La historia que nos contaron
Entre la tradición oral y los libros de texto, el pasado en disputa
La generalidad de los historiadores coincide en el sentido de que la imagen que determinado colectivo se forja acerca de otros pueblos, así como la que tiene sobre su propio devenir histórico, está directamente vinculada a cómo les fue contada la historia, principalmente a través de los manuales de historia patria utilizados en el sistema escolar, que es donde se forma y modela el ciudadano del futuro.
Recuérdese que existen tres paradigmas o esquemas de representación histórica por medio de los cuales accedemos al conocimiento del pasado: la historia académica, la historia escolar y la historia cotidiana. Cada uno de estos modelos genera contenidos narrativos e ideológicos, a menudo contrapuestos, que contribuyen a moldear diferentes percepciones en torno a la genealogía histórica de una nación.
La historia académica es cultivada por los historiadores profesionales de conformidad con "la lógica disciplinaria de un saber instituido bajo condiciones sociales e institucionales específicas". La historia cotidiana es, en muchos aspectos, diferente de los otros esquemas, pues es producto de una memoria colectiva que se internaliza en la mente de los ciudadanos. Importante es subrayar que esta memoria colectiva la conforman el recuerdo, también el olvido, al igual que los mitos y la tradición oral.
Por su parte, la historia escolar suele ser una especie de adaptación de textos académicos, pero ceñida a un currículo educativo diseñado para el sistema escolar básico y medio de acuerdo con la ideología dominante. Según Mario Carretero (2007), especialista en Psicología Cognitiva, "la historia escolar brinda contenidos que se estructuran como narración oficial de la experiencia del pasado común, a los que se agrega una importante carga emotiva destinada a crear identificación (con los próceres y "hombres de la patria") y un sentimiento de lealtad y pertenencia, fortalecida por el uso de los símbolos patrios, los íconos y los himnos de la rutina escolar.
Del uso adecuado de las fuentes que debe hacer el historiador para reconstruir el pasado (con ayuda del modelo académico o escolar), dependerá la percepción que tendrán los estudiantes tras entrar en contacto con el pasado, "ese país extraño" -como lo denominó David Lowenthal.
En el caso de la historia escolar, debemos tener presente que todo cuanto el estudiante asimile en el aula está supeditado a un contenido específico diseñado por expertos en currículos educativos quienes, de manera selectiva y mediante el método de transposición didáctica, adaptan narraciones y relatos sobre personajes y acontecimientos que, al final, configuran los contenidos elaborados para el sistema escolar.
Durante muchos años, varias generaciones de dominicanos se formaron a la luz de una historiografía tradicional inspirada en un esquema ideológico alienante que no formó ciudadanos con un sentido crítico del pasado; porque sencillamente el sistema no fue diseñado para que en el proceso enseñanza-aprendizaje el estudiante aprendiera a "pensar históricamente", como decía Pierre Vilar. Más bien, se le condenó a memorizar fechas, hechos y personajes clave, pero nunca se le enseñó a reflexionar críticamente, ni mucho menos a analizar las causas de los acontecimientos objeto de estudio, sus consecuencias y posibles conexiones con hechos subsiguientes.
Quien controla el presente -sentenció George Orwell-, controla el pasado. Así, tenemos que el surgimiento de innumerables mitos e inexactitudes históricas, que se han erigido en verdad oficial, ha obedecido a la manera como, a través del tiempo, nos contaron la historia. Habrá que ampliar el tema.