Procrastinación
Luis Abinader endurece políticas contra migración ilegal haitiana
El aluvión de haitianos indocumentados entrando desde su país por la frontera con República Dominicana no tiene un siglo, tampoco cinco años. Se inició, en su primera etapa, como un negocio del Estado en la contratación de braceros para trabajar en los bateyes en la producción de azúcar, negocio que luego migró con el correr del tiempo a otros sectores de la economía (construcción y producción agrícola, sobre todo), para llegar al punto en que estamos hoy.
La situación actual es responsabilidad de todos, principalmente de los políticos que desde el poder dejaron que la roca se corriera, ya sea por temor a los organismos internacionales o por la falta de voluntad para enfrentar la amenaza en la que ha devenido el flujo de indocumentados en estos tiempos.
Hago siempre la anécdota de cuando tuve que pernoctar en el hogar de una pareja amiga cuya casa se encontraba a orillas de la carretera que va del cruce de Esperanza a Montecristi, puntualmente en Villa Elisa. Corrían los meses de campaña de final del año 2003. Una jauría de perros realengos me sacó del descanso obligado luego del carabaneo intenso que dejó mi cuerpo molido. Cuando indagué en la mañana con la familia que me acogía, la señora tomó la palabra.
Eso se ve todos los días en esta carretera, los haitianos vienen de Montecristi a pie, son recogidos en el cruce de Guayacanes por jóvnes de donde son llevados por una suma de dinero hasta Santiago y soltados allí.
El problema continuó su agitado curso, agudizádose a partir del terremoto que devastó el vecino país cuando nuestra indulgencia traspasó los límites de la soberanía, desautorizando a los directores de migración a llevar a cabo deportaciones masivas de haitianos. Se fortaleció el tráfico humano, de drogas y de armas hasta el día de hoy. Hasta se autorizó al Instituto de las Migraciones a firmar un documento para establecer los campos de refugiados.
El deterioro de la situación en todos los órdenes en Haití, donde las bandas controlan una buena parte de las principales ciudades, amenazando la seguridad nacional de República Dominicana, ha sido respondido por el presidente Luis Abinader con medidas acordes a las circunstancias, nunca antes vistas, para salvaguardar el territorio y la paz de que disfrutamos.
En una alocución al país, el presidente Luis Abinader detalló 15 nuevas políticas, que serán ejecutadas para detener el aluvión de haitianos que desde hace décadas entra al territorio dominicano.
Desde la ampliación de la capacidade de supervisión de las tres brigadas del Ejército en la frontera, divididas en seis áreas operativas, el reforzamiento de la vigilancia con 1,500 soldados más, la continuación y terminación del muro fronterizo, la reforma del marco legal migratorio para endurecer las penas a quienes protejan o participen del tráfico de personas, y el fortalecimiento de la capacidad logística de la Dirección General de Migración, son nuevas medidas anunciadas por el presidente Luis Abinader.
La procrastinación por tanto tiempo de la aplicación de políticas públicas, dirigidas a hacer cumplir las leyes migratorias, a controlar el tráfico humano, de armas, de drogas y todo tipo de ilegalidad por nuestras fronteras, tiene un costo elevado para los dominicanos.
El dejar hacer y dejar pasar no solo marcó huellas en Friusa, sino en cada pulgada del territorio nacional donde se asientan los indocumentados haitianos construyendo viviendas, exigiendo servicios de salud, convirtiéndose en valladar infranqueable para la autoridad. En esos suburbios hay ramificaciones de la delincuencia haitiana que opera allí a la que tenemos que descabezar.