El dinero de todos
El barrilito no desaparece, se transforma en imagen electoral
Que el senador Omar Fernández done cada mes el monto mensual del "barrilito" solo tiene una lectura: utilización del dinero del contribuyente en acciones de promoción personal de un político con aspiraciones presidenciales futuras (próximas o lejanas, según a quién se pregunte). ¡Campaña!
Claro, el problema es que ese Fondo de Gestión Provincial Senatorial, que es su nombre oficial, exista. Y peor aún, que haya sido aumentado un 10% en abril, apenas hace dos meses. Cuando un legislador busca cámara para proponer que lo eliminen simplemente busca quedar bien, pues se sabe que eso no va a pasar.
Nadie paga sus impuestos con gusto, pero se hace con verdadera aversión cuando el destino que se da al dinero recaudado es tan groseramente desviado hacia intereses políticos particulares.
Que el presidente Abinader done su sueldo... también despierta algunas reflexiones. Primero, que el empleo más difícil está mal pagado. Dirigir la nación debería ser remunerado con más de seis millones de pesos. Pero repartirlos arbitrariamente en fundaciones, por muy bien intencionadas que estas trabajen, no cuadra. Todo trabajo debe ser remunerado. Si quien lo ejerce no lo necesita, debería dejar el empleo a alguien que lo necesite. Hacerlo gratis es... complicado.
¿Se abre una puerta a que los presidentes que no donen su sueldo sean mal vistos? Y si se es tan generoso... ¿anunciarlo no implica ya una suerte de publicidad personal? ¿Ya no rige eso de que "lo que haga tu mano izquierda que no lo sepa tu mano derecha"?
Parecerían dos buenos ejemplos de intachable honradez desde sus posiciones públicas. Pero... no. Hay un trasfondo que chirría, más en el caso del Senador que en el del Presidente, por el origen perverso del barrilito.