Un país de trenes soñados
¿Por qué República Dominicana aún no tiene su tren bala?

Tengo una amiga que se perdió en Japón. Caminó hacia un tren, lo abordó y se perdió entre muchos japoneses. Ella intentó comunicarse con alguien, pero es sabido que los japoneses no quieren hablar mucho con extranjeros. O al menos, eso es lo que dicen.
El presentimiento de mi amiga era que algún japonés le diría, en el idioma de Occidente —el infaltable inglés—, hacia dónde tenía que dirigirse para retornar al punto de partida. Intentó hablar inglés y fue entendida por algún vigilante que iba a bordo y que la dejaría en otra parada. El temor de algunos es perderse bien lejos, donde nadie hable el idioma de Shakespeare. Aquí pensamos que podemos construir trenes del estilo de los japoneses, trenes bala que se aceleran mientras la carretera te muestra un paisaje muy bonito. Algunos han soñado con trenes que crucen el Cibao y lleguen a Puerto Plata, trenes que lleguen desde Santo Domingo hasta el centro de la isla.
En un artículo viejo, me he referido a esos trenes, pero también a los antiguos, los que sí existieron en el Cibao e iban desde las fincas hasta Sánchez. Es bien sabido que se sacaban los frutos de la tierra, que eran embarcados luego en los muelles de Samaná. Ahora esperamos que nos digan que los trenes bala de Japón serán copiados por ingenieros eficaces. Nos construirán, dice este aserto, un tren bala que se meta en Santiago en unos cuantos minutos. No hemos calculado el tiempo del recorrido, pero este cálculo se haría fácil con una investigación esclarecedora. Los trenes tienen una especie de magia que denuncian esos ingenieros y arquitectos. Si añoramos los trenes que la historia nos muestra que existieron, deberá ser porque somos un país de trenes soñados.
Ya tenemos un tren: el metro de Santo Domingo. Intentamos rápidamente ampliar su red —Los Alcarrizos—, para expandir su radio de acción. Muchos dicen que este tren puede llegar a Santiago y que solo faltaría un empresario visionario que lo diseñe, lo construya y lo ponga en marcha. Nos dicen muchas cosas: la empresa que debe construirlo, el tiempo que tomaría y el presupuesto del proyecto. La amiga que se perdió en Japón puede dar su testimonio. Si Elon Musk se prepara para ir a Marte, ¿por qué no podemos tener proyectos similares?
Algunos sostienen que no tenemos que irnos tan lejos en el planeta (Japón es muy lejano), sino que Estados Unidos es un ejemplo del desarrollo vial. Nos dicen que debemos entender cómo se construyen los trenes y las autopistas. Nos conocemos como constructores, argumentan otros. Nos dicen que construir el tren soñado, el bala que vaya a Santiago, es algo que harán nuestros descendientes.
De tiempo en tiempo, sacamos los trenes al aire: estudiamos la historia de esos medios de transporte. Antes, nos servían para transportar frutos de la tierra y pasajeros. Pero el tema de los ingenieros es cómo hacerlo rentable y cómo desbrozar el recorrido entre montañas. A decir verdad, no hay un monte tan grande que no permita que la línea férrea penetre hacia el Cibao. Ya la autopista Duarte hace algo parecido. Cuando nuestra amiga se perdió en el tren, fue porque tomó una vía diferente. Tuvo que hacer el viaje de regreso: tuvo que retornar por terreno ya recorrido.
En los años 90 del pasado siglo, los autobuses Metro llevaban a los pasajeros de Santo Domingo a Santiago. Le ponían películas de acción a los pasajeros, de aquellas del tipo de las de Schwarzenegger, jamás un concierto de Schubert. Se visualizan trenes que pongan otro tipo de música, que hagan lo que tienen que hacer para que los pasajeros se sientan cómodos. Nuestra amiga encontró la vía de retorno a casa. Les explicó a todos lo que tuvo que pasar en ese viaje único, donde aprendió a hablar a través de las señas.
El tren se piensa como uno de los sueños nacionales largamente acariciados por un número importante de viajeros. Ya no será el tren que va a Sánchez, sino uno que nos lleve a Puerto Plata. Uno piensa que en los ochenta había un grupo de turistas que utilizaban motocicletas para ir a las diversas zonas de Puerto Plata: eran alquiladas. El tren bala que algunos imaginan parece que no tiene asidero científico todavía: ya habrá el momento en que diseñemos lo que nos convenga. Algunos ya piensan en una línea férrea que recorra todo el Norte: Long Beach, Cofresí, Sosúa, Cabarete, Cabrera, Río San Juan, Nagua, Samaná. Todos queremos que este país se enrumbe por los caminos del desarrollo, y soñar un tren no tiene por qué ser algo innecesario. A fin de cuentas, el país se recorre en dos o tres horas.