Nacionalistas de porquería
Una amenaza para la convivencia pacífica
Los desafíos que supone para la República Dominicana compartir una línea limítrofe con Haití son únicos y excepcionales, y en consecuencia no caben comparaciones con otras fronteras y sus inherentes flujos humanos. Pero ello no nos exime de cumplir con las normativas internacionales en materia migratoria.
Y si bien estamos en el derecho de fiscalizar a los extranjeros que se encuentran en nuestro territorio; y en el deber de repatriar a todos aquellos irregulares sin importar raza, género o condición; hay que hacerlo bien. No importa que otros países traten a los haitianos de forma inhumana, ninguno está en la mira de todos los grupos de presión liberales del planeta. Por tanto, hace bien la Dirección General de Migración instalando centros de acogida dignos y acordes con los criterios sugeridos por organismos multilaterales.
Son espacios de tránsito para la posterior repatriación de los migrantes. Pero de inmediato aparecen unos esquizofrénicos a distorsionar y propagar que se trata de campos de refugiados. Una mentira que sólo procura asustar, alterar y provocar intranquilidad.
Mismos modos que un grupo de oligofrénicos que dice pertenecer a una "orden", y que se ha dado a la tarea de enfrentar cualquier manifestación social o expresión del pensamiento que consideran contraria a su retorcido nacionalismo.
Objetan que ciudadanos haitianos se manifiesten pacíficamente para pedir a la comunidad internacional que intervenga en la crisis que su país, justo lo que hace el gobierno dominicano. Pero también se oponen a que realicen actividades culturales y religiosas, a que levanten su bandera, a que hablen su idioma. En fin, a todo lo haitiano.
Amenazan e incitan a la violencia contra personas, única y exclusivamente por su nacionalidad o su origen. Lo que incluye a muchos dominicanos de ascendencia haitiana que siente y exhiben amor por la tierra de sus padres, del mismo modo que nuestros compatriotas en el exterior muestran con orgullo su dominicanidad.
Migrantes dominicanos organizan paradas, ferias y festivales en ciudades de Estados Unidos y Europa, bailan en las calles y ondean la bandera tricolor. Y si algún grupo amenazara con enfrentar o limitar esas manifestaciones, serían denunciados como racistas y sus conductas condenadas por políticos, prensa y todo ciudadano decente de esos países.
Sin embargo, estos sujetos lo hacen en contra de los haitianos que residen aquí, y parecería que a nadie le importa. La respuesta es el silencio colectivo y cómplice, cuando no una cobardía peligrosa como la que muestra el ministerio de Interior como expresión de la posición gubernamental.
Estamos constantemente bajo ataque de sectores que pretenden hacernos cargar con una parte del lastre que representa la crisis haitiana para la estabilidad y seguridad de la región, y la conducta impune de estos desquiciados no proyecta nuestra mejor imagen. Pero pudiera además desencadenar acciones violentas, lo cual operaría como combustible para esas malsanas intenciones.
Y aunque son unos pocos, y no nos representan, hacen mucho daño. Pues las granujadas de estos nacionalistas de porquería, en nada contribuyen a construir la idea que el resto del mundo debería forjarse sobre nuestra actitud hacia unos vecinos, que no olvidemos, cuentan con excelsas pericias para ejercer el victimismo.