¿Profesión? Insultador
Cómo el insulto mediático se hizo rentable
Del "insultar sale gratis" hemos pasado al "difamar es rentable". De hecho ya se ha dado un paso más: es un excelente negocio.
De las veladas insinuaciones sin nombre de hace veinte años en programas de radio hemos llegado al insulto directo multicanal. A señores y señoras que gritan mucho y muy feo defendiendo los intereses de su cliente. El negocio funciona así. No se venden... ¡por supuesto que no! Se alquilan.
Y ahí estamos, lamentándonos del monstruo que se ha creado. Los políticos les pagan para que hablen bien de ellos, mal de otros políticos y callen algunas cosas. Los empresarios se anuncian en sus programas o les pagan asesorías principalmente para que no hablen de ellos.
Si la publicidad política y privada que les sostiene no fuera tanta, esos especialistas de la extorsión difamatoria no prosperarían. Y no hace falta censura que limite la libertad de expresión. Es el dinero; basta el sentido común y la valentía de no ceder al chantaje. Quizá ellos no lo sientan así... pero pagándoles están secuestrados. Y si además son políticos que pagan bocinas con dinero público, están robando.
"Es que tienen audiencia". Sí, pero defina "audiencia". También las fotos de señoritas sin ropa atraen muchísimos seguidores. Es una cuestión de principios, una decisión moral. Doblemente moral si el dinero es público, señores funcionarios. Eso vale para una marca comercial y publicidad institucional.
¿Estamos a tiempo de salvar los muebles? Ni idea... eso depende de los que les pagan permitiendo que el ecosistema siga creciendo.
Todo empieza por el lenguaje. Permitimos que se les llamara comunicadores, ese fue el primer error. Lo disfrazamos de influencia, les dimos una credibilidad que ni ellos pensaban que tenían.
"Es que tienen audiencia". De acuerdo, pero no con mis impuestos.