Adiós a Vargas Llosa y a Francisco
El legado inmortal de un Nobel y un pontífice

La muerte del papa Francisco ha sido la última noticia que todos vimos por todas partes. Días antes, la muerte de Mario Vargas Llosa copaba los noticieros mundiales. Bergoglio fue el papa argentino que admiraba a su equipo de fútbol de San Lorenzo y Vargas Llosa fue el Nobel que cartografió la realidad latinoamericana comenzando por su país, de ahí la célebre frase de uno de sus personajes: ¿Cuándo se jodió el Perú?, pregunta de Zavalita en el inicio de Conversación en la Catedral, su libro de 1969.
Se trató de dos latinoamericanos globales. En el caso de Vargas Llosa, fue el gran novelista de todos estos años. Sus libros son leídos por mucha gente en todas partes. Puede decirse que la lectura de Vargas Llosa es una revelación. Me ocurrió que lo descubrí con La ciudad y los perros, una pieza magistral. Una persona me regaló un librito de bolsillo: se trataba de una versión en miniatura del relato de Vargas Llosa, Los cachorros. Otros integrantes del Boom latinoamericano —Carlos Fuentes, García Márquez, Julio Cortázar, Borges, Onetti, Rulfo— eran leídos por todos con una gran fruición. Según el escritor chileno José Donoso en su Historia personal del Boom, se establece una definición con la sanción favorable de la crítica para poner el acento en un restringido pero heterogéneo grupo de obras publicadas en la década de 1960 que dan simultánea idea de generación o movimiento y de arte poética: «Había irrumpido una docena de novelas que eran por lo menos notables, poblando un espacio antes desierto». En este contexto, las novelas de Vargas Llosa fueron fundamentales.
Es necesario indicar que Vargas Llosa fue un enorme talento, aunque en la política no le haya ido muy bien. Muchos recuerdan sus memorias en Como pez en el agua, publicado en 1993. Los procesos que vivió el Perú eran de alcance global y, en los últimos días, había pedido que se votara por Keiko Fujimori en el 2021, elección que consideraba menos nefasta que las demás ofertas (Pedro Castillo). Vargas Llosa había llamado a Keiko un cáncer terminal y a Humala lo consideró como el sida, pero luego consideró que Keiko era un mal menor ante la opción de Castillo.
Vargas Llosa era todo un demócrata a carta cabal. Rechazó de manera intensa todo tipo de autoritarismo de derecha, pero también de izquierda, una postura que defendió en muchas tribunas. Entendía que el pueblo debe concientizarse para tomar las mejores decisiones dentro del contexto democrático. Su pensamiento está expresado de manera integral en su columna Piedra de Toque, la que era leída en todas partes, publicada por diversos medios mundiales. Se retiró del articulismo hace unos años, pero aún enfatizaba que los procesos democráticos de América Latina y de otras partes del mundo deben ser monitoreados por una clase intelectual que no debe plegarse al poder.
El autor de La guerra del fin del mundo (novela de 1981 ubicada en Brasil a final del siglo diecinueve, y que narra la revolución milenarista de Canudos en 1897, un conflicto armado) vino a República Dominicana a investigar sobre la Era de Trujillo cuando elaboraba su gran novela, La fiesta del Chivo. Leímos con cuidado y asombro una historia que ya otros anunciaban: el ajusticiamiento del dictador Trujillo. Es de entender que hiciera grandes amigos dominicanos, entre ellos José Israel Cuello, en cuya editorial se lanzó la primera versión dominicana de La fiesta del Chivo. Ese libro fue muy leído en Santo Domingo por tratarse de nuestra historia. Luego, muchos años después, uno puede leer el libro de Juan Daniel Balcácer, El tiranicidio, con un vasto conocimiento de lo que ocurrió la noche del 30 de mayo de 1961.
Las otras novelas de Vargas Llosa fueron y son grandes monumentos a la acción creadora. Ficcionalizó su país en obras interesantes que acompañaron al latinoamericano en la búsqueda interior de sus nociones. Ciertamente que la política no era lo suyo, pero todavía muchos recuerdan el momento en que se candidateó de manera infructuosa.
En los últimos años, Vargas Llosa quería escribir sobre Sartre un ensayo que recopilara todas sus memorias sobre el escritor autor de El ser y la nada. Es de entender que Vargas Llosa tuviera que decirnos en ese ensayo su particular manera de entender la democracia y el arte de la filosofía del escritor francés.
Me queda una gran impresión de su novela La casa verde. En sus páginas se puede notar la enorme evidencia de un mundo capturado como si se tratara de una filigrana, un universo emparentado con los frescos de la Capilla Sixtina. Los últimos libros de Vargas Llosa nos hablan de una perfección deseable para todo novelista: es evidente en Cinco esquinas y Le dedico mi silencio, su última novela. Uno se queda con la impresión de que su obra total no podrá ser igualada en muchos años. Fue un gran novelista, a la manera de Flaubert o de Faulkner, a quien tanto admiraba. Podemos decir que Vargas Llosa fue un gran enamorado del país y le habría de ser otorgada la nacionalidad dominicana en una reunión de hace dos años. Muchos critican su postura política en torno al manejo de la crisis de una sentencia 168-13 que establece que los hijos de haitianos en situación irregular descendientes de haitianos no obtenían derecho automático a la ciudadanía del país. Este debate se extendió por meses y muchos consideraron que la postura de Vargas Llosa era muy radical, aunque otros la califican como una postura certera. En mayo de 2023, le habría sido otorgada la ciudadanía dominicana y, en ese momento, expresó que "la República Dominicana es un ejemplo para América Latina, va en la buena dirección sin ninguna duda y yo me alegro mucho de que la República Dominicana, con un gobierno inteligente, sensato, haya promovido a este país".
En el caso de Bergoglio, fue un papa para los pobres. Creó mucha conciencia sobre las personas más necesitadas. Su legado trasciende su momento y es de entender que tardaremos varios años para comprender y asimilar sus cartas apostólicas. Dentro de sus encíclicas, tenemos Laudato si´, un canto a la enorme bondad de reconocer el espíritu divino en la adoración al Señor. Bergoglio fue un papa para todos los universos de la enorme masa de creyentes católicos. Le pregunté a una persona si era católica, pues le había dado noticia de su fallecimiento, y la respuesta es que no, pero aun así reconocía la importancia del papa en un mundo complicado.
Es de entender que el árbol que servirá para construir la caja donde serán depositados sus restos sea de la madera de ciprés, como ocurrió con Benedicto XVI. No importa, me dirán algunos. De lo que se trata es de reconocer el legado de un hombre que intentó revolucionar la era en que habitó. En el caso de Vargas Llosa, nos queda la impresión de que sus libros serán cada vez más leídos: será un legado eterno. Hasta siempre, don Mario.