"Cada vez que alguien de la ciudad habla de agricultura, el campo se atrasa cinco años"
Agricultura vs. burocracia, cuando las decisiones urbanas arruinan el campo

En República Dominicana, la mayoría de las decisiones que afectan al campo se toman desde la ciudad. Se toman lejos de los lugares donde realmente se produce. Se diseñan planes y programas en escritorios, bajo aire acondicionado, lugares que nunca han sentido el peso del retraso de una lluvia, el silencio de una finca sin financiamiento o la impotencia que da ver llegar toneladas de productos importados que son cultivados localmente. Desde esa distancia, la agricultura se interpreta, pero no se entiende.
Esa desconexión da lugar a errores sistemáticos. Se aprueban iniciativas sin lógica productiva, se calendarizan acciones fuera de sus ciclos naturales y se intervienen zonas sin diagnóstico técnico. El resultado es una política que no se adapta al ritmo del cultivo ni a las condiciones del terreno, sino al calendario institucional.
Mientras tanto, el productor opera dentro de un sistema que no lo respalda. Accede tarde a los recursos, encuentra apoyo técnico limitado o nulo, y enfrenta mercados sin reglas claras. La descoordinación arriba se traduce en incertidumbre abajo. La carga se transfiere al que produce, que asume el riesgo sin contar con la estructura mínima para gestionarlo.
Lo más crítico es que no se trata de escasez de herramientas. Existen insumos de calidad, tecnologías disponibles, profesionales formados y experiencia acumulada. Pero, sin una estructura que los conecte de forma funcional, esos recursos operan de manera aislada, con bajo impacto y alta pérdida.
Una estructura eficiente requiere planificación regional, integración interinstitucional, continuidad técnica y criterios claros de ejecución. Exige diseñar con base en datos y ejecutar con presencia en el terreno. No se trata de repartir recursos, sino de construir condiciones donde producir sea viable, predecible y medible.
Lo que se pierde cuando se planifica mal no es una cosecha: es tiempo. Y, en agricultura, el tiempo perdido no se recupera. Por eso, cada vez que alguien sin conocimiento directo del campo formula decisiones desde la ciudad, no se trata solo de un error: se trata de cinco años más de atraso que nadie compensa.