Ciudad Colonial
Más que hotelitos y Airbnbs, se necesita vivienda viva
Todavía transitar por la Ciudad Colonial es como competir en una gymkana, es cierto. Pero las calles ya remodeladas han sido trabajadas en profundidad y el resultado es magnífico. Resueltos los problemas de agua, aguas residuales, drenajes pluviales y redes eléctricas soterradas. Falta desmontar el enjambre de cables, un lío inexplicable cuando se mira con detenimiento.
Aceras ensanchadas devuelven al peatón un espacio que le corresponde y ha dado tranquilidad a los vecinos al anular espacios de parqueo que hacían aceras y calles intransitables. No hay mejor solución que sacar carros de un centro histórico. En realidad no hay otra.
Falta, pero se está haciendo bien. La inversión privada sigue llegando, superando la del sector público y eso es una buenísima noticia.
Y faltan acciones concretas dirigidas a preservar edificios y casas como vivienda habitual, no todos deben terminar en hotelitos (por mucho encanto que les pongan) o habitaciones para AirBnb. La tentación de convertir la Ciudad Colonial en un parque temático está bastante controlada aunque siempre aparecen ideas "geniales".
No todo son buenas perspectivas. La paralización del proyecto de recuperación de El Conde desanima. La calle todavía está arrabalizada, es ruidosa y sucia y algunos edificios parecen a punto de caer. Esa arteria, de vocación habitacional y comercial, es algo más que un símbolo de un pasado dorado en el recuerdo de una generación que ya apenas visita la Zona. Articula el kilómetro cuadrado de la vieja ciudad y es la calle peatonal más larga (¿o la única?) de Santo Domingo.
El solar del derruido parqueo de la calle José Reyes recuerda la necesidad de reconstruirlo. Pero no hay dinero ni para levantarlo ni para resucitar El Conde. Tendrá que aparecer; no se puede dejar a medio camino un esfuerzo tan importante en la ciudad Primada de América.