Bandas
La lucha contra ellas debe ser tan decidida como amerita su peligrosidad
No hay opción. La lucha contra las bandas debe ser tan decidida como amerita su peligrosidad. Pueden llegar pronto a controlar zonas e imponer unas reglas de juego que sacan de un territorio a quien haga falta para imponer su ley.
No estamos ni mucho menos cerca de vivir lo que ocurre en Haití. O en El Salvador, donde la solución que se ha aplicado es tan peligrosa como el mismo problema. La popularidad de las medidas de Bukele puede ser alta pero parecen conducir a un régimen autoritario del que será difícil retroceder. No, no estamos cerca... pero algo está empezando que no hay que menospreciar.
Los operativos de ayer en Santiago mandaron un buen mensaje: el Ministerio Público, la DNCD y la Policía actuando conjuntamente, como dejando claro que hay un plan común para combatirlas y pocos resquicios para la duda. Las pandillas, las bandas, nacen en la marginalidad. Jóvenes sin nada que perder, la mayoría provenientes de familias desestructuradas, con baja educación y sin futuro se unen a ellas en busca de protección en unos casos, de buscar una identidad en otro. Bajo las órdenes de adultos delincuentes.
Quince muertes se han cobrado las bandas este año en nuestras calles. Quince que se han filtrado. No hay que dudar que sean más. ¿Es el germen de algo que está naciendo estructurado, con “buena” base? ¿Están ya algunos barrios sometidos a las reglas de las bandas?
Mientras, los casos de muertes de niños y adolescentes por suicidio, agresión o disparos perdidos comienzan a parecer una epidemia extraña. Niños y adolescentes que no están seguros ni en sus escuelas, ni en sus casas ni en sus barrios. Da miedo pensarlo, pero es un hecho que la calle no es segura.
(Si lo sugiere Estados Unidos nos enfadamos. Pero... )