El día a día
Burocracia y desorganización, el precio de un gobierno sin capacidad gerencial
Los trámites de la vida diaria se han convertido en una carrera de obstáculos. Es como nadar en mermelada, estancados en una burocracia manejada con desidia o por incompetentes. En el capítulo de los servicios cotidianos a este gobierno le está faltando eficiencia.
No podemos renovar la cédula. Los pasaportes son un calvario. La cantidad de carros con placas provisionales denotan retrasos injustificables.
Los extranjeros que necesitan renovar su residencia añoran la agilidad de tiempos pasados. Los sufridos necesitados del 911 tienen más quejas que agradecimiento. Los que invirtieron en paneles solares copan sin respuesta la oficina de quejas de una Superintendencia muda.
En Estados Unidos, la promesa de Trump de eficientizar la administración pública pudo ser una de las razones de su victoria en el voto popular. Y aquí, la decisión de suprimir instituciones ha sido muy bien recibida, aunque parece un poco tímida.
El presidente Abinader pide a los funcionarios –incluidos los electos- que escuchen al pueblo. Pero escuchar está sobrevalorado en este contexto: es fácil y no requiere más que un poco de tiempo y cara de póquer. Nada difícil para un cargo político.
Lo que se necesita son funcionarios menos interesados en el 2028, menos impacientes por obtener una posición y con más habilidades gerenciales. Imaginación para gastar no les falta. Toda esa energía e inventiva aplicada a mejorar el día a día de los ciudadanos sería un éxito. Menos redes sociales y más oficina, quizá eso sea una manera sencilla de empezar.
Parte del rechazo a la propuesta de reforma fiscal, (perdón, a la modernización), nacía precisamente del deterioro de los servicios. Si los servicios que antes funcionaban están ahora anquilosados... ¿por qué se necesita más dinero? ¿Cuánto más a cambio de qué?