Compartir
Secciones
Podcasts
Última Hora
Encuestas
Servicios
Plaza Libre
Efemérides
Cumpleaños
RSS
Horóscopos
Crucigrama
Herramientas
Más
Contáctanos
Sobre Diario Libre
Aviso Legal
Versión Impresa
versión impresa
Redes Sociales

Dessalines: sus hechos, sus palabras

La disputa histórica sobre el degüello de Moca en 1805

Quien inició la charada, con algunas puntualizaciones que generaban ciertamente la duda, fue fray Cipriano de Utrera, polemista como pocos y, como pocos también, con buena formación para no quebrarse en sus debates. Fue en una revista llamada “Panfilia”, en 1925 -120 años después de los sucesos- donde el capuchino sevillano soltó su trabuco, negando la ocurrencia del degüello de Moca.

Casi medio siglo más tarde, se unieron a este planteamiento varios historiadores nuestros y la confusión se ha mantenido por largos lustros, aunque otros integrantes del sector defendieron la posición contraria con un agregado sustancial: el degüello tuvo lugar, y no sólo Moca sufrió la embestida brutal de las tropas de Dessalines, sino que, en total, fueron afectadas once poblaciones más: Santiago, Monte Plata, San Pedro de Macorís, Cotuí, La Vega, Puerto Plata, San Francisco de Macorís, Montecristi, y las poblaciones de Ámina, Bánica y Guárico.  

Faltaban documentos que avalaran la brutal Campaña del Este, como la denominan los historiadores haitianos, quienes además han minimizado el hecho, prácticamente ignorando lo sucedido. Sólo el santiaguero Gaspar de Arredondo y Pichardo se echó los muertos encima y contó la historia de la que dijo haber sido testigo, después de haber salido hacia el exilio a fines de abril de 1805, estableciéndose en Camagüey, Cuba, donde escribió su testimonio. Emilio Rodríguez Demorizi se encargó de divulgarlo.  Fundamentalmente, el degüello circuló como tradición oral. Se necesitaba algún documento que confirmara lo ocurrido, aunque existían ya textos de historiadores haitianos que denunciaron las tropelías de Dessalines, que los historiadores dominicanos o no conocían o prefirieron ignorar. Miguel Reyes Sánchez dio con los documentos que faltaban y que estaban en Haití, donde debían estar, tal vez medio escondidos o nadie se había dedicado a hurgar en los archivos haitianos. El proceso fue tenso y debemos dejar de lado cómo Reyes Sánchez dio con ellos.

Hay que advertir lo siguiente: desde años antes al genocidio de Jean-Jacques Dessalines, devenido luego en emperador con el nombre de Jacques I, los habitantes de la colonia francesa de la isla de Santo Domingo, o sea, el territorio que ocupamos hoy los dominicanos, recelaban y temían de los haitianos. Cuando, en 1802, Toussaint Louverture buscó el apoyo de los esclavos y ex esclavos de la parte española para impulsar su liberación, tal y como ya había hecho Haití, estos se negaron. Es un historiador haitiano de prestigio, Thomas Madiou,  aún no debidamente traducido (de este lado sólo hubo interés en conocer y divulgar a Jean Price-Mars), quien escribe sobre este capítulo de la historia común de ambos pueblos diciendo que “los invasores no pudieron conseguir que engrosara sus filas la población española, ni siquiera la compuesta de los esclavos tratados con gran benevolencia y dulzura por sus amos y que temían a los haitianos desde los tiempos de Toussaint Louverture, quienes en definitiva se unieron a los defensores para luchar contra la desbordada soldadesca negra del general Dessalines y sus generales”.  El miedo es viejo, pues.

Sin escamoteos, digamos que Dessalines encontró una razón en desarrollar su Campaña del Este, deseoso como andaba de anexionarse la parte que buscaba frenéticamente para convertir la isla en “una e indivisible”. El general francés Ferrand, que era otra opción bárbara en esta historia, intentando combatir la liberación haitiana de los esclavistas franceses, emite un decreto el 6 de enero de 1805 donde desconoce la naciente República de Haití y legaliza el robo de niños, de 1 a 10 años, las niñas también, negras o mulatas, para que fuesen vendidos como esclavos. Ese decreto es el que motiva la invasión haitiana, pues desde que conoció la noticia Dessalines entró en cólera y ordenó organizar un ejército de 21,000 hombres para entrar como una tromba marina en la parte francesa de la isla, o sea, en la parte nuestra. Hay lógica: Ferrand declara la guerra a muerte contra Haití, toca una fibra sensible como la de la niñez, y Dessalines responde con la guerra. El gobernante haitiano estaba urgido de enfrentar a su enemigo insular o peligraba la estabilidad de su gobierno y de su pueblo. Unificar la isla era más que una idea o una aspiración: era un acto de supervivencia.

El ejército haitiano se organiza en cuatro columnas: una de ellas penetra por Ouanaminthe (Juana Méndez), abarcando el hoy territorio de Dajabón, Santiago, Moca, La Vega, hasta Santo Domingo, con el general Henry Christophe al mando; la segunda, entra por San Juan de la Maguana y Las Matas de Farfán, dirigida por el general Gabard; la tercera, toma la ruta del Oeste y bajo el mando del general Pétion se atrinchera en San Carlos; y la cuarta, se introduce a nuestro territorio por Neyba y Azua, dirigida por Fabré Geffrard, el mismo general que apoyaría la revolución restauradora y que llegó, por esa acción, a merecer que se le colocase su nombre a la hoy avenida Abraham Lincoln.

Cuando Dessalines entra por San Carlos a la ciudad amurallada de Santo Domingo, que contaba entonces con apenas unos 12,000 habitantes,  Ferrand ya lo esperaba. Los haitianos eran superiores en soldados, pero no traía la artillería pesada que resultó clave. Habrá de ordenar retirada luego de días intensos. Ferrand gana la partida con el apoyo de franceses llegados por mar a buena hora, respaldo de una fragata inglesa y el arrojo consciente de los criollos mulatos y blancos. Furioso, desalentado, sintiéndose vencido y humillado, Dessalines comienza su retorno a Haití. Iniciaba entonces su venganza.

Cada pueblo por donde pasa él o sus generales, es tierra arrasada, literalmente. Henry Christophe se encarga de Santiago y Moca. El degüello en esta última ciudad ocurre en pleno templo católico, cura, sacristán y monaguillos engarzados por las bayonetas. Adultos, ancianos, niños. Todo incluido. Fue una orgía de sangre. Y pensar que, como anota José Gabriel García, muchos de los habitantes de Moca tenían semanas ocultándose en los montes cercanos, temiendo a las huestes haitianas. Y el párroco los invitó al Tedeum, confiado en sus verdugos, y salieron de sus escondites tras la muerte. Moca era una ciudad pequeña, no podía pasar de 1,000 habitantes (Un censo realizado por un cónsul británico en 1825, veinte años después del suceso, cifraba en 3,437 su población, y Santiago en 11,056). Quiero decir, importa poco si fueron quinientos o menos los degollados; ante una población escuálida como la que se supone existía entonces, cualquier acto de exterminio por encima de cincuenta personas era un genocidio. (Todavía hay quienes aseguran que la matanza de 1937 fue de unas veinticinco mil personas. Más de un historiador afirma que fueron entre 4 y 6 mil los asesinados por la dictadura. Fuese una u otra cantidad, fue un acto genocida, un asesinato brutal en masa. Por eso, afirmo siempre que los dos eventos criminales: los degüellos de Dessalines y sus tropas y el Corte del 37, deben ser medidos por la misma vara, porque son dos hechos hermanados por la sed de sangre y la venganza).

Santiago siguió a Moca. Fue el segundo degüello. Pasados por las armas en  el cementerio y en plena vía todo varón hecho preso. Esta vez,  no sólo fue el párroco, como en Moca. Asesinaron al presbítero Vásquez y a veinte sacerdotes más. Y luego, incendiaron a Santiago y a sus cinco iglesias. Y antes, La Vega, Cotuí. Y después, otras siete poblaciones fueron incendiadas, saqueadas y apresados sus habitantes. En total, Dessalines y sus generales se llevaron presos a Haití a 349 hombres; 1,350 mujeres; 430 niños; 318 niñas (de uno a quince años en ambos casos). ¿Qué pasó con todos ellos? Digamos que también se llevaron cuanto animal vivo encontraron a su paso.

El 12 de abril de 1805, al regresar a Haití, Dessalines se dirigió a su pueblo, y contó entonces su “hazaña” sangrienta. Estaba eufórico, quería transmitir seguridad y aliento a los suyos. Había saqueado pueblos y asesinado cientos de criollos. Sólo se lamentaba de “no haber coronado con un completo y cabal buen éxito” su campaña horrenda. En su “Diario de Campaña” contó todo lo que hizo. Ahora lo sabemos. Miguel Reyes Sánchez ha puesto en jaque a los que negaron el degüello desde nuestro territorio. Thomas Madiou escribió: “Los haitianos se mostraron crueles, al diezmar esta población de paisanos formados por negros y hombres de su color”.  Jean Reynold Jean Pierre hizo saber que “la historia nos revela que, a cada travesía del otro lado, el haitiano tenía siempre tendencia a dedicarse a realizar violaciones. Su paso dejaba siempre un recuerdo doloroso en la memoria de los habitantes del Este”. El más importante historiador haitiano del siglo XIX y un reconocido escritor de la vecina nación. Ellos, y más, hablan de la matanza de Dessalines. El emperador, habló por sus hechos y por su palabra. ¿Falta algo por decir?

Un año y medio después de estos sucesos, 17 de octubre de 1806, Dessalines fue ajusticiado en Pont Rouge, Puerto Príncipe, producto de una conspiración militar. En el fondo, los haitianos en su mayoría lo consideraron un gobernante fracasado y nunca creyeron que sus crímenes en la parte este de la isla habían sido una gloria a exaltar. El pasado 3 de abril se cumplieron 218 años del degüello de Moca. Y el 6, del de Santiago.

LIBROS
  • Expandir imagen
    Miguel Reyes Sánchez, ADH, 2022, 201 págs. Exposición documentada sobre las acciones del primer jefe de estado haitiano en nuestro territorio. Introduce Frank Moya Pons.
    LA EXPEDICIÓN HAITIANA DE DESSALINES A SANTO DOMINGO

    Miguel Reyes Sánchez, ADH, 2022, 201 págs. Exposición documentada sobre las acciones del primer jefe de estado haitiano en nuestro territorio. Introduce Frank Moya Pons.

  • Expandir imagen
    Alberto Despradel Cabral, Miguel Reyes Sánchez, Senderos del Mundo, 2010, 484 págs. Texto fundamental de dos de los historiadores laureados que mayor énfasis han puesto sobre las relaciones Haití-RD.
    HISTORIA DE LAS RELACIONES DOMÍNICO-HAITIANAS

    Alberto Despradel Cabral, Miguel Reyes Sánchez, Senderos del Mundo, 2010, 484 págs. Texto fundamental de dos de los historiadores laureados que mayor énfasis han puesto sobre las relaciones Haití-RD.

  • Expandir imagen
    Alberto Despradel Cabral, Miguel Reyes Sánchez, Impresos BC, 2015, 4 vols- 1,086 págs. La más amplia investigación sobre las relaciones diplomáticas entre los dos Estados, durante 168 años.
    LA DIPLOMACIA INSULAR REPÚBLICA DOMINICANA Y HAITÍ

    Alberto Despradel Cabral, Miguel Reyes Sánchez, Impresos BC, 2015, 4 vols- 1,086 págs. La más amplia investigación sobre las relaciones diplomáticas entre los dos Estados, durante 168 años.

  • Expandir imagen
    David Nicholls, SDB, 2021, 548 págs. Recorrido por la historia de Haití, desde su primer presidente hasta el dictador Francois Duvalier. Escrito por un sacerdote, historiador y politólogo inglés. Prologa José Báez Guerrero.
    DE DESSALINES A DUVALIER RAZA, COLOR Y LA INDEPENDENCIA DE HAITÍ

    David Nicholls, SDB, 2021, 548 págs. Recorrido por la historia de Haití, desde su primer presidente hasta el dictador Francois Duvalier. Escrito por un sacerdote, historiador y politólogo inglés. Prologa José Báez Guerrero.

  • Expandir imagen
    AGN, 2019, 189 págs. Memorias y documentos oficiales del célebre gobernante haitiano, compilados y comentados por el fenecido escritor Carlos Esteban Deive.
    101 ESCRITOS DE TOUSSAINT LOUVERTURE

    AGN, 2019, 189 págs. Memorias y documentos oficiales del célebre gobernante haitiano, compilados y comentados por el fenecido escritor Carlos Esteban Deive.



TEMAS -

José Rafael Lantigua, escritor, con más de veinte libros publicados. Fundador de la Feria Internacional del Libro de Santo Domingo, miembro de número de la Academia Dominicana de la Lengua, correspondiente de la Real Academia Española. De 2004 a 2012 fue ministro de Cultura.