De Haití y Afganistán
Dos masacres injustificables pero bastante previsibles
Hay que tener una fe muy profunda, ser muy joven y estar muy enamorado para decidir vivir en un orfanato en Haití. Hay que ser muy despiadado para torturar, matar y quemar a dos jóvenes veinteañeros que empiezan su vida juntos dedicándola a ayudar a sobrevivir a hijos que no son suyos.
Hay que ser muy inconscientes y dar por hecho que la vida propia es segura no solo en casa, en Europa, para ir a hacer turismo a Afganistán (¿no es eso una frivolidad?) y creer que llevar de escolta a un talibán asegura el paseo. Hay que ser muy despiadado para matarlos a quemarropa en un mercado.
Dos masacres injustificables pero bastante previsibles. Una con un sentido más trascendente que la otra, obviamente.
El gobierno de Estados Unidos entiende por fin que es urgente intervenir en Haití. Tendrá que ser a través de policías kenianos, no vaya a ser que una marea anti Imperio les acuse de invadir un estado soberano.
Impecable la postura firme de la diplomacia y el gobierno dominicanos en los últimos años. Lenta e indolente la de la comunidad internacional, que parece confiar que un Consejo Presidencial de Transición en el que pocos creen pueda tomar control de un país totalmente descontrolado.
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