Faride contra el desorden
Faride Raful, sola frente al ruido del desorden y la crítica
Existe en la sociedad dominicana una porción de ciudadanos que se resisten a la aplicación del mínimo orden que exige la convivencia social. Y aunque el deseo es pensar que se trata de una minoría, sus comportamientos son tan notorios y estridentes que de alguna forma invitan a generalizar al gentilicio.
El tránsito es probablemente donde está especie de patología muestra sus síntomas más notorios. Irrespetar todas las leyes, reglas y hasta el más elemental sentido común es la norma, y nadie se asombra al observar todo tipo de vehículos circulando en vía contraria e ignorando los semáforos o límites de velocidad. Motoristas, choferes de transporte públicos y camioneros hacen impunemente lo que les viene en ganas, y si por algún azar del destino llega el día que quienes nos gobiernan deciden poner orden a ese caos, seguro aparecerán críticos denunciando abusos y defendiendo a los "pobres padres de familia" afectados porque las autoridades incurren en el "atrevimiento" de instaurar el orden.
Precisamente lo que ocurre ante la determinación del Ministerio de Interior y Policía de aplicar las leyes y normativas vigentes para hacer cumplir los límites en los horarios de expendio de bebidas alcohólicas, y poner coto al insoportable escándalo que producen comercios y sus clientelas, que alteran con exceso de decibelios y ocupación de vías públicas la vida de las personas que tienen la desdicha de vivir en sus cercanías.
Desde su llegada el pasado agosto, la ministra Faride Raful asumió con valentía y responsabilidad una política de operativos contra el ruido y el desorden de discotecas, colmadones y licorerías, cerrando decenas de estos negocios a nivel nacional por incumplimiento de las ordenanzas.
Como las fechas navideñas aumentan la vocación etílica y de parranda de los dominicanos, se concedieron algunas flexibilidades. Pero cuando los llamados "teteos" excedieron los límites permitidos, la policía actuó con firmeza y determinación para restituir el orden, incautando equipos de sonido y dispersando y deteniendo revoltosos.
Como consecuencia han desatado una campaña contra Faride, un ruido mediático y de redes promovido por sectores e individuos evidentemente incapaces de vivir en orden, disciplina y respeto por la autoridad y sus conciudadanos.
Surrealismo macondiano, pues de lo que se le pretende acusar a la ministra es de aplicar la ley en beneficio de una enorme cantidad de personas afectadas por el ruido, la violación de los espacios públicos y el desorden que promueven la cultura del bochinche, el cretinismo, la vacuidad y la vulgaridad.
Lamentablemente, fuera por miedo, mezquindad u otras bajas pasiones, Faride no recibió el apoyo de sus compañeros de gobierno y de partido. La dejaron sola. Esperemos que a diferencia el Presidente Abinader respalde y aliente a su ministra en esta batalla contra el desorden. Se entiende son los anhelos de la sociedad dominicana.
Es lo que queda, aferrase a creer que no todo está perdido, que quienes rechazan el desorden son mayoría, y que a diferencia de lo que mucha gente piensa dominicano no es sinónimo de caos, irrespeto, indisciplina y bullanguería. Y tener fe en que, como dijo Faride, la sociedad dominicana todavía es algo más que desorden y espectáculo.