar un reembolso.

La recaudación esperada sería de unos USD$7,500 millones en los próximos diez años.  

Como porcentaje de su PIB, sin embargo, las remesas son más importantes en economías pequeñas como Honduras, El Salvador y Jamaica donde representan más del 20 % de sus respectivas economías o que presenten inestabilidad política como Cuba, Haití y Nicaragua.

En cuanto a R.D., somos el décimo país mayor receptor de remesas del mundo y el tercer mayor por volumen en la región latinoamericana.

Pero a diferencia de México, donde las remesas vienen desacelerando desde 2022 y presentan seis meses con crecimiento negativo desde abril pasado, en R.D. las remesas muestran una tendencia al alza desde 2023 alcanzando un crecimiento del 11.9 % para el periodo enero-mayo 2025, el mayor crecimiento en una década con la excepción del efecto post-pandemia cuando casi se duplicaron.

Las remesas dominicanas crecen a pesar de que el modelo de la reserva federal que identifica un factor común de variabilidad coincide con una caída de las remesas mundiales en 2009 y después de 2022. ¿Estará la R.D. exenta de esta tendencia? ¿Y reaccionará diferentemente ante el impuesto?

La explicación radicará en factores como el porcentaje de trabajadores ilegales provenientes de ambos países, el tipo de industrias en las cuales se concentran los empleos y la propensidad a utilizar los medios de transferencia electrónicos.

Es posible que la mayoría de los dominicanos sean residentes legales de segunda generación y estén empleados en áreas de comercio e industria más que agricultura, con un mayor nivel educacional y propensidad a utilizar medios financieros digitales lo cual favorecería la continuidad de estos flujos tan importantes para la estabilidad macroeconómica y social del país.


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Economista Senior de firma Intelligent Economics.