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Jalones de modernización

Lilís, Cáceres y Trujillo, el autoritarismo como motor del desarrollo

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Jalones de modernización
Woodrow Wilson (FUENTE EXTERNA)

La modernización capitalista impulsada bajo Ulises Heureaux, designado por la ya proverbial lambonería oficial con el pomposo título de Pacificador, tras un interregno de inestabilidad infructuosa marcado por gobiernos breves, continuó su curso al asumir el mando el general Ramón Cáceres Vásquez, alias Mon (1906/11), justo uno de los matadores de Lilís en la emboscada mocana del 26 de julio de 1899. Durante cuyo mandato el águila imperial clavó sus garras administrativas sobre la presa insular dominicana para sostenerla con firmeza por décadas.

Así, mediante la consolidación de la deuda externa y el establecimiento de la Receptoría General de Aduanas, por virtud de la Convención Dominico-Americana de 1907 destinada a estabilizar las bamboleantes finanzas públicas, Estados Unidos asumió el control exclusivo de la deuda dominicana y se hizo cargo del cobro de las rentas aduanales para garantizar su servicio con la aplicación del 50 % de los ingresos, entregando a su vez el 45 % al gobierno y reservando el 5 % restante para gastos operativos de la Receptoría.

La obra de Cáceres extendió el Ferrocarril Central desde Santiago a Moca, amplió las redes telegráficas y telefónicas, reconstruyó facilidades portuarias, auspició la tecnificación agrícola con escuelas experimentales como las de Moca y Haina e inició el plan de conexión troncal de carreteras desde la capital, alcanzando hasta Los Alcarrizos en la ruta hacia el Cibao. Al tiempo que se abrieron tramos viales entre La Vega y Moca, Santiago y Navarrete, San Pedro, Hato Mayor y El Seybo.

En Santo Domingo, Cáceres fomentó el desarrollo de la Carretera del Oeste en varios tramos sucesivos, orientada a enlazar la vieja urbe -pasando su trayecto por las estancias solariegas de familias principales que la bordeaban-, con los referentes de Güibia, San Gerónimo, Haina y San Cristóbal como meta, facilitando el rodaje de los modernos automóviles que emblematizaron el siglo XX. Paradójicamente esta fue la ruta escogida por sus victimarios para ejecutar la fatídica asechanza en franco convivio juvenil.

Medio siglo después le correspondería al llamado Benefactor de la Patria encontrar su destino rumbo a la Ciudad Benemérita en una vía de su patrocinio, un afortunado 30 de mayo.

En el plano institucional Cáceres estableció la Guardia Republicana, reputada por su "línea dura" y promulgó una Ley de Franquicias Agrícolas que fomentó la inversión en gran escala en la agroindustria, como lo ilustra el caso elocuente del Central Romana de la South Puerto Rico Sugar Company, su mayor beneficiario.

Tras otro ciclo de inestabilidad política que inició en 1911 con el asesinato de Mon Cáceres el 19 de noviembre durante su acostumbrado paseo vespertino por el Camino de Güibia, a cargo de un grupo variopinto de jóvenes sureños a la cabeza el hijo del canciller Emiliano Tejera, la impronta modernizadora prosiguió con más bríos a la llegada de los oficiales del US Marines Corps y el US Navy para imponer "la ley y el orden" durante la Ocupación Americana (1916/24) ejecutada en la presidencia del demócrata Woodrow Wilson (1913/21), Nobel de la Paz en 1919.

Coincidiendo este episodio con el boom azucarero durante la Primera Guerra Mundial (1914/18) y los primeros dos años de postguerra, y la entrada en operación de grandes ingenios como los centrales Romana y Barahona.

Los oficiales norteamericanos, verdaderos administradores, actuaban bajo el control jerárquico del Bureau of Insular Affaires del Departamento de Guerra de EE. UU., creado en 1898 para manejar los territorios asimilados de Puerto Rico, Cuba y Filipinas. Impulsaron transformaciones estructurales en varios órdenes. Desde la formación de la Guardia Nacional como cuerpo profesional, la promulgación mediante Orden Ejecutiva de la Ley de Registro de Tierras que instauró el Sistema Torrens, así como la Ley de Educación con Julio Ortega Frier como Superintendente de Enseñanza y un Consejo Nacional de Educación.

Las reformas incluyeron la Ley de Sanidad que habilitó la Secretaría de Sanidad y Beneficencia en 1919, instalándose 3 hospitales, el Laboratorio Nacional y promoviéndose la incorporación de facultativos norteamericanos y puertorriqueños a los servicios de salud. Realizándose campañas sanitarias masivas para combatir el paludismo, la viruela, la influenza, la sífilis, la tuberculosis, la lepra, la malaria, el tracoma.

Estos oficiales se hallaban Imbuidos por una suerte de "misión civilizadora" marcada por la ideología del movimiento de reforma progresista que caracterizó a los Estados Unidos en las décadas iniciales del siglo XX. Misioneros de kaki y polainas, tocados con sombreros de fieltro oliva, enseñoreados con sus cañoneras en el Mare Nostrum del Caribe y Centroamérica. Cuba y Puerto Rico, las Islas Vírgenes danesas (Saint Thomas y Saint John), Haití y Santo Domingo, Nicaragua, Panamá y su estratégico Canal, Venezuela acogotada por la deuda externa, fueron puntos focales de la ola expansiva del Norte.

Ya en 1905 el presidente Theodore Roosevelt (1901/09), el hombre del Big Stick a quien adjudicaron en 1906 el Premio Nobel de la Paz, había enviado al país a Jacob Hollander, un prestigioso economista de Johns Hopkins experto financiero, para evaluar la situación de la deuda dominicana -con reclamaciones que montaban a casi US$40 millones- y proceder a su reajuste (reducción de unos US$17 millones). De cara a su consolidación en un solo acreedor y a la adopción de un esquema de administración para su servicio, mediante una Receptoría General de Aduanas manejada por oficiales de EE. UU. por más de tres décadas desde su implantación en 1907.

Aparte su rol como Comisionado Especial Plenipotenciario, Hollander fungiría como Asesor Financiero. Como lo consigna en un texto sobre esta experiencia, en la distribución de los fondos "se acordó la provisión de un monto considerable residual para la construcción de mejoras públicas permanentes". Procediéndose a la designación por EE. UU. del Director General de Obras Públicas, garantizándose calificación técnica y eficiencia administrativa en los planes de obras públicas, restándole peso al clientelismo partidista local en su asignación.

Un simple repaso de los proyectos desarrollados en las dos primeras décadas del siglo XX nos muestra a los arquitectos e ingenieros norteamericanos involucrados en el rediseño del Palacio Consistorial ubicado frente al Parque Colón. Al arquitecto de origen checo Antonin Nechodoma, con récord profesional en Puerto Rico, con intervención en obras locales como el Parque Independencia en Santo Domingo, la iglesia San Pedro Apóstol, el Matadero y el Mercado municipales de San Pedro de Macorís.

Figuran los norteamericanos en el edificio de la Receptoría General de Aduanas impulsado por William Pulliam en la Colina de San Carlos e inaugurado en 1914, cedido en 1925 al gobierno de Vásquez para alojar la Mansión Presidencial. En la conversión del antiguo Convento de los Jesuitas (empleado como Teatro La Republicana) en la Contaduría General de Hacienda.

Del mismo modo, aparece la impronta estadounidense en el diseño suscrito por J.B. Mayers de un modelo de escuelas en San Carlos, Santo Domingo -la Escuela Normal de Varones frente al Parque Independencia-, Azua, Baní y San Pedro de Macorís. En la Estación Experimental de Agricultura en Haina, el Leprocomio de Nigua, el Matadero de San Juan de la Maguana y un hospital en El Seibo.

Calza en la reforma del edificio de la antigua Cervecería sita en la José Gabriel García para alojar a Obras Públicas y en la Capilla de la Tercera Orden (donde operó la Escuela Normal de Hostos) para habilitar la Biblioteca Municipal. En Suministro y en el Hospital Evangélico (Internacional) gestionado por Barney Morgan. Y en el aporte de W.E. Brown en escuelas, puentes, muelles y otras edificaciones.

En el sistema de carreteras troncales para enlazar la capital y el Cibao con la Duarte, el Sur con la Sánchez y el Este con la Mella. Plasmando el patriciado trinitario en la infraestructura vial dominicana. Estampando su sello civilizatorio en el fomento de escuelas rurales y estaciones experimentales agrícolas, así como en el vigoroso programa de edificación de cárceles ejecutado bajo Horacio Vásquez (1924/30).

En este proceso de consolidación capitalista en una República Dominicana tutelada, la continuación de la tarea modernizadora correspondió al general Horacio Vásquez (1924/30), otro de los conjurados mocanos en la encerrona magnicida que liquidó a Lilís, primo de Ramón Cáceres. Reconocido como un prestante y popular caudillo de notas democráticas benefactoras, culminó su gestión escenificando uno de los papeles más penosos del sainete político criollo, arbitrado por la legación diplomática americana a cargo del diligente ministro Charles B. Curtis.

Episodio que viabilizó la entronización del brigadier Trujillo en el poder a la sazón jefe de la Fuerza. Bautizado poéticamente por el tamborileño Tomás Hernández Franco, enrolado en la marcha de Santiago a Santo Domingo, como "la más bella revolución de América".

Esta saga modernizadora sería ampliada bajo la dictadura monopartidista y egocéntrica de Trujillo (1930/61) y retomada con creces por uno de sus señeros colaboradores, Joaquín Balaguer, en el curso de los 12 Años (1966/1978). Hijo de Carmen Celia Ricardo Heureaux, prima hermana de Ulises Heureaux, este nexo trazaba un arco familiar virtuoso tocado por la ética del progreso material y el sello del autoritarismo instrumental, iniciando a los 67 años del deceso trágico del pariente pacificador. Con extensión de 10 años de ejercicio democrático (1986/96), reclamado a fin de retomar proyectos descontinuados en el ciclo de 8 años del PRD, tímido en realizaciones materiales.

De modo que el país viene creciendo y modernizándose, como tendencia de largo aliento y alcance, desde hace casi 150 años. No sólo ha sido en las décadas más recientes analizadas certeramente por Frank Moya en El Gran Cambio. Eso hace la diferencia monumental que contrasta con el desventajado vecino Haití en fundamentos de desarrollo. Amén de otras dimensiones distintivas, evidentes cuando nos miramos al espejo.

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José del Castillo Pichardo, ensayista e historiador. Escribe sobre historia económica y cultural, elecciones, política y migraciones. Académico y consultor. Un contertulio que conversa con el tiempo.