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Las narrativas del 30 de mayo (2 de 2)

¿Por qué persisten las mentiras sobre el asesinato de Trujillo?

La narrativa trujillista sobre el 30 de mayo, plagada de calumnias e infundios contra los conjurados, fue recogida y divulgada por destacados personeros del régimen dictatorial a través de crónicas periodísticas, libelos, libros y la tradición oral, entre otros medios.

A falta de información fiable sobre el complot tiranicida, gran parte del imaginario mnemónico del colectivo se nutrió del discurso oficial trujillista que mantuvo su hegemonía hasta que, hacia el final del pasado siglo, afloraron nuevas fuentes documentales sobre la conspiración que permitieron reconstruir el acontecimiento de manera diferente a como se había representado.

Otro factor que fomentó un mayor desconocimiento acerca del proyecto libertador de los conspiradores, fue el hecho de que durante varios años la gesta del 30 de mayo se mantuvo fuera del currículo escolar. Ese vacío propició que el ciudadano cincelado en el sistema escolar emergiera del mismo con una deficiente conciencia histórica que le vedaba acceder a un conocimiento objetivo y confiable acerca de la muerte de Trujillo.

Pero esa circunstancia cambió a partir de 1976, cuando surgió una narrativa científica junto con una nueva generación de historiadores, cuyos principales exponentes fueron Juan Isidro Jiménes Grullón, Juan Bosch, Emilio Cordero Michel, Franklin Franco, Hugo Tolentino, Frank Moya Pons, Roberto Cassa y otros, quienes comenzaron a publicar innovadoras investigaciones avaladas por documentos y testimonios confiables sobre el 30 de mayo.

Paralelamente a ese fenómeno historiográfico comenzó la inclusión de tan trascendental acontecimiento político en la malla curricular del sistema educativo nacional. Desde entonces, la mentalidad colectiva se ha enriquecido con nuevos aportes y perspectivas sobre el tiranicidio y sus protagonistas, dando lugar a la configuración de una narrativa histórica objetiva y esclarecedora en torno a la conspiración del 30 de mayo de 1961 y los verdaderos fines políticos de quienes acometieron esa proeza histórica.

En adición al discurso histórico en torno a Trujillo y sus días finales, existe la narrativa de ficción. Son ya numerosas las formas de representación de ese pasado en el marco de la ficción literaria como son los relatos, novelas, filmes, documentales, videojuegos y otras herramientas cognitivas.

El hecho de que estas prácticas de escritura para representar el pasado estén fundamentadas en una narrativa de ficción no invalida el propósito de sus autores, quienes procuran reconstruir la historia de ciertos procesos y personajes desde una perspectiva literaria. Lo que el lector debe tener presente, al momento de valorar esas diferentes maneras de aproximación al pasado, es que el escritor de ficción disfruta de licencia literaria para crear un mundo que solo existe en su imaginación; contrario al historiador, a quien, en el proceso de reconstrucción de determinado acontecimiento histórico, no le es dable inventar y debe ceñirse a evidencias fidedignas y verificables.

¿Cómo es posible -se preguntarán algunos- que existiendo, como ya existe, un vasto acervo documental y testimonial de irrecusable veracidad, todavía haya campo fértil para que algunos trujillistas nostálgicos logren confundir a jóvenes y adultos con versiones distorsionadas sobre la gesta del 30 de mayo?

Parte de la respuesta a esta interrogante se encuentra en un hecho demográfico que a menudo pasa desapercibido: que poco más de la mitad de la población dominicana actual nació  después de 1961, no conoció la dictadura trujillista y mucho menos está familiarizada con la capacidad de su maquinaria de propaganda para manipular y distorsionar la verdad histórica.

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Historiador y ensayista. Especialista en historia dominicana.