Creerás bien cuando creas como yo creo
El batallón de creyentes del "allá no, aquí sí" no encuentra descanso

A la alegría de conocer a una persona nueva y enterarse de que cree en Dios, a veces le sigue la pena de descubrir que pertenece a una religión distinta.
Entonces, para algunos, esta interacción se convierte en el punto de partida de una constante persecución, con la misión de hacerle entender al otro que no está donde debe ni cree como debe.
No siempre se trata de una intención genuina de que la otra persona sea santa como Cristo es santo. Es, más bien, un anhelo de que vaya a la iglesia a la que yo voy, que se vista como yo me visto y que respire como yo respiro, para así otorgarle a su fe la validez que, según yo, merece.
Existen familias tan numerosas en miembros como en religiones representadas, aun criadas bajo el mismo techo y por los mismos progenitores.
Catecúmenos, testigos de Jehová, episcopales, adventistas, evangélicos, bautistas y otros pueden coexistir dentro de un mismo núcleo familiar. Las diferencias pueden manifestarse desde decisiones tan simples como "¿qué comeremos hoy?" hasta dilemas trascendentales como "¿le harán una transfusión de sangre a papá?"
No importa hacia dónde apunten las agujas de la brújula: los creyentes son lo mismo, pero no iguales. ¿Cuántos pastores evangélicos oran por padres salesianos? ¿Alguna monja católica rezará por una danzarina pentecostal? ¿Cuántos misioneros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días oran por predicadores testigos de Jehová? ¿Puede más la religión o basta con amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo?
Tras la muerte del papa Francisco, escuché algunas de las palabras más desagradables que he oído en mucho tiempo. El sacerdote que oficiaba la misa dijo algo como: "Que me excusen, pero ¿qué pastor muere y provoca la visita de 30 presidentes?", como argumento para justificar la repercusión global del liderazgo católico.
Asimismo, hace un tiempo vi a una pastora, en una transmisión en vivo por Instagram, mofarse de los católicos por creer que Jesús está presente en una hostia.
En ambos casos noté una confianza imperante, estilo "lo puedo decir porque me escuchan mis iguales". Y si tuvieran que decírselo a sus "desiguales", lo harían tal vez con más firmeza, convencidos de tener la absoluta razón.
El batallón del "allá no, aquí sí" no encuentra descanso porque no concibe a Dios obrando fuera de sus propias fronteras espirituales. Es una actitud que he visto más presente en los baby boomers, quizá por los tiempos en los que crecieron, cuando el pluralismo religioso era menos visible o aceptado.
¿Será posible congregarse en una religión específica sin subestimar la fe de quienes creen diferente a mí?