La brecha invisible
¿Por qué el Estado renunció a enseñar a las élites?
Un reportaje reciente de Diario Libre pone en claro que el Estado dominicano abdicó, sin proclamarlo, de su responsabilidad de ofrecer educación pública en los barrios de clase media alta. En sectores como Piantini, Naco o Bella Vista, en Santo Domingo, o en similares en Santiago, no hay una sola escuela pública. Allí donde viven profesionales, empresarios, altos funcionarios y empleados bien remunerados, la educación estatal no tiene presencia. Se ha retirado en silencio, como si aceptara que ese territorio no le pertenece.
Sin proponérselo —o acaso sí—, el Estado ha delegado en manos privadas la educación de quienes habrán de dirigir al país. Ha entregado a colegios particulares, con poca fiscalización y criterios comunes, la formación de las élites. A la vez, concentra su presencia educativa en zonas empobrecidas, como si la escuela pública no fuese un derecho universal, sino una forma de asistencia para los más vulnerables.
Así, se traza una línea invisible pero significativa. Por un lado, quienes acceden a una educación costosa, blindada por el capital social y cultural que da la cuna. Por otro, una mayoría que debe conformarse con una escuela pública sobrecargada, con desigualdades estructurales y escasos recursos.
El Estado, al ausentarse de donde están los privilegiados, ha abierto una brecha más honda que la económica: ha consolidado un sistema que educa en compartimentos estancos, sin diálogo, sin mezcla, sin puntos de encuentro. Ha dejado en desventaja a la parte más amplia de la población al condenarla a una educación inferior y, con ello, a una ciudadanía disminuida. Y ha permitido que las élites crezcan sin roce, sin contraste, sin comprensión de la otra mitad del país.
Una sociedad así no se construye: se separa.