In English, por favor: la nueva lengua oficial de la hostelería española
Hostelería española. En el siglo XXI, en hoteles españoles, empleados solo hablan inglés

Sucede en Cataluña, pero podría pasar en cualquier punto de la llamada "piel de toro". Cinco estrellas relucen en la fachada de un hotel que presume elegancia, gastronomía de autor y camas con almohadas de espuma inteligente. Entras, marcas "recepción" en el teléfono de la habitación y una voz amable —pero imperturbablemente ajena— te contesta: "Hello, how can I help you?" Insistes, con la delicadeza de quien cree que en España todavía se puede hablar español. Nada. No lo entiende. Quizá lo respete, pero no lo domina. O no le interesa.
"Sorry, no entiendo. In English, please."
No es una distopía ni una novela de Orwell. Es la vida real, edición siglo XXI. Una paradoja castiza: en el Reino de España, con sus 500 millones de hispanohablantes globales y su fervor por la "marca país", la hostelería de alto nivel habla otro idioma. Literalmente.
Basta un paseo por la Costa Brava, por Madrid centro o por cualquier isla del archipiélago balear. Camareros rumanos, recepcionistas filipinos, cocineros italianos, baristas húngaros, botones colombianos, camareras de piso ecuatorianas. Todos hacen su parte. Todos, menos los españoles.
Repaso huellas y recalo en un hotel de Barcelona donde, años ha, coincidí en la recepción con don Camilo José Cela, nobel de Literatura. Pese a mi exceso de melatonina, quien vestido de librea recoge mi equipaje me saluda en inglés. Es un porteño.
En el desayuno:
—Good morning!
—¡Buenos días!
Y es aquí donde empieza el sainete. Porque la que arrastra la erre al inquirir sobre mi croissant podrá ser de cualquier lado, menos de la España que visito.
La falta de mano de obra local en la hostelería no es nueva. La juventud nacional prefiere trabajos con aire acondicionado, fines de semana libres y sin riesgo de tendinitis. La inmigración, noble y necesaria, ha llenado el vacío con eficiencia intermitente y disciplina. Pero también con algo que España lleva décadas postergando: los idiomas.
En la educación española, el inglés ha sido tradicionalmente como el pescado hervido: obligatorio, insípido y de dudosa utilidad inmediata. Durante el franquismo, el francés reinaba como segundo idioma, con su boina, su acento nasal y su aura de sofisticación. Luego vino el inglés con fuerza, pero no lo suficiente como para que un recepcionista español te diga algo más allá de "welcome".
Ahora bien, ¿es culpa de los jóvenes? ¿De la LOGSE? ¿De los sindicatos? ¿Del Brexit? ¿De la dictadura? Todo y nada. La explicación está repartida, como los sobres en una mesa de premios.
La verdad incómoda es que el español, siendo lengua global, no es útil en un restaurante lleno de alemanes, noruegos, franceses que no quieren hablar francés, y británicos que todavía creen que España es un parque temático. Para sobrevivir, los hoteles necesitan personal que domine el inglés. Y ahí entra la mano de obra internacional, políglota por necesidad.
Lo que sorprende no es que te hablen en inglés. Es que no te hablen en español. El castellano –con sus subjuntivos afilados y su prosodia imperial– es ignorado como si fuera un dialecto regional. En un hotel en pleno corazón de Cataluña, una turista dominicana pidió ayuda en recepción. La respuesta fue: "Can you speak English, French or German?" Por poco y le ofrecen subtítulos en Netflix.
La paradoja se completa con un toque institucional. España promociona el turismo como su joya económica, pero ofrece al visitante una experiencia idiomática disociada. El español, idioma oficial, se vuelve opcional. El cliente local pasa a ser extranjero en su propio país. Y el extranjero es el nuevo nativo.
Claro que hay excepciones. Algunos hoteles de cadena todavía insisten en contratar personal español. Y algunos extranjeros hacen el esfuerzo de aprender el idioma del Quijote. Pero son minoría. Como el tinto de verano en un brunch vegano.
El resultado es una nueva Babel con código QR: un país que recibe a millones de turistas al año, pero que parece no recordar cómo decirles "buenos días" en su propia lengua. El español está presente en la carta del restaurante, pero ausente en la voz que te la explica.
En definitiva, si piensas ir de vacaciones por España y deseas comunicarte en español en hoteles de postín y disfrutar de los buenos fogones, lleva paciencia... o un traductor de Google. Y recuerda: en el Reino de España, si vas por donde no anduvo el Quijote y merodeó Sancho Panza, in English, please.