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El miedo a perder el trabajo

Por qué no debemos callar ante el abuso laboral

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El miedo a perder el trabajo
La cultura del silencio perjudica a los trabajadores. (SHUTTERSTOCK)

Hay quienes están dispuestos a aguantar todo por mantener un trabajo. Claro, esa no soy yo. Y no me malinterpreten: valoro mi empleo y necesito mi salario, pero el maltrato y las faltas de respeto no los tolero, así vengan de una persona con el poder de cambiar mi situación laboral de empleada a desempleada en cuestión de minutos.

Una de mis cualidades es que inspiro confianza, lo que hace que amigos y colegas se desahoguen conmigo en espera de un consejo certero. Casi siempre les digo lo que quieren escuchar, pues con el tiempo he entendido que eso me ahorra largas conversaciones.

Ahora bien, cuando me comentan sobre abusos que suceden en su entorno laboral, la cosa cambia: bien pudiera decir "Deja eso así, ningún trabajo es perfecto", porque sería la manera idónea de terminar la plática, pero la verdad es que me cuesta no plantear mi parecer.

¿Por qué los empleados debemos callar ante injusticias? ¿Por qué creemos que hablar puede costarnos el puesto? Probablemente en la empresa en la que laboramos ni siquiera haya antecedentes de represalias, sino que nosotros mismos hemos llegado a pensar que, si no queremos perder nuestro empleo, lo mejor es ser un trabajador que diga "sí, señor" a todo.

Y, aunque parezca contradictorio, hay que tener presente que a las empresas no les conviene contar con empleados que actúen solo por miedo.

"El exceso de miedo al despido tiene efectos negativos en la salud mental y afecta, además, el clima y la cultura organizacional", comenta la psicóloga organizacional Gertrudis Ferreyra. Entre las consecuencias en el ámbito laboral cita que puede generarse un clima de competencia negativa, deslealtad y falta de compañerismo.

En los debates que genera mi opinión sobre el tema, están los que me dicen que no entiendo su realidad, pues su "trabajito" es su única fuente de ingreso y tienen compromisos económicos con los que deben cumplir. Como si esa no fuera también mi situación y la de la mayoría.

Pero también me encuentro con los que valoran el peso del empleo en sus vidas igual que yo: saben que un despido no es sinónimo de fracaso profesional y que fuera hay otras oportunidades que probablemente se ajustan mejor a los intereses y metas.

Me alegra saber que esa mentalidad suele venir de jóvenes. Me demuestra que las nuevas generaciones tenemos un gran potencial para transformar los entornos laborales.

Sí, es cierto que pensar en varios meses sin recibir salario asusta, pero si te has encargado de capacitarte, has aprendido todo lo que has podido en tu puesto y te has dedicado a alimentar religiosamente tu fondo de emergencia, el despido no tiene por qué generarte temor.

Recuerda: ningún trabajo vale tu dignidad.

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Periodista de Revista. Le apasiona escribir sobre salud mental y relaciones de pareja. De no ser periodista, sería psicóloga con un blog.