Notables sanjuaneros pagaron la factura
Humillación bajo la dictadura
Dominado por la emoción y consciente de que tocaría directamente el núcleo del ego del dictador, el abogado Manuel Rodríguez Barona fue quien tuvo la idea de que la nueva provincia San Juan se llamara Benefactor como se le conoció a partir del 1 de enero de 1939. El turiferario Rodríguez Barona sabía que ese halago beneficiaría enormemente a la nueva demarcación que a partir de entonces experimentaría un desarrollo tal que la convertiría en una de las tantas "tercera provincia" del país.
El sobrino de Manuel Rodríguez Objío no se imaginó que años más tarde el tirano iba a desconsiderar y humillar a munícipes notables, conocidos por su fervoroso catolicismo, como sucedió después del oportuno llamado a la cordura de la carta pastoral del obispado dominicano del 25 de enero de 1960. Menos aún, que, entre los firmantes de la misiva, figurara Thomas Reilly, obispo de la prelatura de la provincia Benefactor, cuya nacionalidad estadounidense era un escudo de protección a la hybris del dictador. Este, frenético de impotencia, pasó factura a ciertos notables de San Juan de la Maguana al exigirles manifestarse públicamente en contra del obispo y la Iglesia. Nadie protestó. Hubo miedo. Terror. Lo que sucedió entre febrero de 1960 y el 30 de mayo de 1961 podría figurar como el mayor agravio colectivo de la dictadura de Trujillo en la historia universal del totalitarismo. Algo digno de Hitler y Stalin.
Dos excelentes obras dan cuenta de esa humillación a los munícipes de La Vega y San Juan durante los meses que siguieron a la famosa carta pastoral de los obispos hasta la muerte de Trujillo: La sumisión bien pagada I y II (AGN, 2008) del jesuita José Luis Sáez y La disputa de Trujillo con la Iglesia católica del escritor y periodista sanjuanero Edgar Valenzuela (AGN, 2023).
"El escenario estaba montado", reporta sister James Patrick, directora del colegio parroquial. "Los voceros [sic] eran cuidadosamente seleccionados. La familia Herrera fue señalada y luego de terribles torturas e intimidaciones, sucumbieron. Una familia que había emitido diariamente comunicados y eran grandes soportes de la Iglesia por su trabajo decidido, se desplomó y vendió a su obispo. No quedó un solo hombre que se mantuviera fuera de esa manifestación. ¡Aunque sí sabemos de una mujer que se rehusó a hablar esa noche!" (Valenzuela, La disputa de Trujillo..., p.336).
Este testimonio, a raíz de los acontecimientos, podría servir de ilustración de la humillación que sufrieron ciertos notables y familias de la provincia Benefactor durante los interminables meses que siguieron a la publicación de la carta pastoral de los obispos aquel aciago 25 de enero de 1960. El miedo, lo único libre durante el totalitarismo trujillista, se apoderó de honestos ciudadanos que, para proteger a sus familias, perdieron la dignidad satisfaciendo el desmesurado ego del dictador. Sister James parece no haber entendido el totalitarismo trujillista.
Edgar Valenzuela, conjugando al periodista y al historiador, en su documentada Disputa de Trujillo con la Iglesia católica destaca por su apego a la objetividad evitando la pasión y el rencor; y, gracias a su abundante documentación, se apega lo mejor posible a la verdad histórica para mostrarnos la humillación que Trujillo infringió a la provincia que, en su honor, llevaba el pomposo nombre de Benefactor.
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