Teddy el Benevolente
La Convención Dominico-Americana de 1907
El 5 de diciembre de 1905, en su 5to Mensaje sobre el Estado de la Nación ante el Congreso, el presidente Theodore Roosevelt (1901/1909) abordó las relaciones con los países de América Latina, dedicando apartado especial a Santo Domingo, como designaba al país. En la ponderación de su famoso Corolario a la Doctrina Monroe, el dinámico y multifacético Teddy -un presidente popular y populista de vigorosa vocación expansionista- aludió al acuerdo que tras agotar todo un periplo finalmente se conocería como Convención Dominico-Americana de 1907, que consolidó nuestra deuda externa y otorgó el control de las Aduanas a Estados Unidos hasta los 40 del siglo XX.
De familia neoyorquina afluente, este reformador político republicano nacido en 1858, cultivó temprano la historia y la geografía, con obra publicada en 1882 (The Naval War of 1812). Fue cowboy en rancho propio en Dakota, coronel del Army participante en la guerra Hispano-Americana-Cubana en 1898, generando leyenda por su arrojo. Comisionado de policía anticorrupción en NYC, asambleísta y gobernador del estado, sucedió como vice al presidente McKinley tras su asesinato en 1901, ocupando la posición hasta 1909. Impulsor de las políticas antitrust, encabezó en 1912 un intento de retorno a través del Partido Progresista, derrotado por el académico demócrata Woodrow Wilson.
Naturalista, explorador y cazador, desplegó el poderío naval norteamericano por el mundo con la Great White Fleet, reivindicando la primacía geopolítica del Big Stick en el Caribe y Centroamérica, mediante el apoyo a la separación de Panamá de Colombia, de cara al proyecto estratégico del Canal interoceánico. Ejecutando la Enmienda Platt en Cuba y la Foraker Act en Puerto Rico, con almirantes beligerantes surcando las aguas en benevolentes cañoneras.
Su opinión del país figura en la correspondencia. El 1/4/1904, en carta al presidente de Cornell University, le dice que no desea supervisar a Santo Domingo, dado ya que "cien años de libertad no han habilitado a los dominicanos a usar su libertad correctamente" -confundiéndose con la independencia de Haití en 1804. El 23/02/1904 agradecía a Joseph Bishop su carta, indicándole que no deseaba tener que intervenir en la República Dominicana, ya que carecía de deseo de anexar la isla: "Tengo más o menos el mismo deseo de anexarla que el que tendría una boa constrictor ya harta, de tragarse un puercoespín con el extremo equivocado".
La misma aprobación del tratado con Santo Domingo no sería de trámite fácil. Así el 23/03/1906, Roosevelt agradecía al empresario neoyorkino Elias Salomoh Abinun De Lima por el trabajo realizado al promover dicho tratado. "La única esperanza que hay de aprobar un tratado así es a través de la acción no partidista de organizaciones empresariales" como la representada por De Lima.
En su comparecencia ante el Congreso el 5/12/1905, tras formular las razones motivantes de la diplomacia regional, Roosevelt aseveró: "Esto me lleva a lo que debería ser uno de los objetivos fundamentales de la Doctrina Monroe. Nosotros mismos debemos de buena fe tratar de ayudar a avanzar hacia la paz y el orden en aquellas repúblicas hermanas que necesitan esa ayuda. Así como ha habido un crecimiento gradual del factor ético en las relaciones entre los individuos, así también, aunque lentamente, estamos reconociendo cada vez más el deber de compartir las cargas, no sólo entre los individuos, sino también entre las naciones.
"Santo Domingo nos ha hecho un llamado para que le ayudemos y no sólo cada principio de sabiduría sino cada instinto generoso nos pide que respondamos a ese llamamiento. No tiene la menor importancia si otorgamos la ayuda que necesita Santo Domingo como un incidente del sabio desarrollo de la Doctrina Monroe o porque consideramos que el caso de Santo Domingo es completamente independiente y debe ser tratado como tal, y no sobre principios generales ni con referencia alguna a la Doctrina Monroe. Lo importante es brindar la ayuda necesaria, y el caso es ciertamente lo suficientemente peculiar como para merecer ser juzgado únicamente por sus propios méritos.
Las condiciones en Santo Domingo han ido empeorando desde hace varios años hasta que hace un año toda la sociedad estaba al borde de la disolución. Afortunadamente, justo en esta época surgió en Santo Domingo un gobernante que, con sus colegas, vio los peligros que amenazaban a su país y apeló a la amistad del único vecino grande y poderoso que poseía el poder y, como esperaban, la voluntad para ayudarlos.
Existía un peligro inminente de intervención extranjera. Los anteriores gobernantes de Santo Domingo habían contraído deudas imprudentemente y, debido a sus desórdenes internos, el país había perdido la capacidad de proporcionar los medios para pagar las deudas. La paciencia de sus acreedores extranjeros se había agotado, y al menos dos naciones extranjeras estaban a punto de intervenir, y sólo se les impidió intervenir por la seguridad extraoficial de que nuestro Gobierno se esforzaría por ayudar a Santo Domingo en su hora de necesidad.
En el caso de una de esas naciones, sólo la apertura efectiva de negociaciones con este fin por parte de nuestro Gobierno impidió la toma del territorio en Santo Domingo por una potencia europea. De las deudas contraídas algunas eran justas, mientras que otras no eran de tal carácter que realmente hiciera obligatorio o apropiado para Santo Domingo pagarlas en su totalidad. Pero no podía pagarle a ninguno a menos que se asegurara cierta estabilidad a su gobierno y a su pueblo.
En consecuencia, el Ejecutivo de nuestro Gobierno negoció un tratado en virtud del cual trataremos de ayudar al pueblo dominicano a sanear sus finanzas. Este tratado está pendiente ante el Senado. Mientras tanto, se ha llegado a un acuerdo temporal que durará hasta tanto el Senado haya adoptado las medidas sobre el tratado. Según este acuerdo, el Gobierno dominicano ha designado estadounidenses en todos los puestos importantes del servicio de Aduanas y ellos se ocupan de la recaudación honesta de los ingresos, entregando el 45% al Gobierno para cubrir los gastos corrientes y aportar el 55% restante en un depósito seguro para su distribución equitativa en caso de que el tratado sea ratificado, entre los distintos acreedores, sean europeos o americanos.
Las Aduanas ofrecen casi las únicas fuentes de ingresos en Santo Domingo y las diferentes revoluciones suelen tener como objetivo real la obtención de su control. El mero hecho de que los Recaudadores de Aduanas sean americanos, que estén desempeñando sus funciones con eficiencia y honestidad, y que el tratado esté pendiente en nuestro Senado, da al Gobierno de Santo Domingo cierto poder moral que no ha tenido antes. Esto ha desalentado por completo todo movimiento revolucionario. Mientras tanto, esta fórmula ya ha producido tal aumento en los ingresos que el Gobierno dominicano, al percibir el 45 por ciento, en realidad está recibiendo de los Colectores Americanos ingresos superiores a lo que recibía antes, cuando percibía la totalidad de los ingresos aduanales.
Asimismo, está permitiendo al pobre y acosado pueblo de Santo Domingo a volver a centrar su atención en la industria y verse libre del azote de los interminables disturbios revolucionarios. Ofrece a todos los acreedores de buena fe, americanos y europeos, la única oportunidad realmente positiva de obtener aquello a lo que justamente tienen derecho, mientras que a cambio da a Santo Domingo la única oportunidad de defenderse contra reclamaciones que no debería pagar, por ahora. Si coincide con las opiniones del Senado, nosotros mismos examinaremos minuciosamente todas estas reclamaciones, ya sean estadounidenses o extranjeras, y nos aseguraremos de que no se pague ninguna que sea inadecuada. Por supuesto, existe oposición al tratado por parte de acreedores deshonestos, extranjeros y estadounidenses, y de los revolucionarios profesionales de la propia isla.
Ya tenemos razones para creer que algunos de los acreedores que no se atreven a exponer sus reclamaciones a un escrutinio honesto están tratando de provocar sedición en la isla y oposición al tratado. Mientras tanto, he ejercido la autoridad que me confiere la resolución conjunta del Congreso para impedir la introducción de armas en la isla con fines revolucionarios.
Con el rumbo tomado, la estabilidad, el orden y todos los beneficios de la paz están llegando por fin a Santo Domingo, se ha suspendido el peligro de intervención extranjera y existe por fin la perspectiva de que todos los acreedores obtengan justicia, ni más ni menos. Si el acuerdo termina debido al fracaso del tratado, se producirá el caos; y si sigue el caos, tarde o temprano este Gobierno puede verse envuelto en serias dificultades con gobiernos extranjeros sobre la isla, o puede verse forzado a intervenir en la isla de alguna manera desagradable.
Según el tratado propuesto, se respeta escrupulosamente la independencia de la isla, se desvanece el peligro de violación de la Doctrina Monroe por la intervención de potencias extranjeras y se minimiza la interferencia de nuestro Gobierno. De modo que sólo actuaremos en conjunto con las autoridades del Gobierno de Santo Domingo, para asegurar la adecuada administración de las Aduanas y, por lo tanto, asegurar el pago de deudas justas y proteger al Gobierno dominicano contra demandas de deudas injustas.
El método propuesto dará al pueblo de Santo Domingo la misma oportunidad de avanzar y ascender que ya le hemos dado al pueblo de Cuba. Nuestro descrédito como nación será doblemente grande si no aprovechamos esta oportunidad; porque será un daño para nosotros y será otro daño incalculable para Santo Domingo. Toda consideración de política sabia y sobre todo de gran generosidad, nos invita a satisfacer la petición de Santo Domingo como ahora estamos tratando de satisfacerla."
Teddy, Nobel de la Paz en 1906, diría en 1916 que en su gestión no se disparó contra un enemigo extranjero ni un americano cayó por acción de otros gobiernos. Pero bajo "Wilson se han iniciado pequeñas guerras con México, Haití y Santo Domingo".
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