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Cañoneras Benevolentes

De la bancarrota al superávit, el milagro financiero dominicano de 1907

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Cañoneras Benevolentes

El 31 de marzo de 1907, Geo R. Colton, Contralor y Receptor de Aduanas en Santo Domingo, reportaba a su gobierno, presidido por Theodore Roosevelt, sobre los resultados de los dos años transcurridos tras la entrada en vigor el 31/3/1905 del Modus Vivendi para el manejo de nuestra deuda externa. "La República Dominicana ha pasado del caos financiero y la anarquía política a una situación de relativa tranquilidad y seguridad, mientras que su comercio se ha desarrollado notablemente gracias a la mejora de las condiciones comerciales y la creciente seguridad de la paz."

Aludiendo que, "al contrastar las condiciones actuales con las pasadas, el Ministro de Hacienda y Comercio Federico Velásquez, en su informe anual de 1906, expresaba:

Las partidas de ingresos durante el año de 1905 y las de 1906 hablan claramente, con renovada elocuencia, del hecho de que desde hace algún tiempo hemos estado viviendo en los cargos públicos, una vida de orden y honestidad, cuando hace sólo unos años, con pocas excepciones dentro y fuera del palacio nacional, la vida era de desvergüenza, dilapidación, codicia y permanente desgracia para la República. Siendo la causa principal de por qué nuestro débil Estado se ha sentido más de una vez temblando al borde del abismo, y de que durante mucho tiempo nos hayamos encontrado sin autonomía económica, agobiados por deudas, injustificables en su mayor parte, sufriendo insultos y humillaciones.

Gracias al Modus Vivendi, hemos vivido dos años con relativa holgura y acumulado una cantidad considerable de dinero destinada al pago de dichas deudas."

El reporte ponderaba los efectos del Modus Vivendi. "Los beneficios financieros inmediatos para la República de esa sabia medida, adoptada mediante decreto del 31 de marzo de 1905, pueden demostrarse de forma clara y concisa con el examen comparativo de los datos en los informes anuales de 1905 y 1906 del Ministerio de Hacienda y Comercio.

Del primero se desprende que, el 1ro de enero de 1905, el tesoro nacional se encontraba totalmente desprovisto de fondos, y que, para el siguiente 1ro de abril, el Gobierno se había atrasado en sus gastos corrientes en aproximadamente 100,000 dólares, que adeudaba a empresas locales. El informe muestra que, a finales de 1905, nueve meses después de vigencia del Modus Vivendi, el Gobierno, luego de pagar todos los gastos y subsanar la escasez existente al 1ro de abril, contaba con $838,994, tras haber recaudado ingresos desde el 1ro de enero por un total de $2,427,802, los mayores de cualquier año en la historia de la República.

El total de ingresos recaudados durante el año siguiente superó al de 1905 en $1,398,876, o sea 57.6 % más, totalizando $3,826,679. El saldo disponible al final de ese período, al 31 de diciembre de 1906, incluyendo $2,317,607 reservados para la deuda pública, ascendía a $2,607,977.

De modo que, si bien el Gobierno dominicano no pudo cubrir sus gastos corrientes y se hallaba retrasado antes del 1ro de abril de 1905, a veintiún meses después de esa fecha había ahorrado de sus ingresos aproximadamente $2,700,000. Al mismo tiempo, había recibido el 45 % de sus ingresos aduaneros y gastado adecuadamente más dinero del que jamás había recibido en el mismo período. A estos resultados, el Departamento de Aduanas operado bajo la supervisión de la Receptoría, aportó $5,415,241, o sea, el 86 % de los ingresos totales recaudados.

Préstamo propuesto. Mientras tanto, basándose en la demostración de que la República era plenamente solvente y capaz de cumplir con sus obligaciones en las cantidades y proporciones que, tras una conferencia con los acreedores, se consideraran equitativas o legales para su ajuste, y en el supuesto de que el plan general del Modus Vivendi se adoptaría formalmente y se reforzaría mediante un nuevo tratado con los Estados Unidos, del cual esa fórmula temporal era precursora, el Ejecutivo dominicano pudo negociar la venta de $20,000,000 en bonos de fondo de amortización a 50 años, al tipo favorable del 0.96.

Esta transacción estaba condicionada a la ratificación del aludido tratado y al acuerdo de que el producto del nuevo préstamo se destinaría, primero, a la extinción de la deuda anterior, que se había reducido bajo acuerdo con los acreedores y por concepto de pagos en efectivo, de más de 33 millones a 17 millones. En segundo lugar, a la cancelación de ciertas concesiones gravosas para el país, y el resto para mejoras públicas.

Nuevo tratado negociado. El tratado original del 7/2/1905, que pretendía cumplir condiciones más complejas y se prorrogó innecesariamente, fue retirado y se negoció y firmó en Santo Domingo el 8 de febrero de 1907 uno nuevo. Mucho más simple en su forma, pero con todas las disposiciones necesarias para el préstamo propuesto y la gestión de los ingresos aduaneros por parte de agentes estadounidenses para su amortización. Este tratado fue aprobado por el Senado estadounidense el 25 de febrero de 1907 y se encuentra a la espera de aprobación del Congreso dominicano, con las garantías de una pronta ratificación [efectuada el 3 de mayo 1907].

Tras su aceptación y la finalización de los acuerdos financieros correspondientes, Santo Domingo se habrá transformado en poco más de dos años de un Estado en bancarrota -sin crédito ni en el país ni en el extranjero, consumido por revoluciones internas y amenazado por acreedores externos- en un país solvente y pacífico, con cierta dignidad y potencial.

La patriótica labor de llevar a la República hasta este punto no ha sido tarea fácil para los dominicanos con la inteligencia, la paciencia y el coraje necesarios para oponerse con éxito a las abrumadoras adversidades que los han acosado. Los empresarios y propietarios importantes de todo el país, por regla general, han favorecido los planes de reforma, pero estaban demasiado desanimados por los eventos pasados para albergar grandes esperanzas de su realización, inclinándose a la indiferencia.

Los revolucionarios políticos, que vieron limitadas sus oportunidades por la eliminación de la posibilidad de explotar los ingresos aduaneros, han sido los enemigos acérrimos del tratado, esforzándose, mediante tergiversaciones, en incitar a las clases ignorantes a una resistencia forzosa.

A esta influencia se sumó la oposición de casi todos los políticos en desuso, quienes creían que cualquier disposición que fortaleciera al Gobierno lo consolidaría, al tiempo que haría permanente en ellos el alejamiento involuntario del poder. Muchos de los que se declaraban partidarios de la reforma creían que, sólo por ello, debían ser recompensados con la exención de cualquier disposición que pudiera interferir con sus intereses personales.

De éstos, el Ministro Velásquez, en su informe anual de 1906, nos dice lo siguiente: Tan contrarias al orden son las costumbres y tan inveterado en general se ha hecho el hábito del desorden, que muchos de los hombres que teóricamente manifiestan entusiasmo por el establecimiento de un orden regular y sistemático, comprendiendo que sólo así es posible la salvación del país, cuando se llega a la práctica real, al hallar que tal estado de cosas se les impondría, sujetando su vida a ciertas limitaciones no conformes a las costumbres ya arraigadas, en oposición a ciertos intereses creados, se rebelan contra la reforma salvadora, acusando al encargado de su ejecución por su perseverancia y fe en ejecutarla.

Estas condiciones serían indicativas de los obstáculos aparentemente insuperables que han enfrentado los dominicanos patriotas que ahora, con la ayuda del Modus Vivendi, parecen estar a punto de estabilizar su país en forma permanente.

La influencia dominicana más poderosa ha sido la de Emiliano Tejera, Ministro de Relaciones Exteriores, quien ha servido a su país con honor durante los últimos cuarenta años, siempre que surgiera una oportunidad de rescatarlo de la anarquía. Sus esfuerzos se han dirigido a aliviar al pueblo de las cargas con las que ha sido torturado por la inhumanidad y la deshonestidad del bandidaje político. En esta crisis ha sabido hablar del pasado y aconsejar para el futuro con autoridad. Sus palabras inequívocas han avergonzado públicamente a los líderes que han deshonrado a su país y que desean continuar explotándolo.

Las siguientes frases del informe anual de 1906 de este ministro, se citan como muestra de las prácticas políticas depravadas que han prevalecido en la República, y por la vehemencia con la que se apela a una mayor fe en el tratamiento de los asuntos nacionales:

Me complace que el patriotismo esté siempre alerta; ese es su deber en los países débiles; y cuando llegue la hora del sacrificio, que se proclame a los cuatro vientos, y que se repita el heroísmo antiguo y moderno, no desconocido en territorio dominicano. Pero no creo que sea bueno dejarnos intimidar por fantasmas ni dar la voz de alarma cuando no hay enemigos en el horizonte, ni amedrentarnos al oír las voces de los antiguos saqueadores, ahora disfrazados de patriotas, hablando con el único propósito de encontrar a alguien que compre su silencio o les dé un bocado para roer. La independencia nacional no está en peligro porque tomemos un préstamo para cumplir con nuestras obligaciones.

Pero la independencia se ve comprometida al provocar discordia y fomentar hostilidad entre hermanos; al impedir que se dé fin a la antigua explotación por parte de comerciantes extranjeros, quienes, a causa de usufructuar los derechos de aduana y para provocar y sostener la guerra civil, prestaron diez dólares para obtener mil entre el llanto y los lamentos de viudas y huérfanos; al obstruir e impedir el establecimiento de un sistema que nos permita instruirnos y mejorarnos para producir lo necesario para la vida; en una palabra, civilizarnos y no ser en el futuro un peligro ni una vergüenza para los países que nos rodean, quienes tienen derecho a intervenir para evitar que vivamos en la barbarie.

¡Oh, qué falta de sentido común mostraría el pueblo dominicano si creyera que su independencia se vería mermada si se impidiera y quitara a los malos gobiernos el poder de endeudarlo con fuertes montos para enriquecer a los funcionarios y a sus protegidos!"

Teddy, el Benevolente, plantaba su huella en Santo Domingo.

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José del Castillo Pichardo, ensayista e historiador. Escribe sobre historia económica y cultural, elecciones, política y migraciones. Académico y consultor. Un contertulio que conversa con el tiempo.