Dinero tirado al vacío
Parlacen: la silla vacía de la política dominicana
El Parlamento Centroamericano (Parlacen) es, para la República Dominicana, lo que una silla de mimbre en un incendio: absolutamente decorativa e inútil. Su existencia no incide en la vida política real, ni en los debates relevantes de la región, y mucho menos en las urgencias de los ciudadanos. Se trata de un órgano ornamental que no legisla ni fiscaliza; ni decide ni representa. Un salón de espejos donde la diplomacia de cartón hace reverencias sin eco.
A falta de méritos funcionales, el Parlacen ha devenido refugio político. Ahí se aparcan, con pasaporte diplomático y dietas generosas, figuras dominicanas a quienes el gobierno no sabe dónde colocar sin que hagan ruido. Es el caso evidente de todos los designados, cuyos méritos para ser enviados al foro centroamericano son tan difusos como las decisiones que allí se toman. Un homenaje bufo a la meritocracia del absurdo. Para reírse si esa broma no nos costase más de cien millones de pesos cada año. Dinero arrojado al vacío.
¿Qué se discute en el Parlacen? ¿A qué conclusión llega? ¿Qué nación ha endosado una de sus resoluciones? Nadie sabe. Nadie responde. Pero importa, y mucho.
Más preocupante es el precio de esta farsa: millones de pesos anuales para mantener un teatro vacío. En tiempos de escasez, invertir en irrelevancias es una obscenidad. La política dominicana no necesita más escenarios para el desempleo disfrazado de diplomacia.
La República Dominicana haría bien en abandonar esa entelequia. Permanecer en el Parlacen no mejora ni fortalece la democracia ni la integración regional. Es un gasto inútil que solo sirve a quienes lo usan como escondite o vitrina vacía. Y como tal, debería ser tratado: con un portazo digno y definitivo.