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Un Papa como respuesta

La Iglesia Católica planta cara al giro conservador global

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Un Papa como respuesta
León XIV, un Papa estadounidense que incomoda al trumpismo cristiano. (FUENTE EXTERNA)

Hace doce años cuando el colegio cardenalicio "acudió al fin del mundo" para investir a Jorge Mario Bergoglio como cabeza del catolicismo, el momento invitaba a elegir un líder transformador, dispuesto a romper paradigmas en una institución que presumía de tradiciones mientras perdía feligresía de manera acelerada, particularmente en las sociedades del primer mundo que se movían al ritmo de una progresía que dominaba el discurso, imponía un buenismo políticamente correcto y cancelaba a quienes se separaban de la narrativa admisible.

Y Francisco lo hizo, o al menos lo intentó, lo que generó discusiones y divisiones dentro de una Iglesia en la que grupos cada vez mayores e importantes ejercían presiones para obstaculizar esos intentos transformadores, e incluso planificaban sin demasiada discreción una sucesión que rompiera con buena parte de su legado.

Y es que dentro del catolicismo esos cambios terminaron por provocar un rechazo similar al generado por el "wokismo" en las civilizaciones occidentales, que no sólo ahuyentó conservadores, sino tambien a sectores moderados que entendieron que en esa batalla cultural se estaba perdiendo el más elemental sentido común. Generando el movimiento pendular que hizo crecer las corrientes políticas de derecha y extrema derecha tanto en America como en Europa, ese giro político que resucitó a Donald Trump y lo condujo nuevamente a la Casa Blanca.

Por lo que cabe suponer que si Francisco hubiera muerto semanas o meses antes del ascenso de Trump, muy probablemente su sucesor habría sido un cardenal conservador y mucho más tradicionalista que el estadounidense Robert Francis Prevost.

Pero como con el republicano llegó una tormenta económica, retrocesos sociales y en derechos y un imperialismo expansionista que se creía superado, el mundo se llenó de miedo y ahora mira a los Estados Unidos con recelo y desconfianza, cuando no con una franca repulsión que obliga a marcar distancias.

Y es que en la actual coyuntura todo lo que se acerque o se parezca a Trump produce rechazo. En Canadá los laboristas retuvieron el poder como consecuencia de sus ataques, un poco de los mismo pasó en Australia, y los lideres de las derechas europeas se separan del trumpismo o lo pagan con descensos en las preferencias electorales.

Por eso, ante el desafío que plantea el nuevo orden que propone Washington, la Iglesia Católica responde, planta cara y coloca en la Silla de San Pedro a un sacerdote vinculado al servicio a los pobres y los más débiles y vulnerables, un misionero que se proyecta como un continuador de la obra de Francisco y un contrapeso al auge de los movimientos reaccionarios.

León XIV tiene un perfil muy alejado del presidente estadounidense y rechaza sus políticas, y al convertirse en el primer Papa estadounidense se supone tendrá una gran ascendiente sobre la iglesia más rica y una de las más influyentes del catolicismo, lo que pudiera convertirse en una piedra en el zapato para un movimiento MAGA muy apalancado en el apoyo de cristianos, evangélicos y caucásicos.  

Por tanto calculan muy mal quienes en la elección de este Papa, acreditan un supuesto triunfo al presidente Trump.


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