×
Compartir
Secciones
Última Hora
Podcasts
Encuestas
Servicios
Plaza Libre
Efemérides
Cumpleaños
RSS
Horóscopos
Crucigrama
Herramientas
Más
Contáctanos
Sobre Diario Libre
Aviso Legal
Versión Impresa
versión impresa
Redes Sociales

Conversaciones capitalinas

Entre béisbol, política y fútbol ¿de qué hablan los dominicanos?

Expandir imagen
Conversaciones capitalinas
Los temas de conversación predominantes entre los dominicanos vab desde política y béisbol en colmadones hasta el potencial del fútbol y la necesidad de infraestructura deportiva. (DIARIO LIBRE)

Un amigo pregunta: ¿de qué hablan los capitalinos? La respuesta puede resumirse en esta otra respuesta: "Podemos hallarlos no solo en los enormes edificios, sino en cualquier bar, atizando teorías y dando versiones que otros corroboran de manera inmediata".

Los temas caen en la mesa como si fueran los dulces multicolores de una piñata. Me dice una persona: "Por lo general, se habla de pelota y de política en los colmadones". Ese funcionario privado lo hace con donaire y, en el caso de otros, lo hacen con todo el dominio y tigueraje del mundo.

Para aquilatar el asunto, pasemos a un tema que se puede debatir en múltiples entornos. Como dice el consenso: nuestro fútbol sería ideal que creciera. Para esto, como ha ocurrido en otras naciones, tenemos que hacer un soberano esfuerzo con las fuerzas básicas. Contratar a jóvenes talentos de colegios y escuelas y ponerlos a jugar fútbol, que la liga crezca como espuma de cerveza.

Todo pasa por la construcción de grandes estadios como las bomboneras mexicanas y argentinas, lo que implicaría, sin dudas, una gran inversión que deberán enfrentar los empresarios dominicanos en el futuro. O para ya. El Club, La Bombonera, estadio de Boca, inaugurado en 1940, tiene capacidad para 54,000 espectadores. En el caso mexicano, la Bombonera de Toluca, estadio Nemesio Díez, fue inaugurado en 1954 con una capacidad inicial de 25,000 espectadores. En 1999 se hizo una remodelación que logró que su capacidad aumentara a 30,000 espectadores.

Una chica futbolera me responde en otra ocasión: "Hacen falta estadios en RD". Uno de béisbol enorme y otros de fútbol también enormes. En lo que se amarran las ligas y se dispone de jugadores que saquen su talento a flote, podremos gestionar y montar otros eventos: conciertos a todo dar donde los artistas invitados no cometan la osadía de ser una estafa.

Traer artistas se puede convertir en un negocio para otros que no han dado el primer paso, al tiempo que la tele, ya entrenada y con cierta sabiduría, podrá disponer de los partidos. Todo un sueño para un universo beisbolero que no tiene nada que ver con David Beckham y Victoria, la hermosa Spice Girl.

Alguno, siguiendo los dictados de un rampante nihilismo, me dice que los dominicanos somos bastante etéreos. Definamos etéreo: "No creo que debatamos sobre fútbol y ni siquiera sobre béisbol y política en nuestros lugares de trabajo", dice un encuestado. "Prefiero hablar de temas bastante encopetados, no siempre sobre el tapón de las horas pico", dice otro. Por eso, sostienen algunos teóricos, no de conspiración, que al país le falta más show y más debate deportivo. No puede ser que la mayoría de los temas nacionales sean específicamente los más estresantes.

La pregunta inicial de este artículo es: ¿de qué hablan los dominicanos pasadas las diez de la noche y con un trago en la cabeza (digamos, dos, pero no más de dos)? La respuesta llegará revestida de ideología. Y ya oigo que eso se mandó a guardar, algo en lo que no creo. Me refugio en las sabias palabras de José Ortega y Gasset: "En las creencias se está, las ideas se tienen".

Ubicados en ciertas tendencias y ciertos pareceres, todos tenemos nuestra manera de ver el mundo. Puedes encontrarte a verdaderos talentos conversacionales en una charla de café o de colmadón o en un restaurante de moda.

Como mi amiga de River, escucho la radio extranjera esta vez, aunque tengamos cine, plazas, clubes, drinks, bares, restaurantes, videojuegos, Netflix, y, aparte de todo, los dominicanos somos seres globales. Lo fuimos desde que los primeros sistemas de cable llegaron al país y se instalaron en los pueblos, aunque otro me dirá que mucho antes, en las décadas de los cincuenta y sesenta, llegaba la música americana. Ocurrió como le llegó el Charleston a los que salieron de la Primera Guerra Mundial, esos que bailaron en las calles porque se sentían libres.

Ojalá esto ocurra así con Ucrania: que salgamos a cantar y a bailar por haber encontrado una paz que, según algunos, parece que puede llegar si Trump cumple con lo estipulado. Le deseamos suerte para lo que viene después del día 20.

TEMAS -

El autor es mercadólogo, escritor y melómano nacido en 1974.